Duaba: la odisea de contar la historia

En este punto de la narración televisiva, ya muerto sin remedio Flor Crombet y José Maceo escapando milagrosamente, una y otra vez, de los indios de Yateras; en este punto de la historia bien sé que no conseguiré escribir sobre Duaba, la odisea del Honor sin que se me note

En este punto de la narración televisiva, ya muerto sin remedio Flor Crombet y José Maceo escapando milagrosamente, una y otra vez, de los indios de Yateras; en este punto de la historia bien sé que no conseguiré escribir sobre Duaba, la odisea del Honor sin que se me note el deslumbramiento.

Era de esperar. De hecho, me preparé para el deslumbramiento: aguardé con paciencia de asceta a que terminara la insípida programación de verano, sacudí cualquier distracción posible de esa media hora y me dispuse a disfrutar de la teleserie.

Tenía la seguridad de que una producción de semejante envergadura, dirigida por Roly Peña y con guion de Eduardo Vázquez, no podía resultar sino una obra maestra. Cierto es que tuvo el respaldo financiero del Instituto Cubano de Radio y Televisión, del Ministerio de Cultura y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, una tríada para nada desdeñable; que se filmó en las locaciones reales, viajes a Costa Rica mediante o a los más recónditos parajes de Oriente, y que no se escatimó en recursos para ambientaciones de época o artilugios de posproducción; pero tampoco sería la primera vez en Cuba que un apuntalamiento similar en las manos equivocadas terminara en una producción audiovisual de vuelo estético cuestionable. En Duaba…, por suerte para el espectador, se impuso el talento.

El guion, sustentado en una profusa indagación histórica, no se limita al relato anecdótico o la entrevista a expertos —resortes tan manidos en nuestras vueltas al pasado—, sino que construye una realidad en varios planos temporales que se yuxtaponen, se bifurcan y vienen a convergir en un propósito ulterior: la interpretación de la historia como lo que en verdad es, una epopeya de trascendencia nacional que se origina en un amasijo de relaciones a escala humana.

Y es que lo mejor de Duaba…, más allá de los impecables tiros de cámara, la selección de un elenco que acentúa la verosimilitud gracias al parecido físico y al no estar “quemado” en la televisión nacional; más allá, incluso, del desempeño atinado y coherente de la mayoría de los actores, lo que habremos de agradecerle siempre a este docudrama es la osadía de mostrarnos a aquellos hombres en sus circunstancias; de llevar a escena, junto al heroísmo que ensalzan los libros de Historia, las desavenencias de carácter y criterio que suelen soslayar los defensores a ultranza de la unidad monolítica del proceso.

Tal vez la culpa no la tengan los libros de Historia, porque tan publicados están los manuales que apenas esbozan causas y consecuencias como los apuntes de los generales y sus jefes de Estado Mayor, en los cuales se narran combates y escaramuzas personales con lujo de detalles.

La culpa debe caer como un mazazo sobre los enfoques reduccionistas que terminan haciéndonos creer en la absoluta bondad de los buenos y la perversión del bando malo, un pecado capital que impide valorar en su justa medida a las personalidades históricas y del que, por suerte, se ha salvado Duaba.

El José Maceo que nos presenta Roly Peña no es exactamente un dechado de virtudes, sino un oficial violento e irascible que estuvo a punto de batirse a duelo con Flor Crombet mientras vivían en el exilio y que, no obstante los rencores de antaño, aceptó subordinársele durante la expedición que los traería a ambos y a Antonio Maceo a las costas de Oriente. Tampoco es un general manso el Titán de Bronce que recibe a Martí en Costa Rica con suspicacia y sobre quien, una vez en los campos de Cuba libre, escribiría el Apóstol en su diario de campaña: “Me habla cortándome las palabras (…). Lo quiero, me dice, menos de lo que lo quería”.

Aún está por verse si Duaba… llegará a narrar las páginas oscuras de La Mejorana, si conseguirá desgranar las razones inmanentes de aquella tirantez y cómo conciliará la postura de Maceo con la de Martí. Sería, en definitiva, lo de menos. Que la serie haya sorteado, como los expedicionarios de la goleta Honor, los riscos y desfiladeros de nuestro pasado para devolvernos una odisea casi perdida en el mare mágnum de fechas e interpretaciones maniqueas sobre la Cuba de ayer me parece, sin dudas, más que suficiente.

 

Publicado originalmente en Cuba profunda, blog personal de la autora.

Gisselle Morales

Texto de Gisselle Morales
Periodista y editora web de Escambray. Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2016). Autora del blog Cuba profunda.

2 comentarios

  1. Muy interesante está historia ya que mi tatarabuelo ayudo a Maceo a cruzar por valle de caujeri se llamaba Eusebio leiva lateral si pudiera encontrar reseña histórica sobre el o sus datos gracias.

  2. Muy buena la serie, lástima que haya que esperar 7 días para darle continuidad.

Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *