El explorador de Sur del Jíbaro (+fotos)

Tan temprano como en 1960 realizó Delfín de la Cruz Uría los primeros trazos topográficos de lo que sería después la infraestructura arrocera más integral de Cuba

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Si algo deleita al topógrafo es repasar con detenimiento el plano general de la Arrocera Sur del Jíbaro. (Foto: José Luis Camellón/ Escambray)

Voy a contar la historia de un sabio de los relieves, que bien joven se enamoró de la topografía y a los 83 años sigue casado con la profesión; espirituano humilde que ha tejido una obra laboral tan exclusiva como útil e irrepetible; tal vez el humano más caminador de esa superficie desde que en 1960 se insertó en los primeros estudios de lo que a la postre sería la infraestructura arrocera e hidráulica más integral de Cuba; quizá el único aún en funciones de aquellos exploradores de Sur del Jíbaro, cuyos proyectos se volvieron una Biblia para el regadío de las terrazas.

Voy a develar la huella de un hombre imprescindible que nunca necesitó publicidad, tampoco aspiró a elogios ni estímulos, “en mi vida solo he recibido un televisor, y es suficiente”, dice con palabras que acuñan su franqueza.

Delfín de la Cruz Uría no supo amoldar la vida nómada con el reposo de la jubilación, por eso a los tres meses estaba otra vez al borde de las terrazas y canales; “Es que soy un arrocero hidráulico”, dice como si quisiera poner en orden la topografía de su alma.

“Todavía siento que puedo dar más, ¿por qué me voy a apartar?; además, tengo que preparar el relevo”; narra ahora desde su casa, el lugar donde menos tiempo ha pasado en muchas décadas. Acomoda el nasobuco, se inclina sobre el primer mapa oficial de la Arrocera Sur del Jíbaro concluido en 1974 y del cual es uno de los proyectistas; lo mira como si fuese el mejor lienzo que se haya dibujado jamás de la zona; suspira profundo para tratar de despertar con exactitud los recuerdos.

“Empecé a trabajar en marzo de 1959 en la primera variante de la presa Zaza por la zona de Neiva, en Cabaiguán, entonces solo se pensaba en almacenar agua, no se hablaba del arroz. Andaban buscando un topógrafo, no tenía conocimientos de eso, pero me prestaron un libro y me gustó aquello. Luego pasé un curso que impartieron especialistas de la Unión Soviética aquí en Cuba.

“Específicamente esos estudios se realizaron en lo que hoy se conoce como Estación Hidrométrica Paso Ventura; en la casa del señor nombrado así teníamos la oficina de lo que en aquel tiempo era el Grupo de Recursos Hidráulicos, perteneciente a la Comisión Nacional de Fomento; ese lugar fue solo una de las diversas variantes que se tuvieron en cuenta para construir la presa”.

No sospechaba entonces que la reciente profesión lo situaría en el borde delantero del desarrollo agrícola e hidráulico de la zona central del país, tejiendo un itinerario que inspira respeto: participó en los estudios topográficos del Plan Yabú y la presa Minerva, en las cercanías de Santa Clara; del Plan Banao, al sur de Sancti Spíritus; la presa Aridanes, en Yaguajay y la Empresa La Cuba, en Ciego de Ávila; pero caminó también los relieves de Isabela de Sagua, Las Llanadas, playa La Boca, Managuaco, Cienfuegos…

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Los 83 años no impiden a Delfín hacer trabajos topográficos. (Foto: Aracely Venegas)

¿Cómo llegó usted a la llanura de La Sierpe?

En 1960 viene un ingeniero de la Comisión Nacional de Fomento a buscar unas muestras de suelo en la zona de Mapos y me integraron a ese trabajo, concretamente dando las calicatas           —estudio al perfil del suelo para definir las diferentes capas—; se pretendía conocer las características del terreno, el potencial agrícola para arroz y otros cultivos.

Coincidimos allí más de 20 comisiones de estudio, en esa época la topografía se trabajaba en monte firme, para realizar las mediciones primero había que hacer trochas a hacha y machete; todo en condiciones de campaña, bajo el fango cuando las primaveras eran de verdad. Empiezo a oír las ideas de hacer sistemas de riego y desarrollar el arroz, porque ahí se está sembrando el cultivo desde 1940; pero no imaginaba que aquel trabajo inicial terminaría después en la infraestructura que existe hoy.

Para hacer canales, diques y terrazas hay que conocer la topografía del terreno al detalle; esos estudios abarcaron unos 500 kilómetros cuadrados, desde Mapos hasta el río Jatibonico del Sur y demoraron de 1960 hasta 1967; luego se siguieron hasta Limones, en la provincia de Ciego de Ávila. En eso estuve hasta 1969, cuando me pasaron al Canal Magistral que empezó a construirse.

¿Cuánto aportó la topografía a Sur del Jíbaro?

Fue uno de los aciertos de ese gran sistema de riego por gravedad; se sabía que había una pendiente idónea, un suelo de masa y una llanura compacta, pero el estudio del relieve aportó las precisiones técnicas para el trazado hidráulico.

