Nunca sentí tan cerca el peligro de una enfermedad (+video)

Confiesa el reconocido pediatra espirituano Redelio Rendón Fernández, quien luego de haber tenido contacto con un niño positivo a la COVID-19 —ingresado primero en la sala de Respiratorio del Hospital Pediátrico Provincial— también fue sometido a estudio y ha tenido que mantenerse en aislamiento

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El doctor Redelio (a la derecha con pulóver azul) durante el aislamiento en el centro Vladislav Volkov.
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El doctor Redelio (a la derecha con pulóver azul) durante el aislamiento en el centro Vladislav Volkov.

En toda su vida, que recuerde ahora, había estado ingresado solo una vez. Fue hace más de 15 años, allá por el 2004 en Honduras, cuando aquel accidente del tránsito le fracturó más que los huesos; quizás. Lo normal ha sido siempre estar del otro lado de la cama: ser el que examina y no el examinado; ser el que prescribe análisis y no al que pinchan; ser el que vela por los demás y no el que mantiene en vilo a tantos; ser el médico y no el paciente como lo fue.

El lunes 6 de abril el doctor Redelio Rendón Fernández —especialista de primer grado en Pediatría, jefe del grupo provincial de la especialidad y uno de los tres pediatras designados en la provincia como expertos para el manejo de los pacientes con la COVID-19— había entrado a la guardia en la sala de Respiratorio, en el Hospital Pediátrico Provincial, donde labora desde el 2010.

“El día antes había ingresado en la sala un adolescente de 18 años de edad con una bronconeumonía extensa. Se le pasó visita con todas las medidas de seguridad, como se hace ahora en todos los casos: bata, sobrebata, guantes, nasobuco…. El paciente —detalla el doctor como si tuviese la historia clínica delante— se hallaba clínicamente bien, no hizo fiebre, no tuvo falta de aire, no hubo que volverlo a ver.

“Ese mismo día se recibe la indicación de que a todos los pacientes ingresados en la sala se les hiciera PCR; entonces se le indica para el martes y se le hizo”.

El joven, que luego levantaría una ola de preocupaciones por él y por los médicos que lo asistieron, estuvo bien hasta el jueves cuando comenzó a inflamarse y se le diagnosticó una crisis hipertensiva.

“La guardia lo interconsultó con Cardiología, todos los estudios estuvieron bien, y con Nefrología; luego de los exámenes de urgencia la nefróloga lo interpretó como una nefritis y se traslada al servicio de Nefrología”.

Eso lo supo Redelio el viernes cuando llegó otra vez a la guardia, igual que supo también que la PCR del joven aquel era positiva a la COVID-19.

“Extremando todas las medidas se llevó para la Sala G, que es la habilitada en el hospital para esos casos, hasta que se trasladó para Villa Clara. El paciente estaba afebril y asintomático”.

Y comenzaron los otros contagios: la búsqueda a todos los que habían tenido contacto con el paciente durante el ingreso; el pinchazo y los tests rápidos que daban negativos; la PCR luego y la espera; la guagua aguardando por todos y trasladando a médicos, enfermeras, residentes, internos, técnicos de rayos X de Laboratorio hasta la Escuela Pedagógica Vladislav Volkov para confinarlos en aislamiento.

“Éramos como 20, porque cerca de 10 fueron ingresados en el Hospital Provincial de Rehabilitación porque dijeron tener algunos síntomas; ya esos se veían muertos —bromea un tanto para disipar el estrés de los días vividos—.

“Yo no me sentía nada; el temor siempre está. Había madres que lloraban porque habían dormido con sus niños; doctores que temían haber contagiado a su familia; yo estaba solo con mi esposa y los nietos no habían tenido contacto conmigo y aunque habíamos cumplido todas las normas de bioseguridad nadie sabía si era o no positivo al nuevo coronavirus”.

Era, quizás, esa sensación rara de la que jamás aprenderán a curarse los doctores: enfermar. Como nunca antes estaban en aquellos cubículos sin el estetoscopio en el cuello, sin las recetas abultando los bolsillos de la bata, sin el cuño para prescribir nada.

“Sí, es tenso. Las atenciones fueron excelentes, había un equipo multidisciplinario para atendernos integrado por los trabajadores de la escuela, los de Salud y hasta las autoridades del Partido, del Gobierno, del Ministerio del Interior.

