Trump: de dislate en dislate

Nadie sabe cuándo va a parar el peor presidente en la historia de Estados Unidos de cometer desatinos y de pelearse con todo el mundo, transgrediendo las leyes de la política, la diplomacia y las buenas costumbres

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El mandatario pareciera decir: “Por aquí me voy”, y de veras que puede marcharse en noviembre.
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El mandatario pareciera decir: “Por aquí me voy”, y de veras que puede marcharse en noviembre.

Bajo el título Buenas y malas noticias, un reputado medio español señaló hace poco: “Sin un resquicio de grandeza o empatía, el globo pinchado de la presidencia de Trump expira la huella de su vacío”. Se trata de un enfoque progresivamente más crítico y más frecuente hacia el presidente estadounidense en la prensa europea, donde los exabruptos del magnate y su política de América primero, están causando reacciones cada vez más negativas a distintos niveles.

Acusado por sus adversarios demócratas de estar erosionando rápidamente los vínculos de la superpotencia con sus aliados, sobre todo del Viejo Continente, el excéntrico presidente recién declaró: “Acabo de averiguar que la Unión Europea (UE) se formó para aprovecharse de Estados Unidos”.

No contento con esa expresión, la repitió y añadió: “Lo sé y ellos saben que yo lo sé, pero otros presidentes no tenían idea”. Luego recalcó que Europa “nunca nos ha tratado bien”, y que “la Unión Europea fue creada para competir con Estados Unidos”. Para quienes conocen de historia, hay que reconocer que, si bien a los efectos diplomáticos tales expresiones están fuera de lugar, no es menos cierto que tienen razón en parte, porque la UE no se constituyó solo para competir con los norteamericanos, sino contra el resto del planeta.  

Ya sin esta última perla ofensiva, la canciller alemana Ángela Merkel había puesto en duda la continuidad del liderazgo de Estados Unidos al frente de Occidente como su principal potencia mundial, basada en el rumbo que ha impreso Washington a su política exterior bajo la batuta de Donald Trump y, en específico, su actuación frente a la pandemia de la COVID-19 y su proyección de apropiarse con carácter exclusivo de los medicamentos más novedosos y eficaces bajo el enfoque de “sálvese quien pueda”.

Lo cierto es que, mírese desde donde se mire, al parecer en los últimos tiempos Trump prácticamente no hace ninguna cosa bien, ni en lo interno ni en lo externo, pues su reciente viaje a la Florida, aunque complació a los elementos más recalcitrantes de la mafia cubano americana radicados en Miami, y a los de la oposición venezolana, ha sido cuestionado duramente por escoger para su acto de corte politiquero al estado que ha devenido epicentro de la actual pandemia de COVID-19 en Estados Unidos, con cerca de 9 000 nuevos casos diarios, sin que se dignara a hablar del tema. 

Resulta lógico que el Presidente, inmerso en los últimos meses de su campaña política por la reelección, donde marcha con una desventaja cercana al 10 por ciento —según las encuestas—, eche garra a todo cuanto según su tarada apreciación, pueda ayudarle; de ahí su espectáculo teatral floridano, estado que cuenta con 29 votos electorales y que, en un pareo estrecho, puede resultar decisivo el próximo 3 de noviembre.

Como quiera que se mire, ya no se nota en el millonario la seguridad que exteriorizó cuando dijo con todo cinismo durante la campaña electoral del 2016 frente a Hillary Clinton que si bajaba —de la Torre Tump—  a la Quinta Avenida, podía disparar y matar a alguien sin que perdiera ni uno solo de los votos de su base de apoyo.

Claro que de eso hace cuatro años, y la confianza ciega en sus fieles votantes, ya no es la misma, quizá por aquello de que el poder desgasta, mucho más cuando su principal punto de apoyo, el buen desempeño económico hasta el inicio de la actual pandemia, se revirtió y hoy la economía está en recesión acelerada y con un desempleo galopante.

Súmese a lo anterior el mal manejo del enfrentamiento al nuevo coronavirus, que ha provocado ya cerca de 135 000 víctimas, y las manifestaciones por el asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd por un policía en plena vía pública, hace algunas semanas, y hay que reconocerle a Trump motivos más que fundados para estar inquieto. 

En este contexto, debe reconocerse el acierto del periodista mexicano David Brooks, cuando expresa: “Con la economía y la salud pública fuera de control, el presidente más peligroso de la historia moderna y la mayor amenaza a la democracia estadounidense —apreciación compartida por múltiples excolaboradores de la Casa Blanca, varios prominentes generales y almirantes, figuras nacionales conservadoras como George Hill, y hasta pensadores de izquierda como Noam Chomsky— se vuelve cada vez más alarmante”. (“Peligro”, American Curios, 13 de julio).

Pero Trump no acaba de sorprender a unos y otros con su desparpajo y desfachatez. Al igual que antes, trató de manipular abusando de sus prerrogativas a los funcionarios que investigaban la supuesta injerencia rusa en las elecciones que le llevaron al poder, ahora acaba de conmutar la sentencia a prisión de su amigo Roger Stone, sindicado de obstruir la justicia en la investigación seguida al propio presidente.

Es algo a lo que incluso Richard Nixon, considerado el presidente más tramposo en la historia de la Unión, jamás se atrevió, ni siquiera durante la etapa más crítica del Caso Watergate, que a la postre hubo de costarle el puesto. Pero se trata de Donald Trump, un hombre que desde el más alto cargo de la mayor potencia del orbe parece que pugna por imponer marcas muy difíciles de igualar.

A Trump pareciera que “le resbalan” los juicios de personas como el citado Hill, que lo considera el peor presidente en la historia de su país, y el de instituciones como la que agrupa a los historiadores norteamericanos. Recientes encuestas ofrecen que Trump cuenta con un 38 por ciento de aprobación y un 57, de rechazo.

Preciso es ver entonces qué sucederá el 3 de noviembre, cuando se definirá si en Estados Unidos se puede hacer todo al revés, ofender a todos, burlarse de los demás, implantar récords de malas prácticas, romper tratados, poner al planeta en peligro, sancionar a más de medio mundo, y aun así ganar las elecciones.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

2 comentarios

  1. Miguel Angel Marquez

    Siempre busco en el Escambray las noticias economicas y demas de nuestra tierra. Y el trabajo de Pastor Guzman muy acertado para el momento actual. Me complace ver la calidad de lo que aqui se ofrece al publico en sentido general.

    • Satisfecho y favorablemente sorprendido al ver este mensaje del excelente profesor de Historia Miguel Ángel Márquez, de quien hace años no tenía noticias. Recuerdo con nostalgia el tiempo en que fui su alumno de secundaria básica. Muchas gracias por sus opiniones.
      PGC

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