La esquina de Escambray: A la relación Cultura-Turismo, ¿le falta musk?

Desde hace tiempo, la relación entre la cultura y el turismo es objeto de iniciativas, alianzas, desavenencias, cuestionamientos públicos y privados. Se impone analizar su poder de atracción

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La esquina de Escambray: A la relación Cultura-Turismo, ¿le falta musk?

El musk es el nombre comercial de una sustancia que desde siempre ha acompañado la vida en la tierra. Es una esencia de origen animal y según los expertos cuando se pone en la piel perdura durante mucho tiempo con su olor cálido y dulce. Se extraía de las glándulas de los ciervos del Tíbet, China y Nepal y tiene —dicen— la facultad de provocar la atracción sexual, de ahí que hoy aparezca en la perfumería como garantía erótica de los productos que vende esa industria.

No resulta inapropiado llevar el término a la vida diaria, porque cuando alguien o algo no tiene musk, automáticamente piensas que su poder de atracción es nulo, que es la causa de que no goza del poder de atraer a su alrededor ni amantes, ni amigos y menos situaciones de beneficio individual y colectivo. Y aunque el término no es muy socorrido en estos tiempos, su valor espiritual sigue intacto.

Desde hace mucho, la relación entre la cultura y el turismo es objeto de iniciativas, alianzas, desavenencias, cuestionamientos públicos y privados, elogios… Es una relación tan imperfecta que no acaba de consumarse en un matrimonio para toda la vida. ¿Le falta musk? ¿Cada quién estira la cuerda a su favor?

La industria turística se ha ido fortaleciendo de una manera vertiginosa y sólida, al punto de ser uno de los componentes más activos del desarrollo económico del país. Su facultad para crecer en un entorno natural y social con tantas virtudes, le permite aportar utilidades que luego se revierten en beneficio colectivo, toca cada elemento del complejo entramado de la vida cubana y resulta una garantía para el flujo de capitales que llega a todos los sectores.

Pero el turismo no puede por sí solo, está obligado a contar con los valores identitarios de la nación, con esa fuerza cultural que emana de la gente y sus costumbres, con el poder inmenso de la creación artística que Cuba tiene y es su mayor riqueza espiritual. Los viajeros que llegan a este lugar del Caribe no buscan solamente sol y playa, van por más: quieren conocer nuestras costumbres, mezclarse con la gente, conocer sus vidas, aprender de nosotros gestos y voces, sabores y preocupaciones.

Sancti Spíritus es una provincia privilegiada para la expansión del turismo, tiene no solo a Trinidad como un destino/marca que trasciende sus fronteras por la validación que ha conseguido de su patrimonio. Tanto al norte, al centro o el sur de la geografía del territorio, sus parques y reservas naturales, su paisajística única, sus pueblos y ciudades, sus emprendimientos culturales y económicos individuales o colectivos tienen mucho que ofrecer para aquellos que buscan conocernos en cuerpo y alma.

Es justo reconocer que algunos siguen mirando con recelo el humo blanco de la chimenea de la industria turística, ven inadecuada “la invasión de turistas” y es comprensible que tengan esa perspectiva sobre el tema, pero la mejor manera que tenemos de cambiar su enfoque es asumiendo el reto de la expansión con responsabilidad y una visión que proteja con certeza los entornos naturales y pueda tocarse con las manos el resultado, que llegue a la mesa de más familias y haga más grande ante los ojos del mundo los valores que atesora la región.

La cultura espirituana tiene mucho que aportar. No es justo dejar que la balanza se incline solo hacia Trinidad y el Valle de los Ingenios. A lo largo de todos estos años de construcción socialista, Sancti Spíritus ha ido creando una red de instituciones y espacios para el fomento de su vida cultural que, en alianza armónica con el sector turístico, puede aportar un cambio significativo en el desarrollo local. Tiene, además, un potencial de artistas e intelectuales que desde sus espacios naturales pueden ver redimensionadas sus obras.

¿Acaso no puede interesar al turista lo que se vive en una Casa de la Cultura, las bibliotecas, teatros, galerías, proyectos comunitarios, museos etnográficos…? ¿En qué afecta que lleguen visitantes en busca de información sobre la cultura del tabaco o las raíces canarias y de origen africano que nos acompañan desde siempre? ¿Cuán dañino es mostrar la huella del asentamiento japonés en Jatibonico o el trabajo en una mini industria de conservas o materiales de la construcción?

Se impone un cambio en la mirada, enfocar la cultura desde otras visiones, unir esfuerzos desde los actores socioeconómicos de los municipios, estudiar a fondo sus fortalezas, crear alianzas que nos lleven a ver la cultura como un todo, no como un escenario reducido. Hacen falta más espacios en el sector del turismo para que los artistas trabajen, pero también es imperioso ponerle musk a las iniciativas y desbaratar esquemas que atrasan. Será entonces cuando probemos la capacidad de la sustancia para atraer y la responsabilidad colectiva de no excederse en las dosis.

Carlo Figueroa

Texto de Carlo Figueroa

Comentario

  1. Cristina Gonzalez Bequer

    La invadion es malita cuando, efectivamente, esta mal orientada, mal conducida, mal pensada y elaborada. Opciones bien estructuradas, con fubdamnto cultural real, apenas existen.
    Se aptovecha el facilismo de la musica abundante, el sexo desbordado, la frivolidad efervescente de naturales y turistas y se recauda lo que cae que, con esos ingredientes, ni es poco.
    Y no se calcula la perdida de credibilidad y de interes duradero que se acumula como un des-valir sustraido, ya que no añadido.
    Parece que la meta es: » al turismo no le pongas cabeza, que la coss es arrebatar los sentidos mas primitivos, no pensar»….

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