Bush-Trump: canalladas en paralelo

La decisión de la administración Donald Trump de reactivar el Título III de la Ley Helms-Burton, de marzo de 1996, coincide en sus canallescos propósitos con el plan Bush de Asistencia a una Cuba libre, de mayo del 2006, en sus afanes de hacer de nuevo a Cuba una colonia del imperio

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Bush —al centro— y sus halcones Cheney y Rumsfeld, mostraron la misma agresividad y prepotencia que ahora practican Trump y los suyos. (Foto: tomada de Internet)
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Bush —al centro— y sus halcones Cheney y Rumsfeld, mostraron la misma agresividad y prepotencia que ahora practican Trump y los suyos. (Foto: tomada de Internet)

Hace 13 años, impactado por el cinismo sin límites del entonces presidente George W. Bush, al anunciar su plan de Asistencia a una Cuba libre —que de aplicarse hubiese suprimido de un plumazo todas las libertades nacionales e individuales en este archipiélago—, escribí un artículo titulado “Ciencia ficción del disparate”, porque me pareció que la imaginación y la prepotencia desbordada de Bush y su pandilla superaban incluso las de George Lucas y Steven Spielberg, dos de los más prolíficos creadores de este tipo de filmes. 

Nos preguntamos entonces si serían marcianos o ET esos señores,  única forma de aceptar que fuesen tan ignorantes y obtusos como para creerse que a un pueblo que se siente libre y dueño de su país al cabo de un siglo y medio de luchas se le pudiera retrotraer a los tiempos de la esclavitud, sin propiedades y sin derechos, gobernados por un procónsul yanqui que, como Paul Bremer en el Iraq entonces recién ocupado, impusiese las leyes dictadas por Washington.   

Dije entonces también que el poder de Estados Unidos y su jurisdicción no pasaban ni un milímetro más acá de la línea divisoria que marca en el Estrecho de la Florida los límites entre los dos países. En otras palabras: que su dominio acaba donde empieza el de Cuba, cuyo pueblo no los cree iluminados ni elegidos por nadie —mucho menos por Dios— para amenazar nuestra soberanía ni codiciar lo que nos pertenece, ni creerse cosas en otras partes del mundo.

Claro que Bush y su cohorte de extremistas, como Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Richard Perle, Paul Wolfowitz y otros, han sido relevados después de los dos períodos de Barack Obama, por otro equipo de fascistas, como el conformado por Donald Trump, Mike Pompeo, John Bolton, Mauricio Claver-Carone y Marco Rubio, entre otros, en lo que parece ser una emulación para ver quién resulta más repulsivamente reaccionario, agresivo y contumaz.

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La misma prepotencia y fatuidad de W. Bush, pero Trump le supera con su excentricidad imprevisible. (Foto: tomada de Internet).

Si se fuese a establecer alguna salvedad que marcara la diferencia entre ambas administraciones —la de Bush y la de Trump—, habría que citar a favor de la primera, que estaba obnubilada por la rápida victoria en la reciente guerra de agresión contra el Iraq de Saddam Hussein  —marzo-abril del 2003—, traicionado por sus generales, y se les antojó que, si lograron aquello, aun con la oposición de las Naciones Unidas, podrían repetir la experiencia en la Cuba de Martí y Fidel: ¡Qué equivocados estaban!

Pero pasados los ocho años de Obama, llegó Trump y, sin contienda ganada en ninguna parte, con la tarea de hacer control de daños de las guerras perdidas en Siria y Afganistán, y la inutilidad de la de Iraq, donde el gobierno de Bagdad tiene hoy día mejores relaciones con la República Islámica de Irán que con Washington —después de la pérdida de más de 5 000 norteamericanos y las heridas, mutilaciones y estrés postraumático de otros 200 000— poco hay que contar para sentirse eufóricos y prepotentes, como parece que se sienten ellos.

Sin embargo, una mirada a la situación actual en este continente permite percatarse de una situación que pudiera justificar, o al menos explicar, la línea agresiva que siguen Trump y su cohorte hacia la isla vecina, y es que en los últimos tiempos el proceso de derechización en el continente les ha hecho posible arreciar la presión contra Venezuela, que tiene en Cuba a uno de sus principales aliados y apoyos morales en el mundo.