Después hubo un trabajo de desbroce tremendo para preparar el terreno para el cultivo y la construcción de los canales. Ya en 1963 se empezaron a ejecutar los sistemas sin estar hecha la presa Zaza todavía; se sacaba agua de una estación de bombeo en el río que tenía como 16 turbinas e irrigaba un área grande.

¿Acaso se construyó el sistema al revés?

Todos esos canales que se hicieron antes de la Zaza sirvieron; el canal principal debe tener una pendiente, el secundario otra, el terciario también, y cuando nace la presa eso estaba hecho ya hidráulicamente; se acoplaron porque fueron construidos técnicamente a partir de un estudio topográfico exacto y preciso.

Puede verse como que se empezó al revés, se hizo el sistema de riego y después, a los pocos años, se construyen la presa Zaza y el Canal Magistral para usar el agua por gravedad y todo se integró. Se hubiera perdido tiempo si se hubiese esperado a ejecutar esas dos obras para empezar a desarrollar los canales.

Cuando comienza el programa arrocero en 1967, impulsado por Fidel, ¿por dónde andaba usted?

Proyectando canales junto a otros compañeros; participamos en toda esa proyección hidráulica de los sistemas de riego que después se acoplaron al sistema Zaza. Muchas veces los proyectos salían en un borrador, no es como ahora que introduces los datos en una computadora y hasta dibuja el canal y todo.

Antes había que poner un papel milimetrado, situar las cotas, calcular el fondo del canal, el nivel de agua, el dique, el movimiento de tierra cada 50 metros, y sumar todo eso a mano porque ni calculadora había; a veces no teníamos ni una reglita para trazar la raya, no pocos canales se hicieron con el proyecto en borrador.

No tuve participación directa en las visitas de Fidel, sí veíamos el trabajo que se quería hacer y se orientaba; con frecuencia se oía: “Fidel está por tal zona”; yo estaba concentrado en lo mío, confiaba en aquella proyección, era un plan correcto, viable, muy estratégico.

Segundo de derecha a izquierda y detrás, en la casa del señor Ventura en 1959, como integrante de la Comisión de Estudios.

¿Cómo fue posible realizar un estudio tan preciso en condiciones de campaña y con tecnología poco desarrollada?

Por el cuidado que se tenía con el trabajo, es importante el interés que usted le ponga a las cosas, la dedicación, el sentido de pertenencia, la responsabilidad con la que lo estábamos haciendo; sin los adelantos tecnológicos de hoy se proyectó y construyó un sistema hidráulico que funciona correctamente.

Sabía que estábamos ocupados en algo de mucho valor y utilidad, porque el trabajo de topografía y proyecto es con vistas al desarrollo. El primer plano general que se hace de la infraestructura arrocera e hidráulica de Sur del Jíbaro se termina en julio de 1974; el mismo que ves hoy por todos lados, tuvo seis autores entre soviéticos y cubanos, yo fui el proyectista.

¿Siempre acertó en la topografía y los proyectos?

Esas actividades exigían mucha precisión, que yo sepa no hubo que rectificar nada que saliera de mi trabajo.

En la presa Zaza participé en la rectificación de la línea base del eje de la cortina, primero el topógrafo Israel Morales había puesto los puntos, y en un levantamiento topográfico a ambos lados de la cortina. Fui uno de los jefes técnicos de la construcción del Canal Magistral, intervine en el tramo desde la Loma, en Chorrera, hasta el P5, unos 7 u 8 kilómetros. Luego me llevaron para Santa Clara para trabajar como jefe del grupo que proyectó el sistema de riego de la Arrocera e hicimos el mapa oficial de esa infraestructura.

¿No está agotado después de más de 60 años de labor?

Cuando los trabajos se hacen bien no te cansas y te hablo de una época donde el nivel de consagración era total; tuve etapas de estar días sin venir a Sancti Spíritus, entonces mi mujer buscaba un teléfono para saber de mí; así sabía yo de ella y de mis dos hijos.

Cuando regresé de Santa Clara en 1974 me incorporé a la Empresa Sur del Jíbaro en el frente de Proyecto y Topografía. Siempre estuve ligado a la parte hidráulica, pero soy arrocero desde 1960 y todavía estoy en funciones de la topografía. Me fue útil estudiar también Hidrotecnia, hacerme ingeniero agrónomo y técnico en Construcción Civil, necesitaba el lenguaje de esas carreras.

¿Qué reglas definen al topógrafo?

Lo primero es no decir mentira y si te equivocas volverlo a hacer; pensar siempre, chequear, si la cota es 10 centímetros, no puedes informar 9 u 11. No me creo experto en el oficio, solo que tanto tiempo repitiendo lo mismo aporta aprendizaje y una experiencia valiosa; el topógrafo no se puede cansar, tampoco apurarse; si algún acierto he tenido es haberme enamorado de esta hermosa profesión; saberme útil es la mayor satisfacción que tengo.

José Luis Camellón

Texto de José Luis Camellón
Reportero de Escambray por más de 15 años. Especializado en temas económicos.

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