Jorge Luis Pérez: Siempre escucho a mis electores

En la Comunidad 21, una de las circunscripciones del Consejo Popular Pitajones en el lomerío trinitario, este delegado lleva más de 25 años como representante del poder del pueblo

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Jorge Luis Pérez es el líder de la Comunidad 21 en el Consejo Popular Pitajones. (Foto: Ana Martha Panadés/Escambray)

Cobijada por dos enormes ceibas, la Comunidad 21 del Consejo Popular Pitajones, en el lomerío trinitario, desgrana la típica quietud de un pueblo de campo que se anima en picos de cosecha cafetalera o por el jolgorio improvisado en el círculo social, algo así como el alma de este asentamiento.

No por gusto Jorge Luis Pérez Caraballo —Pipo— se llevó las manos a la cabeza cuando sintió las pencas de guano volar por las ráfagas de viento de la tormenta tropical Eta; desde entonces el delegado de la circunscripción 63 desanda los caminos con el reclamo de los vecinos a cuestas porque, sin desconocer las estrecheces económicas del país, la instalación es el único espacio recreativo de la comarca y no piensa fallarles a sus electores.

Y ha sido esa su virtud más valiosa, la que le acompaña en los más de 25 años como mediador entre el gobierno y los reclamos de los vecinos de la comunidad. La reparación del camino, la construcción de unas 15 viviendas afectadas por temporales, la venta de productos de alta demanda, la vacunación anticovid, la gestión oportuna para que la ambulancia vuelva por ese trillo a buscar un enfermo… ¿Quién dice que son sosegados los días del delegado que ha dejado más de una vez los ariques en casa para pedir la palabra en las sesiones de la Asamblea Municipal?

“Mi primer mandato —recuerda— lo asumí con menos de 30 años, en pleno período especial. No había de nada, pero tenía que darle respuesta a la población. En esa etapa se agudizaron los problemas con el combustible, los alimentos, los apagones. Adopté como sistema de trabajo el de buscar siempre una alternativa y cuando no había solución, explicarle a la gente con sinceridad”.

Con su “librito de delegado”, Jorge Luis toca a la puerta de sus vecinos, lo mismo para dar una mano en las labores agrícolas, que ante la urgencia de una tarea: “Nosotros no esperamos mucho por los presupuestos y convocamos a la participación popular en función de resolver problemas como la reparación de la escuela primaria para el reinicio de las clases, la pintura de la bodega o el consultorio. Ese es el trabajo comunitario integrado”, dice plenamente convencido de la valía de esta iniciativa.

Aunque afirma —y le satisface— que es una comunidad sana, Pipo no desconoce las insatisfacciones de sus electores, como el transporte, evaluado de mal antes de la pandemia y las escasas facilidades para la comunicación telefónica, con solo tres equipos digitales y pésima cobertura, males que, dicho sea de paso, no son exclusivos de esta zona.

En las más de dos décadas como representante del pueblo, tampoco ha renunciado a ser un “cosechador de café”, que en las mejores campañas aporta hasta 1 000 latas del grano o un productor reconocido de frutales.

De su nobleza no hay dudas; asoma en el diálogo y resalta sus cualidades como delegado: “Tengo mis choques de trabajo, pero me he ganado la consideración de mis electores y de los directores quienes me respetan. La familia también me da aliento y eso da fuerzas para continuar en la tarea”.

A Pipo le place hablar en colectivo y compartir el mérito, por ejemplo, de resistir el ataque de la covid cuando decidió escalar la serranía y trastocar la apacible rutina de aquellos lares: “Solo tuvimos tres positivos y eso fue gracias a la enfermera de nuestro consultorio, la licenciada Mayelín Valdés, que llevó con mucha exigencia la vigilancia a los enfermos y los contactos”.

Entonces traga en seco cuando recuerda aquel ardor fuerte de garganta y los tres días en aislamiento hasta recibir el resultado negativo de la prueba. Apenas se trató de una reacción alérgica cuando protegido de pies a cabeza llegó hasta las viviendas de los contagiados para desinfestar con cloro y evitar la propagación del virus.

¿Y el techo del círculo social queda como un reclamo pendiente?, indaga Escambray.

El guano es lo más difícil, pero yo no me doy por vencido. La Empresa de Comercio, una de las entidades que nos apadrina, puso el dinero para comprarlo a la Forestal. El resto sale con los vecinos de la comunidad. Ese círculo lo inauguraron en el año 1961 después de una visita de Fidel al poblado y no lo vamos a perder por nada.

Un delegado para Pipo es…

El delegado lo primero que debe ser es un líder, estar cerca de su gente y conocer sus problemas. Tienes que ser humano, eso nos debe distinguir por encima de todo. No andamos por ahí con una vara mágica para resolverlo todo, pero hay que llegar siempre con una respuesta porque representamos al pueblo. Siempre escucho a mis electores y ellos a mí.

Ana Martha Panadés

Texto de Ana Martha Panadés
Reportera de Escambray. Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

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