Mario Rodríguez Valero: En La Revoltosa comenzaron mis trastadas revolucionarias

Ícono de la lucha clandestina en Cabaiguán, colaborador del Frente de Las Villas, combatiente de la LCB, alfabetizador y revolucionario hasta el último día, Mario Rodríguez Valero falleció en las primeras horas de la mañana de este lunes 26 de agosto. Escambray retoma una entrevista que le concediera a este órgano de prensa en el 2004

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El inclaudicable revolucionario conformó la reducida lista de los fundadores del Movimiento 26 de Julio en Cabaiguán. (Foto: Roberto Rivero)
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El inclaudicable revolucionario conformó la reducida lista de los fundadores del Movimiento 26 de Julio en Cabaiguán. (Foto: Roberto Rivero)

Mario Rodríguez Valero tiene siete vidas como el gato. Cuando se lo dices, la carcajada le cubre el rostro, las manos, el cuerpo entero. El sillón va y viene y no se compadece de la grabadora, presta a cada detalle. Aunque el tiempo encanezca, la memoria trama las revelaciones de quien hoy lleva la guayabera de ocasión, el pelo al lado y la historia colmándole la voz de 66 años.

La aventura le asistió desde la niñez: con seis años vino a Cabaiguán desde La Esperanza, Punta de Diamante, donde el infortunio gobernaba la sitiería. “Aquí limpié zapatos y poco a poco me metí en el sector del Comercio; empecé como barrendero en la tienda La Revoltosa y terminé en las funciones de recibidor de mercancías. Ahí comenzaron mis trastadas revolucionarias.

“Me detienen por primera vez cuando la huelga azucarera del 55. Al salir de la Iglesia -fui Presidente de la Juventud Obrera Católica de 1954 a 1956- para localizar a otros compañeros, los guardias, que tenían cercado el lugar, me entraron a plan de machete y a golpe puro. Logré irme, sin embargo, me fueron a buscar a la tienda”.

La rebeldía anidó, creció en el cuerpo del muchacho imberbe. En Cabaiguán reverberaba la osadía de los tabaqueros, de la clase obrera en general. Una visita de Faustino Pérez le insufló otro rumbo a las acciones libertarias.

“La primera misión que cumplo dentro del Movimiento 26 de Julio fue la de elaborar, junto con un primo mío, el croquis del pueblo, con sus sitios estratégicos. Estuve al frente de una célula y fui también Jefe de Propaganda del Movimiento en el municipio, entre otras responsabilidades”.

Otro destino le cuajaba a la nación. Sabotajes, distribución de proclamas, traslado de mensajes, paros obreros… Sucesos de La Llorona, amigos cayendo. Incertidumbre en algunos. Más sangre joven y Mario no se abstiene de la lucha. Acoso de la policía. 

En las 14 veces que usted estuvo en prisión, ¿cuándo la muerte le rondó más cerca?

“Fue en el ’58, ese día me soltaron a las once de la noche por detrás del cuartel. Con la hoja negra que ya tenía, te puedes imaginar. Me dije: ’Me van a aplicar una supuesta fuga’. Salí en zigzag para donde vivía, mi casa quedaba a dos cuadras. Detrás del cuartel había un nido de ametralladoras; pero no me tiraron.

“Mi padre me rogó en varias ocasiones para que dejara aquello. Una noche me fueron a buscar a la tienda para asesinarme y dos compañeras, Orfelina Rodríguez y Odilia Morera, se montaron también en el yipi, junto con los criminales, y ellas les dijeron: ’Nosotras vamos para donde se lo lleven’. Yo le debo la vida a la cantidad de mujeres que trabajaban conmigo. Tuve la oportunidad de ser jefe de una célula, cumplimos muchísimas misiones y nadie de mi gente puede decir que los embarqué”.

LOS UNIFORMES DE LA TROPA

En octubre de 1958 hombres de rostros graves, escuálidos, con las barbas de la memoria, llegan a las montañas del Escambray. “Venían desbarata’os, pero con una disposición del carajo, según Mario.

