Un vestido y un amor

Estrenada recientemente en los cines de la provincia, la ópera prima de Marilyn Solaya pone en solfa el peliagudo tema de la identidad de género La realizadora cubana Marilyn Solaya acaba de estrenarse como directora de largometrajes con un filme que obtuvo el Premio de la Popularidad en el más

Estrenada recientemente en los cines de la provincia, la ópera prima de Marilyn Solaya pone en solfa el peliagudo tema de la identidad de género

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La realizadora cubana Marilyn Solaya acaba de estrenarse como directora de largometrajes con un filme que obtuvo el Premio de la Popularidad en el más reciente Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, y que hace poco el público espirituano tuvo la posibilidad de disfrutar a pantalla grande en el cine Conrado Benítez.

Vestido de novia es una polémica e inteligente película que propone un cuestionamiento a profundidad sobre la construcción de las identidades de género y las formas en que estas son aceptadas o rechazadas por las masculinidades hegemónicas mediante un complicado trasiego de roles donde los diversos homoerotismos no hallan cabida.

El filme narra la historia de Rosa Elena (interpretada por Laura de la Uz), una mujer que se casa con Ernesto (Luis Alberto García), jefe de obras en una microbrigada y militante del Partido en la Cuba de los años 90. Muy pronto, el joven matrimonio sucumbe a la rutina diaria en un contexto signado por carencias de todo tipo.

A la par, el pasado de Rosa Elena emerge poco a poco, y termina configurando ante nuestros ojos la historia de vida de un transexual que intenta ser comprendido y respetado, independientemente de su identidad. El secreto de Rosa acaba por afectar la vida de todos, incluso la de su esposo, quien también sufre los latigazos del rechazo y la burla por parte de amigos y compañeros de trabajo.

Resulta muy significativa la capacidad de la directora para abordar el difícil tema de la doble moral a través de personajes corruptos e hipócritas como Lázaro (Jorge Perrugorría), un ejecutivo que disfraza su homosexualidad tras un matrimonio por conveniencia, a la par que garantiza cómodamente el sustento económico desviando recursos de la microbrigada con ayuda de Roberto (Mario Guerra), quien finge ser un obrero comprometido con el proceso revolucionario.

Y es que justamente Vestido de novia parece articularse sobre la eterna dicotomía entre lo real y lo aparente. En el filme, los caracteres que cumplen el modelo social impuesto por las heterosexualidades hegemónicas son aceptados y aplaudidos en el espacio público, aunque sientan o prefieran lo contrario. En cambio, Rosa Elena y Sissi (Isabel Santos), mucho más fieles a su forma de ser, con identidades de género bien conformadas, son agredidos tanto física como psicológicamente por estereotipos e incomprensiones que les impiden llevar una vida placentera.

Pero Solaya va más allá: tras el hábil tratamiento de la homofobia y la transexualidad, centra su atención en el sujeto mujer, consumido tras el matrimonio por una existencia predeterminada que la encadena a tres jornadas de trabajo (laboral, doméstica y sexual), e incluso le obliga a travestirse para realizarse profesionalmente o recuperar la libertad.

Del filme también destacan la excelente banda sonora, compuesta por X Alfonso, así como la dirección de arte y la participación de la camerata Sine Nomine. Pero, si bien funciona perfectamente como un largometraje de ficción, pienso que Vestido de novia puede disfrutarse cabalmente solo una vez que hemos visto En el cuerpo equivocado, reconocido documental donde Solaya refleja la vida de Mavi Susel, una de las primeras personas que se sometieron a la reasignación de sexo en nuestro país y que, por demás, aparece brevemente en la película interpretando a una enfermera obstetra.

¿Nacemos hombres y mujeres o el contexto nos enseña a comportarnos como tales? ¿Cuál es el conflicto interno que sufre una persona cuyo sexo biológico e identidad de género son dispares? ¿De qué forma el proyecto social cubano ha visto y tratado históricamente a los homoerotismos? ¿Hemos avanzado algo en este sentido o aún tratamos al individuo gay como el otro, el diferente, el equivocado? ¿Acaso nuestro imaginario cultural prefiere a un heterosexual aparente que roba, viola y engaña, por encima de un homosexual consecuente con sus actos, que solo pide ser respetado?

He aquí algunas de las preguntas que intenta responder o deja planteadas Marilyn Solaya en su primer largometraje, un filme con la habilidad para superar el simple ajuste de cuentas y demostrarnos cómo al final puede triunfar el amor, no importa la naturaleza de quienes lo practiquen.

Maikel José Rodríguez Calviño

Texto de Maikel José Rodríguez Calviño
Máster en Ciencias del Arte. Escritor y crítico de arte.

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