“La bandeja con la comida nos la llevaban hasta la cama y en cada cubículo había un televisor. Lo que más golpeaba era la nostalgia y el miedo a estar enfermo y a haber contagiado a la familia”.

Por lo menos él tuvo que domar la hiperquinesia que lo obliga a no poder estar sentado —nada más en la consulta— y los nervios para transmitirle serenidad a los otros.

“Los pediatras son uno de los profesionales de la salud más sensibles por los pacientes que atienden y el Hospital Pediátrico se caracteriza por la unidad, la cohesión entre el colectivo. Esta experiencia nos sirvió para unirnos más, fortalecernos, de allí salió todo el mundo dándose los teléfonos, llamándonos…”.

Por más que se sepan humanos, tan infalibles como el resto de los que atienden, la incertidumbre ante la posible confirmación de un diagnóstico no suele estar en sus recetas.

“Como parte de la sociedad uno está preparado para que puedas enfermar y más cuando como ahora trabajas con pacientes con infecciones respiratorias agudas. Uno se prepara sicológicamente, pero nadie quiere enfermarse. Nunca sentí tan cerca el peligro de una enfermedad”.

El lunes pasado en la noche el resultado de los exámenes procesados en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí sería el mejor de los medicamentos: los doctores que asistieron al joven positivo a la COVID-19 en el Pediátrico espirituano fueron negativos a la enfermedad.

Ahora vuelve a respirar Redelio en su casa, mientras el teléfono burla el aislamiento al que deberá estar sometido durante 14 días para después cambiar el short del hogar por la bata blanca, para salir a desvelarse por otros y salvar como siempre.

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

8 comentarios

  1. Que clase de aislamiento es ese cuando están todos juntos, esa es una gran irresponsabilidad!!!
    Si están ahí ingresados es porque presentan un alto riesgo de padecer la enfermedad, entonces deben cumplir estrictamente el distanciamiento.

  2. ME ALEGRO QUE ESTEN BIEN. A REDELIO LO CONOZCO PORQUE ES HERMANO DE UN COMPAÑERO DE TRABAJO (REUDILIO), QUE POR CIERTO ESTÁ ENFERMO Y OJALA SE CURE PRONTO. LO QUE VEO QUE VIOLARON UNA DE LAS MEDIDAS Y ESTAN TODOS JUNTICOS Y ABRAZADOS. jAJAJA. DEBE SER LA ALEGRIA DE SABER QUE NO ESTAR ENFERMOS.

    • Dr Redelio me alegro que usted y sus colegas estén limpios del coronavirus. Lo considero un Dios desde que salvó a mi niña de un mes de un coqueluche severo en diciembre de 2014. Cuídense mucho que queda mucha batalla que librar contra esta pandemia.

  3. Maravilloso medico y sobre todo maravilloso ser humanos, gracias por todo y sabia que todos estarian bien ya que son excelentes profesionales.

  4. Orestico y irina

    Me alegro mucho de que estés bien después de lo que pasaste, recuerda que usted es un medico espectacular y su presencia es importante en esa sala de respiratorio para continuar la labor de cada día curar y en ocasiones salvar niños. saludos orestico y irina Trinidad.

  5. El doctor Redelio atendió a mi niña unos días antes de que la COVID-19 llegara a Cuba, y puedo decir que es un profesional de primera. «Profe» comencé a llamarle por la excelencia de sus clases en los pases de visita. Me alegra mucho que se encuentre bien y que ya pronto pueda comenzar de nuevo sus labores igual que los restantes sospechosos. Esto demuestra que respetando todas las normas de seguridad podemos salir sin contagio. Ellos haciendo lo suyo. Nosotros quedémonos en casa.

    • Doctor que alegría saber k.ud se encuentra bien. Atendió a mi.niño un día k estaba de guardia, es un profesional de primera y consulta con mucha paciencia, detallando cada explicación mientas enseña a los alumnos, abrazos para ud y sus compañeros. Excelentes profesionales todos!!!

  6. Mayelin Valdés

    Felicidades a todos los trabajadores que atendieron al joven y cumplieron con las medidas de bioseguridad e higiénicas lo que hizo posible que no se enfermaran.

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