“Quería alzarme, pero Miguel Reyes, un compañero de la clandestinidad, me recalcó que debía permanecer aquí, en la ciudad; él sí subió a las lomas. Un día me mandan a buscar y Ramiro Valdés me da la misión, por encargo del Che, de comprar caqui para uniformar a la columna. Lo localizamos en la tienda de La Habana, en Sancti Spíritus. Subo a la loma de nuevo, hablo con Ramiro, él a su vez con el Che y me dan el dinero. Un compañero trae la carga desde Sancti Spíritus y nosotros la estábamos esperando en la tienda La Revoltosa”.

De nuevo llega la zozobra. Los guardias merodean y se destacan cerca del lugar. El dueño de la camioneta que llevará la carga hormiguea de temblores. “Arranca esto”, le ordena Mario y le pone la pistola en un costado. Y hasta Manaca-Ranzola no para el carro.

– ¿Y quién va a hacer los uniformes?, le pregunta el Che a Mario.

– Yo tengo una compañera, le responde.

El joven de apenas 20 años retorna a Cabaiguán y le confía la misión a Gladys Viera Díaz.

OTRAS MISIONES

¿Qué acciones específicas enfrenta usted cuando la toma de Cabaiguán por las fuerzas rebeldes?

“Yo bajo de la loma la noche anterior. A mí y a otros combatientes nos dan la misión de asegurar los abastecimientos y la comida para la tropa. El Movimiento 26 de Julio también me encarga detener a los chivatos vinculados a crímenes como el de La Llorona. Veo al Che de nuevo en la Comandancia, en la calle Natividad, allí nos da algunas orientaciones, incluida la de resolver calzado a los combatientes”.

Pólvora, mucha pólvora. Los esbirros van a sus escondrijos; demasiado miedo, demasiada culpa llevan sus manos. Ahí están los rebeldes con los uniformes cosidos por Gladys. El 22 de diciembre a la ciudad le nace otra historia. “¿Qué hubiera dicho de esto Puti (Rogelio Rojas)?”, se pregunta Mario al recordar al amigo de lucha. Y sigue caminando.

Luego del Primero de Enero, ¿cuándo ve de nuevo al Che?

“En un acto en El Pedrero y en el primer aniversario de la liberación de Cabaiguán. En compañía de otros compañeros, fuimos a buscarlo a Sancti Spíritus; él aterrizó en una especie de pista, cerca del actual aeropuerto. Cuando fuimos a ver el Che venía piloteando (el piloto estaba detrás de él). Ese día habló en el parque y Faustino le entregó la condición de Hijo Adoptivo del pueblo. Lo vi otra vez en uno de los cayos al norte de Las Villas, cuando yo participaba en el proceso de construcción del Partido en la región de Caibarién”.

HASTA LAS ARENAS BLANCAS

“El desembarco por Playa Girón no fue una sorpresa, la agresión era inminente”, recuerda Rodríguez Valero, quien en ese entonces se encontraba en Santa Clara como coordinador del Movimiento 26 de Julio del Escambray.

En las primeras horas del ataque, en la estación de ferrocarriles, un grupo de brigadistas de la Campaña de Alfabetización estaban próximos a partir hacia Varadero para comenzar su preparación. Mario, junto a otros miembros del Movimiento, acude a la terminal. “No hay marcha atrás”, exclaman los muchachos de cuerpos breves.

San Blas ha sido tomado por los paracaidistas, comentan algunos. El joven cabaiguanense y otros compañeros no se sustraen de los acontecimientos. Durante el trayecto se precipitan las acciones. Se unen a la tropa de Dreke, que es herido. Granadas, voces casi imperceptibles, oídos a punto de estallar. San Blas queda atrás. Mario está bajo el mando del Comandante Saborit. Prosiguen la marcha. Emboscada. “Mamey y zapote nos están cayendo arriba”, grita el espirituano; mas, los disparos enmudecen su voz.

