La tierra de Lalo Reina

Para el campesino Eduardo Reina Tejeda ser propietario del terreno dejó de ser un sueño a partir del 17 de mayo de 1959. Dicen en la Cooperativa de Créditos y Servicios Leonel Barrios, de Taguasco, que cuando en una asamblea Lalo Reina pide la palabra hasta el silencio presta atención.

A punto de cumplir 85 años Lalo todavía puede lidiar con los trajines de su finca.Para el campesino Eduardo Reina Tejeda ser propietario del terreno dejó de ser un sueño a partir del 17 de mayo de 1959.

Dicen en la Cooperativa de Créditos y Servicios Leonel Barrios, de Taguasco, que cuando en una asamblea Lalo Reina pide la palabra hasta el silencio presta atención. No es solo por respeto o por el interés de conocer la experiencia, aseguran que detrás de su verbo criollo anida el ejemplo.

Esa es la impresión que trasmite este campesino, pequeño de estatura, pero largo para el trabajo del campo. Escambray fue a su encuentro y ese día él regresó a la casa a media mañana, después de pastorear las reses; muchos en el caserío de Las Margaritas se preguntan cómo a punto de cumplir 85 años Lalo todavía puede lidiar con los trajines de una finca que sobresale en renglones como la leche, los frutales y los cultivos varios.

“Para atender el ganado me siento de 25 años”, dice a modo de aclaración y como si quisiera acuñar su carrera agraria sentencia: “El mayor sacrificio mío ha sido siempre entregar las producciones al Estado, prácticamente he cumplido todos los compromisos, no tendría cara para pararme en una reunión a explicar por qué no llegué a un plan”.

La historia de este guajiro no cabe en un diploma, desborda cualquier homenaje. Nativo del campo, en su horizonte laboral solo encontró espacio para trabajar con los partidarios de la zona en aquellos difíciles años antes de 1959.

“En aquella época no éramos nadie, venía cualquiera y te decía: ‘Hasta aquí llegaste, piérdete’. Si no llega a ser por la Ley de Reforma Agraria de qué manera hubiésemos tenido tierra. A partir de ese día el campo fue otro, comenzamos a ser tratados como seres humanos”.

Revela que siempre sintió preferencia por el ganado, pero supo entender los apremios de la naciente Revolución y se convirtió de la noche a la mañana en veguero, cultivo que dejó hace solo unos años. Un día hicieron falta aquellas tierras para caña y aceptó permutarlas para la zona de Las Margaritas, estancia donde ha protagonizado la mayor parte de su vida campesina y se distingue hoy como el principal productor de frutabomba en la cooperativa líder de ese surtido en Taguasco.

¿Cómo llegó a usted la Ley de Reforma Agraria?

Salió una comisión a los campos, a visitar a la gente que trabajaba la tierra, ahí me vieron y me dieron el terreno en la finca Chepón, cerca de Siguaney, donde trabajaba particular con los partidarios del lugar. El tabaco y otras cosas del campo las aprendí de mi hermano mayor, quedé huérfano de padre a los meses de nacido y si un apoyo grande he tenido en todo este tiempo ha sido Aurora Castro Hernández, compañera de la vida y del trabajo; con esa mujer comparto la finca desde el mismo día que me la dieron y te digo que lo único que le faltó a ella por hacer fue ordeñar vacas y enyugar los bueyes; oiga, guataqueando, había que decirle usted.

¿Qué aprendizaje le aporta su carrera de campesino?

Para que la tierra dé frutos no hace falta la escuela, si se lucha con interés, los golpes te van enseñando. Claro, ahora a estos fenómenos de las plagas, los cambios del clima, hay que prestarles atención y hasta adquirir conocimientos. En aquellos años de los 60 y 70 —del siglo pasado— todo era en secano, no había turbinas, pero teníamos aquello de que los nortes eran aguaceros, llovía en la seca y era raro perder un cultivo.

El que sea campesino de verdad y sufriera lo que se sufrió antes debe entregar todos los productos al pueblo, esa tierra se dio para eso. El 17 de Mayo ha sido el brazo derecho de los que vivimos en el campo, porque ni soñar en aquel entonces con ser propietario de tierra, esa era de los ricos.

¿Seguirá Lalo Reina arrimado al surco?

Hasta que la vida me deje, te confieso que la casa me agobia; hay cosas que ya no las puedo hacer, pero lo mío sí lo dirijo yo, si no hay dirección, el carro se va… ¿Jubilarme?, que nadie cuente con eso; fíjate que hace unos años la ANAP me vio para que dejara el trabajo, pasé hasta por la comisión médica porque tenía artrosis.

El médico en Sancti Spíritus me dijo: ‘Lalo, usted de eso no se va a morir, tampoco se va a curar, evite hacer fuerza’. No estuve de acuerdo con jubilarme, porque si te quedas en la casa, te vuelves un mueble y mira, aquí estoy, sobrellevando la enfermedad y dando la cara a la producción.

José Luis Camellón

Texto de José Luis Camellón
Reportero de Escambray por más de 15 años. Especializado en temas económicos.

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