El peso de ser hija de mi padre

Aitana Alberti, la primogénita del poeta español Rafael Alberti y de la escritora María Teresa León, visitó recientemente Sancti Spíritus y accedió a contar su historia para Escambray. “Aitana, niña Aitana, ya que eres aire y eres como el aire y remontas el aire como quieres, feliz, callada y ciega

Yo jamás escribí nada que se pareciera a mi padre, asegura la hija de Rafael Alberti.Aitana Alberti, la primogénita del poeta español Rafael Alberti y de la escritora María Teresa León, visitó recientemente Sancti Spíritus y accedió a contar su historia para Escambray.

“Aitana, niña Aitana, ya que eres aire y eres

como el aire y remontas el aire como quieres,

feliz, callada y ciega y sola en tu alegría,

aunque para tus alas yo te abriera más cielo,

no olvides que hasta puede deshojarse en un vuelo
el aire, niña Aitana, Aitana, niña mía”

(Fragmento del poema Aitana, niña nueva, de Rafael Alberti).

 

Pudiese escribir miles de razones por las que conversar con Aitana Alberti resulta un privilegio. Su vida singular acaricia parte de lo mejor de la poesía hispanoamericana del siglo XX. También gozó la dicha de nacer de la unión de Rafael Alberti y María Teresa León, un par de gigantes pródigos; mas, solo bastará su verbo inefable:

“Mis padres llegaron al exilio en Argentina, por marzo de 1940. Se suponía que fueran a Chile porque Pablo Neruda quería recibirlos allá en Santiago, pero finalmente se quedaron en Buenos Aires. Yo nazco poco después, en el año 1941. Mi padre siempre decía que la paz me había traído, después de tanta tragedia de Guerra Civil Española”.

¿Cómo llega la literatura?

Los libros estuvieron siempre por todas partes. Aquello era una invasión permanente, un estado de sitio. Yo no podía dejar de verlos. Me acuerdo que mi padre escribía sobre todo de madrugada. Mi madre, en cambio, lo hacía después del almuerzo. En un momento dado yo también comencé. Por ese entonces no soportaba que vieran nada y lo escondía. Hasta que mi madre se dio cuenta, buscaron y encontraron un cuaderno. Resulta que me llama mi padre y me dice por las buenas:
“Aitana, tienes que revisar unas pruebas de imprenta”, y yo dije: ¿Unas pruebas de imprenta? Ay, ¡qué honor! Mi padre quiere que le revise unas pruebas de imprenta. ¡Qué maravilla! Estaba fascinada con aquello y me saca unos papeles y yo digo: pero, esto no es de Rafael Alberti, ¡esto es mío! Por poco me da un ataque, aquello no lo podía creer, yo te juro que es literal. Y entonces se ríe y me dice: “te di una sorpresa”. Revisaron las cosas mías, anduvieron buscando y no puede ser, dije y me puse a lloriquear como una boba y al final vinieron los dos y me dijeron: “no seas tonta, si no nos hubiera parecido bien nosotros no hacemos esto. Te queremos regalar un librito cuando cumplas 14, pero queremos que seas tú quien revise las planas, porque es tu obra”, y ya ahí acepté. Ese fue mi inicio en la literatura.

¿Cuándo se enteró Aitana que era hija de un gran poeta?

Baladas y canciones del Paraná mi padre lo escribe en un lugar muy especial llamado San Pedro. En ese libro regresa a la sencillez de los cancioneros, retoma un poco la alegría y la ligereza de Marinero en tierra, al mismo tiempo, muestra una gran profundidad filosófica. Ahí yo descubro al Rafael Alberti poeta. Justo la época en la que comencé a escribir con 13 años. No había luz eléctrica, había un molino que sacaba el agua, nos iluminábamos con velas o con faroles como los de la alfabetización, allí los llamaban sol de noche, daban una luz fantástica. Él nos leía a mi madre y a mí sus poemas. Ahí, comencé a darme cuenta de muchas cosas.

