Memorias martianas en Venezuela (+fotos)

Hace 134 años, el Maestro iniciaba su breve pero fecunda estancia en la tierra de Simón Bolívar Cuando la costa caribeña de Venezuela dejaba de ser una línea difusa en el horizonte y se poblaba poco a poco de construcciones dispersas y de gente diminuta, José Martí subió a la

Hace 134 años, el Maestro iniciaba su breve pero fecunda estancia en la tierra de Simón Bolívar

cuba, jose marti, 28 de enero, natalicio de jose marti, venezuela

Cuando la costa caribeña de Venezuela dejaba de ser una línea difusa en el horizonte y se poblaba poco a poco de construcciones dispersas y de gente diminuta, José Martí subió a la cubierta del barco Felicia. Las gaviotas iban y venían en danza casi perfecta.  Puerto Cabello, a la vista. El 8 de enero de 1881 el joven había partido desde la fría Nueva York, sin indicios de tormenta durante la travesía.

Frente amplia y notablemente despejada, cejas tupidas, cuerpo delgado e ideas altas y, a la vez, hondas. Con estampa de criollo, el Maestro descendió del vapor el 19 de enero y se adentró en Puerto Cabello. En las pinturas magistrales salidas de su pluma cálida y frondosa quedó atrapado el pueblo de entonces, con su gente y sus paisajes, asegura Nelson Vielma, primer vicepresidente de la Ruta Cultural Bolivariana y Martiana Latino-Caribeña.cuba, jose marti, 28 de enero, natalicio de jose marti, venezuela

“Cuando Martí llega aquí pasa por la plaza llamada Alameda de la Revolución, que estaba cercada y tenía sembrados de naranja, guayaba y otras frutas. Eso lo describe muy bien. Dice, además, que los porteños, personas muy alegres, le ofrecieron agua de coco en la propia nuez, mucho más sabrosa así. Ello quiere decir que recorrió todos esos cocoteros —lo que nosotros llamamos playa blanca—. Para orgullo nuestro, en el centro urbano más antiguo, en una casa de la calle de Salom, quedó grabada la frase martiana: “Puerto Cabello, cesto de flores que va al encuentro de los forasteros”.

En reverencia a quien fuera un latinoamericanista de estirpe, en 2005 quedó develada una estatua, obra del escultor Julio César Briceño, que rememora el paso del Apóstol por Puerto Cabello. “Él capta la imagen de Martí; imaginó la brisa que había en el lugar. Es interesante ver cómo tuvo que venir un gobierno revolucionario y bolivariano para que se pudiera honrar a ese hombre universal. Año tras año la estatua recibe honores tanto de los porteños como de los misioneros, es decir, de los colaboradores cubanos”, indica Nelson Vielma.

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El breve itinerario de Martí por la localidad lo sabe al dedillo Orlando Rivas, conocedor también de su obra. “La llegada fue de gran expectativa; Puerto Cabello mostraba potencial intelectual en aquel tiempo. Martí ya era referencia como poeta y escritor, en general. Su poesía era una constante”, apunta Rivas, quien añade:

“Aquí se encuentra la casa en la que pernoctó con una placa indicativa del sitio. Nosotros somos custodios de esta parte de la historia de Puerto Cabello”.

En el mismo barco Felicia, el Maestro continuó viaje y llegó el 21 de enero a La Guaira, “que vista de lejos, es como una multitud de bonitos cachorros de perros echados bajo un inmenso vientre”, “a los pies de una gran montaña”, escribió posteriormente.

Con prisa, partió en una diligencia hacia Caracas por el llamado Camino Viejo de los Españoles, hoy de los Libertadores. El 28 de enero de 1881, el periódico La Opinión Nacional, de Venezuela, hizo pública la buena nueva:

“Don José Martí. Este ilustrado cubano (…) se halla en Caracas (…) Deseamos cordialmente que sea feliz entre nosotros para que adopte a Venezuela como su segunda Patria”.