Viéndolo así, el equipo rapaz de Donald Trump y sus tanques pensantes deduce que, mientras se arrecian al máximo las agresiones de todo tipo contra la patria de Bolívar, se impone hacerlo también contra la Isla de la Libertad, la que, luchando por su propia supervivencia, no estaría en plenas condiciones de auxiliar a su aliada sudamericana, y que una vez derrocado el Gobierno de Nicolás Maduro, cabría volcar entonces toda la enorme presión económica, política y mediática para cambiar los gobiernos de Nicaragua, Cuba y Bolivia, en ese orden.  

Cierto es que ya desde los días de su campaña electoral el abominable Trump había amenazado con desmontar, si llegaba a la Casa Blanca, todas las medidas adoptadas por Obama, incluido el incipiente acercamiento con Cuba, que llevó a la reapertura de su embajada en La Habana en julio del 2016, pero aun así cuesta imaginar que escoja para arreciar su ofensiva el momento de mayor avance democrático en la isla, cuando su proceso autóctono de democracia popular ha llegado al clímax con la aprobación de la más avanzada Constitución del hemisferio.

Si de razonamientos se trata, costaría trabajo también entender que Trump y su equipo hayan desatado bajo cuerda los procesos desestabilizadores en países como Nicaragua y Bolivia, que cuentan con dos de las economías más sanas y de mayor crecimiento a nivel regional, como parte de su cruzada de cambio de regímenes que no les son fieles.

Lo anterior da una idea de que —en Cuba, soslayando el fuerte apoyo popular a sus autoridades, y en Managua y La Paz, haciendo caso omiso de sus avances económicos— el Imperio trata de imponerse contra viento y marea. En el caso particular de la patria de Sandino, tiene el propósito adicional de impedir la construcción de un nuevo canal interoceánico que daría presencia permanente a China en Centroamérica; y en el país del Altiplano, apoderarse de sus inmensas riquezas minerales, empezando por el silicio.  

Así las cosas, no está de más recordar que el señor Bush, cuyos abuelos paterno y materno incurrieron en tiempos de la II Guerra Mundial en el grave delito de comercio con el enemigo, abandonó la poltrona presidencial sin haber podido coronar su sueño de ver a Cuba de rodillas, algo que, paradójicamente, uno de sus críticos más acerbos, Donald Trump, trata de lograr en circunstancias internacionales menos favorables, pues en los años transcurridos desde entonces otras dos potencias han surgido a la palestra: Rusia y China, cuyos intereses se complementan. 

En lo que a Cuba toca, 11 administraciones pasaron por Washington sin que el país haya cedido en uno solo de sus principios pese a las presiones colosales que recibe. ¿Qué les hace pensar a Trump y los suyos que con ellos al timón el resultado será exitoso?

La respuesta ya la dio Barack Obama en una de sus comparecencias públicas cuando, refiriéndose a las agresiones de más de 50 años de Estados Unidos contra Cuba, expresó que no se pueden esperar resultados diferentes haciendo lo mismo que se ha venido haciendo por décadas contra su vecina, y de la misma forma.

Conociendo la madera de que estamos hechos los cubanos y el influjo de Martí y Fidel en nuestros compatriotas, no hay que ser Nostradamus para vaticinar que el intento de aplicar totalmente el Título III de la Helms-Burton, como se proponen Trump y sus secuaces, con el fin de asfixiar a los cubanos y cambiar su sistema, está condenado al más bochornoso de los fracasos y servirá, entre otras cosas, para marcar los límites del poder imperial, porque, como dijera el Comandante en Jefe, “a Cuba no la tendrán jamás”.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

2 comentarios

  1. ALBERTO CANTALLOPS

    A VER COMO TE LO PUEDO EXPRESAR A LOS YANKEE .CUBA NUNCA SERA COLONIA DE EEUU.PRIMERO LOS REVOLUCIONARIOS.LOS FIDELISTAS.VOLAMOS LA ISLA EN PEDAZO CON LOS VOHETES NUCLEARES QUE TENEMOS.XQ NUESTROS PRINCIPIOS DICE.Q MORIR X LA PATRIA ES VIVIR.OJO QUE SI VOLAMOS LA ISLA.TAMBIEN VOLARA MIAMI ENTERO.VIVA EL LEGADO DE NUESTRO COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ.

    • Sí, señor Cantallops ¿será familia de Haroldo Cantallops, de la tropa de Camilo? Así mismo es, pues si en 1869 nuestros compatriotas quemaron Bayamo para que no cayera en manos de las tropas colonalistas españolas, los cubanos de hoy estamos dispuestos de, en última instancia, volar el país completo si con ello abrazamos con fuego a tan nefandos enemigos, como son Trump y su pandilla. Gracias.

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