A la hora de escribir poesía, ¿buscó parecerse a su padre?

Al contrario. Hubiera detestado parecerme, yo jamás escribí nada que se pareciera a mi padre, ni siquiera al principio, fíjate qué curioso.

Los motivos temáticos más fuertes de su obra.

No soy muy festiva a la hora de escribir. Escribí bastante contra la guerra, por las situaciones que viví, en esta etapa del mundo tan rara. Mi poesía es más bien triste. Mi obra es muy pequeña. No es que yo escriba como mi padre, pero el peso de ser hija de mi padre es muy grande. Después de mi primer librito escribí bastante, pero nunca más quise volver a publicar. Hasta estar aquí en Cuba, en los 90.

¿Qué importancia le concede a la poesía?

La poesía es la vida. A mí me da pena la gente que jamás se ha leído un poema, que jamás ha sentido la necesidad de asomarse a ese misterio que nos acompaña y bueno, creo que la poesía es un arma de combate, un arma cargada de presente, tiene que ser de presente para lograr algo en el futuro. Un poema no va a matar a nadie, al contrario, el poema va a dar vida, pero un poema puede señalar a los verdugos y a lo mejor ese poema se convierte en un arma.

Vivió en varios países, ¿Aitana posee partes especiales de todos?

Sí, poseo parte de Argentina, por supuesto. He vivido en Roma siete años. Me fui a vivir luego a España, al sur, en Málaga. Luego tuve una etapa, que fue la más gris en un sentido, y muy linda en otro, que fue en Canadá, en Montreal. Esa etapa desde el punto de vista de la creación fue nula, yo me dediqué a criar a mis hijas en medio del frío más atroz.

¿Qué significación tiene Cuba?

Puedes imaginar que tiene una gran significación, vivo aquí desde 1984. Nunca me he ido de Cuba, no es que yo vaya y venga, y me quede seis meses en Europa o donde sea, un año. La única residencia en la tierra que yo tengo es esta.

¿Quedó algo en usted de Rafael Alberti?

Quedó muchísimo, toda mi formación, todo mi amor por la poesía, por las causas justas, para acercarme con humildad a las cosas y al mismo tiempo con decoro, para decirlo un poco martianamente.

¿Cómo Aitana buscó la autenticidad bajo esa sombra?

Yo creo que me nació sola, yo no busqué nada, esas cosas no se buscan, se encuentran.

Si pudiera cambiar algo…

A veces uno toma decisiones cerradas, de esas me arrepiento y quisiera cambiarlas, pero ya no puedo. Son cosas más bien personales que no viene a bien contar, desde el punto de vista de mi vida en general, tal vez, no cambiaría nada.

¿Los grandes amores?

Dios mío, ¡qué pregunta! Los grandes amores… Bueno, amo muchísimo leer la buena literatura. Amo mucho el mar, al cual ya no me puedo acercar por problemas de salud, no puedo ni bañarme, ni tomar sol, ni nada, es tremendo pero es así. Amo sobre todo la amistad, soy su gran defensora.

Los lectores, ¿pueden esperar?

Pues mira, yo por lo menos no voy a publicar más poesía, es una decisión que he tomado hace algún tiempo. Yo tengo un libro de narrativa muy chiquitico que a mí me gusta mucho y que se llama Inquilinos de la soledad que son tres relatos entrelazados. Este año, seguramente, voy a publicar otro libro para los amantes de la prosa.

Sancti Spíritus…

Me he sentido como en casa. Me encanta la gente de aquí. Sancti Spíritus es precioso, eso todos lo saben, pero hace falta escucharlo en la voz de otros que no viven aquí. Quisiera conocerlo mejor. Aquí he escuchado una poesía verdaderamente extraordinaria, esa es la verdad. Un nivel de creación fantástico. Me llena de orgullo como cubana, hago honores.

Escambray

Texto de Escambray

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