“Venezuela vale bien el viaje que hay que hacer para llegar a ella”. Así lo sentenció el Apóstol, quien, ante todo, quiso tomar aliento en la Plaza Mayor, donde el Libertador invitaba a cabalgar de nuevo por las entrañas de América. “Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo  del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a dónde estaba la estatua de Bolívar», relataría más tarde en La Edad de Oro.

A juicio de Zaida Castro, directora Ejecutiva de la Casa Nuestra América José Martí, de Caracas, el Apóstol rescató el pensamiento bolivariano. “En su artículo Los Tres Héroes, él presenta a Bolívar como un hombre con sus aciertos y desaciertos, que estaba lleno de sentimientos de libertad. Martí nos invita a ver la luz de ese sol y no las manchas. El mejor homenaje que podemos hacer a los héroes latinoamericanos está en continuar construyendo el proyecto de la Patria Grande donde Patria es Humanidad”, comenta Zaida Castro.

Bajo la lluvia de repiques de campanas, venidos de la catedral próxima a la Plaza Bolívar, en el atardecer del 21 de enero Martí se sumergió en el pecho y en el alma de lo mejor de Caracas y de Venezuela toda, gobernada por el dictador Antonio Guzmán Blanco.

En la intersección de las calles Santa Capilla y Mijares, en la casa de habitación de Carmen Smith, número 26 ½, residió el Maestro. En Caracas, donde solía vestir de negro y andar siempre con un libro en las manos, impartió clases en los colegios Santa María y Villegas. “Sus clases de Literatura y Lengua francesa se llenan de jóvenes ansiosos de escucharlo”, expone Ángel Cristóbal García en su libro Tras la huella de Martí en Caracas.

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Varios investigadores de la ruta martiana por Venezuela reconocen la acogida que le dieran intelectuales, entre ellos, los escritores Eduardo Blanco, Eloy Escobar, Arístides Rojas, Vicente Morales Marcano, Domingo Ramón Hernández, Lisandro Alvarado y Gonzalo Picón-Febres.

El estudioso de la obra de Martí, el cubano Eliel Gómez Martínez, resalta el homenaje que le tributaran el 21 de marzo en el Club del Comercio. “Al finalizar sus palabras, todo el auditorio rompió en vítores; allí se hallaban jóvenes que luego él los tendría como discípulos. En Caracas, tuvo en el magisterio y el periodismo sus dos armas fundamentales”, añade.

En el país sudamericano le brotaron los versos del Ismaelillo, dedicados a su hijo José Francisco, y fundó la Revista Venezolana, de la cual solo llegaron a ver la luz dos números. Al decir del ensayista y poeta cubano Roberto Fernández Retamar, en dicha publicación “aparecen las páginas iniciales de lo que ha de ser la nueva literatura de nuestra América”.

Zaida Castro confirmó a esta periodista que la Revista Venezolana constituyó un proyecto que repercutió de modo significativo entre la intelectualidad de su país. En el segundo y último número aún puede leerse la reverencia martiana al notable humanista Cecilio Acosta —enemigo del dictador Guzmán Blanco— fallecido el 8 de julio de 1881: “Ya está hueca, y sin lumbre, aquella cabeza altiva, que fue cuna de tanta idea grandiosa (…) Ha muerto un justo”.

Aseguran el que el artículo de Martí despertó la furia del gobernante, cuyo edecán le informó que debía abandonar la nación. Sin opción, el Maestro volvió a tomar el Camino Viejo de los Españoles, por donde había llegado a Caracas seis meses atrás.

“Sale por Puerto Cabello —explica Nelson Vielma—. Su partida está refrendada por el capitán del buque, quien escribe la hora de la salida y los nombres de los pasajeros, entre los cuales estaba el de él”. Rumbo a Nueva York, más de una idea llameante comenzaba a nacerle entonces en tiempos de obrar por su Cuba.

Arelys García Acosta

Texto de Arelys García Acosta
Máster en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus. Especializada en temas sociales.

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