Salud versus Sila Elisa

Una institución sanitaria representa un gran beneficio para las personas que de ella se sirven, sobre todo si se trata del Programa de Atención Materno Infantil. Pero también pueden constituir una amenaza para quienes sufren lo que bien podría llamarse daños colaterales. Tal es el caso de Sila Elisa Cabrera

Una institución sanitaria representa un gran beneficio para las personas que de ella se sirven, sobre todo si se trata del Programa de Atención Materno Infantil. Pero también pueden constituir una amenaza para quienes sufren lo que bien podría llamarse daños colaterales.

Tal es el caso de Sila Elisa Cabrera Oropeza, residente en Carretera Central, Kilómetro 383, No. 53, en la zona conocida como Chambelón. En una misiva a este órgano de prensa, a la que adjunta foto ilustrativa del caos, cuenta que desde que instalaron en el otrora domicilio colindante con el suyo un Hogar Materno no ha tenido más salubridad en su vida. “A partir de entonces la fosa, pequeña y no revestida, empezó a verter los desechos hacia mi vivienda y otras cercanas; la mía es la más afectada por estar muy cerca de dicho depósito”, narra.

Lo que ha venido después, según la lectora, es una avalancha de reclamaciones debido a la situación, que constituye un foco de infección por mosquitos, ratones y otros vectores. Todo, sin que jamás nadie, antes que esta reportera, pusiera un pie en el área de su propiedad para discernir el asunto. “Atendiendo a las quejas hicieron otra fosa pequeña y la conectaron a la antigua, pero tras un breve tiempo los desechos fluyeron nuevamente”, escribe Sila Elisa.

Refiere que en octubre de 2016 se quejó verbalmente ante la Dirección Municipal de Salud, y al no obtener respuesta remitió, en diciembre, una carta a la instancia provincial de ese organismo y a la Asamblea Provincial del Poder Popular. En enero de 2017 fue convocada a una cita allí, presidida por el entonces vicepresidente y con la participación de los factores implicados. De ella se derivó, afirma, el acuerdo de construir una nueva fosa en un período de 15 días. “Trajeron los ladrillos y todo se quedó allí; no se hizo nada”, apunta.

En junio del actual año, una nueva queja ante el Gobierno Provincial; entonces quedaron en citarla para un despacho con el actual vicepresidente, que todavía espera con ansias. Aunque a veces de forma muy espaciada, se evacuan los residuos con un carro-fosa, pero a los pocos días todo vuelve a empeorar en sus predios y en otros de la parte trasera, donde han cerrado el orificio abierto por ella para el escape del líquido pútrido. Con el paso del tiempo su estado emocional se deteriora más.

Sila Elisa está alarmada. El pasado 20 de octubre personal de Higiene detectó en las aguas pútridas de su patio larvas de Aedes aegypti y de Culex. Escambray vio las fosas, casi pegadas a la tapia divisoria, y se pregunta: ¿Tiene la lectora más percepción del riesgo que las autoridades de Salud Pública, cuando debería ser al revés? ¿No importa la salud en su hogar si el agua putrefacta no invade la institución? ¿Puede empeñarse la palabra e inexcusablemente incumplir con ella? Escambray aguarda respuestas.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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