Al camión, los heridos. “Déjenme, sigan ustedes”, le pide un muchacho del Batallón 116. Y ahora aquella ametralladora empecinada contra el carro. “Nos van a joder a todos”, piensa. Refuerzos, alivio grande. Las fuerzas avanzan hasta llegar a la playa.

“Vi a Fidel ahí mismo. Delante de nosotros, sobre el capó de una máquina, redactó el comunicado de la victoria. A ciencia cierta, Girón nos hizo más hombres y nos preparó para lo que venía”.

LA CAMPAÑA DE LOS FAROLES

Mario sube con su memoria por los trillos de las montañas. “Juan Almeida y Arnaldo Milián me asignan como coordinador de la Campaña de Alfabetización en el bloque No. 1, del plan especial del Escambray, la zona más peligrosa de Cuba”. Lo dice con un sosiego que sobrecoge.

Su ropa verde olivo vuelve a oler a monte, echa en el jeepunas latas de sardinas… Y los alzados acechando. Condado, Méyer, Pitajones, Polo Viejo, Charco Azul…Y su cuerpo intenta acomodarse en la hamaca que arma donde lo sorprende la noche. Y el fusil M-52 bien asido por la mano. “¿A cuántos alfabetizaste esta semana y cuántos bandidos cogiste?, es la pregunta habitual de Almeida.

Alerta. En La Pastora un brigadista, con la soga al cuello, se zafa milagrosamente. En Araca los pobladores esconden a las muchachas en los escaparates, debajo de las colchonetas…

Limones Cantero. El airecillo que baja intranquilo de la montaña despierta las hojas del bienvestido, que todavía declara su inocencia en el crimen. De sus ramas aún cuelga la muerte. Manuel Ascunce y Pedro Lantigua. “Todavía me duele la mano del puñetazo que di contra el árbol”.

Y ningún farol se apagó.

DE PRISA POR LA VIDA

Otros caminos toma la vida de aquel joven con 23 años. Luego de cursar estudios políticos en Santa Clara pasa a la construcción del Partido en Camajuaní, Caibarién, Yaguajay… En 1965 retorna a Sancti Spíritus como organizador del Comité Regional del Partido. Es su Primer Secretario en Cabaiguán. Funda el Instituto de Veterinaria aquí. Regresa al Comité Regional. Se crea la provincia de Sancti Spíritus. Nuevas responsabilidades en el Buró. Ingresa en la Escuela Superior del Partido Ñico López. De vuelta continúa en el Buró. En marzo de 1987 llegó lo inesperado: la dirección del Combinado de Productos Lácteos Río Zaza.

¿A cuál filosofía recurrió cuando puso el primer pie allí?

“A la confianza en el hombre, a la exigencia, al trabajo en equipo. Aquel lugar era un monstruo por lo grande y los problemas que tenía. Me reuní con cada turno de cada fábrica. Le pedí a la gente que no me robaran, que si tenían dificultades hablaran conmigo. Llegamos a romper todos los récords productivos. Durante el tiempo que permanecí en el puesto se operaron 15 trabajadores a corazón abierto. La gente sintió en la piel la preocupación de un director, aunque, en verdad, no era perfecto”.

¿Alguna recompensa?

“Cuando estuve ingresado en el hospital provincial me fueron a ver muchos compañeros y compañeras del Combinado, incluso, en la casa de uno ellos me preparaban los alimentos, además de él quedarse conmigo. Yo le decía a los médicos que me ayudaran a salir de allí, claro, por delante, no por detrás (ríe a carcajadas). Por eso, sin la dedicación de ellos y las enfermeras, no estuviera dándote esta entrevista. Óigame, yo soy duro de matar”.

Enrique Ojito

Texto de Enrique Ojito
Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida (2020). Máster en Ciencias de la Comunicación. Ganador de los más importantes concursos periodísticos del país.

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