A nosotros nos toca contar nuestra verdad en la escena

Con un modo de hacer calificado de extrañado, pero que muestra indiscutibles aciertos, el joven artista Yanny González asume la dirección de Teatro La Trinidad, agrupación fundada hace más de una década

Yanny González, director de Teatro La Trinidad. (Foto: Cortesía de la agrupación)

En medio de un ensayo técnico de la obra Ópera Pánica, su más reciente proyecto, converso con Yanny González, director de Teatro La Trinidad, agrupación fundada hace más de una década. Este joven artista ha venido concretando un modo de hacer que califico de extrañado, pero que muestra indiscutibles aciertos.

Ópera Pánica es el segundo texto de Alejandro Jodorowsky que el elenco lleva a escena. ¿Qué asuntos lo alientan a defender una estética tan extraña al teatro cubano en general?

Cuando me hablas de estética de grupo pienso en grandes del teatro cubano, pienso en Teatro Estudio y el gran Vicente Revuelta, en Teatro Papalote y la figura de René Fernández Santana, o de Teatro Las Estaciones, El Público, Argos Teatro, El ciervo encantado, El portazo… todos con una estética bien definida, con una forma de hacer y pensar el teatro y sus propuestas escénicas.

Entonces me remito a Teatro La Trinidad y recuerdo el camino que hemos transitado lleno de fracasos, contradicciones y descubrimientos y entonces me doy cuenta de que en esos fracasos, en esas contradicciones y esos descubrimientos se fueron conformando las bases de una forma de pensar colectiva, de una forma de hacer nuestro teatro que fue gestándose desde la discusión, la confrontación de ideas y conceptos de vida, unas veces consciente y otras, no. Nos han dicho que este es el camino, creo que sí, que lo es, pero igual seguiremos buscando, inquietándonos y volviéndonos un poco locos cada vez.

¿Qué asuntos nos llevan a defender esa estética? No sé, quizás su manera de decir, su forma de comunicar tan cercana a nosotros y nuestra forma de ver la vida, la sociedad…; en fin, Jodoroswky es capaz de ver desde la sencillez el todo.

¿Qué descubre en este autor que pueda servir para elaborar un discurso con el cubano de hoy, desde Teatro La Trinidad?

Cuando hablamos de Alejandro Jodoroswky tenemos que descubrir no solo al dramaturgo, sino también al cineasta, al guionista, al estudioso del tarot, al sanador psicomágico, al fundador del movimiento pánico, en fin, a un ser
extremadamente complicado que busca en la simpleza de la cotidianidad los valores psicológicos del ser humano; ese es Jodoroswky y su pensamiento. Yo estoy interesado en esto y más, me incumbe esta isla de gente obstinada, esta ciudad provinciana con ínfulas de metrópoli cosmopolita que tiene por nombre Trinidad.

Entonces, ¿cómo traspaso el ideario de Alejandro a mi manera de ver las cosas? Y la respuesta está ahí, desde hace tiempo, desde Solos en la oscuridad, desde Tabú, incluso antes, y mi compromiso con lo social, con los problemas de ese cubano que me preguntas, que no son más que los míos propios y me siento identificado con el proceso y libre, sí, libre de expresarme en mi propia salsa.

Según entiendo, Jodorowsky defiende un aparato de conceptos, tanto mixtos como insólitos y, sobre todo, bien alejado del realismo, tan caro al teatro cubano actual. Sin embargo, persiste usted en discursar, digamos que en un terreno que se define entre el existencialismo y el absurdo. ¿Ópera Pánica qué nos dice?

Realmente no pienso cómo van a salir las cosas, no soy un director que trabaja sobre un proyecto ya preconcebido, me gusta el cambio, el movimiento y probar cosas, incluso cosas que no entiendo en su momento. Aprecio el riesgo, los que me conocen saben que no temo el fracaso, puedo empezar desde cero sin prejuicios, incluso desde un punto de vista que no es el mío y que luego defiendo acérrimamente.

Ópera Pánica fue un descubrimiento, un enamoramiento a primera vista que en un principio me decía muchas cosas y de cómo hacerla y que hoy he tergiversado, jorobado y manipulado (como lo hubiera hecho Jodoroswky) a mi manera, a lo que es para mí este país, esta ciudad, mi vida. Les toca a los críticos, teatrólogos y estudiosos del teatro decir si es existencialismo, absurdo o patriotismo barato. A nosotros nos toca contar nuestra verdad en la escena.

Hablemos de la dirección de actores: ¿cómo enfrenta los derroteros de la escena de cara al actor? ¿Busca la verdad del actor? Me resulta particularmente interesante descubrir el motor en las pautas planteadas al elenco…

No me considero un director de actores, realmente soy más una persona que mueve hilos, que engrana ideas, conceptos de la puesta en escena; el truco es hacer que todos aporten, que los actores que te rodean sean parte del proceso.

Entonces, unas veces eres tirano; otras, impulsas la sedición de uno o más actores para que exploten conflictos internos; otras, amigo, confidente, te molestas y gritas dos o tres palabrotas y la mayoría de las veces ríes, y eso es lo que soy, simplemente un manipulador que está al frente de un grupo de personas talentosas y que por un extraño sentido de la fe se dejan manipular.

Por suerte tengo personas en la compañía con el potencial, la capacidad y el talento para dirigir actores, unos desde la conciencia y el estudio, otros desde la sombra, pero con un pensamiento muy lúcido de lo que hoy es la forma de actuar en nuestra compañía. Fíjate, que digo nuestra forma de actuar, porque hay que adaptarse a nuestra manera de percibir el juego escénico, los tiempos, el ritmo, la forma de hablar y nuestra forma de ver las cosas, eso para mí es bueno porque trabajo con material altamente moldeable que ya está curado como arcilla de primera.

En Las tres viejas elogiamos la definición de lo escenográfico, pero aquí no se entiende esa búsqueda, más bien, no se define el espacio narrativo en sí. ¿Qué motivó esta estrategia discursiva?

Jodoroswky, como el mismo movimiento que fundó, es caos y matemática, libre albedrío y ajedrez, cosas antagónicas y claramente distanciadas unas de otras.

Las tres viejas es una etapa de su vida, de su obra dramatúrgica, más narrativa, discursiva, y que nosotros como compañía asumimos en su momento y que nos vimos en la necesidad de utilizar todo un aparato escenográfico para lograr una atmósfera adecuada. Ópera Pánica, al contrario, dramatúrgicamente se aleja de todo esto, va más al interior, a lo psicológico, es más un concepto abstracto de situaciones en las cuales se encontraría una persona, y aquí el absurdo comienza a gestarse de manera sigilosa y es lo que nos interesa decir, o sea, aquí encontramos el asidero para mostrar nuestra narrativa; entonces tienes que tomar decisiones escénicas importantes: ¿cómo ser austero en el decir, pero que sea bello, abstracto, kitsch e interesante? ¿Cómo desde situaciones cotidianas, simples, comunicar algo trascendental y a veces realmente inútil?

En cuanto a producción y diseño, ¿cómo alinear lo simple de la propuesta del texto con la escasez total de presupuesto? Y entonces nos fuimos por el clásico: acumulación y luego decantación de elementos escenográficos, solo desde la base de la idea del minimalismo de una banqueta de 40 centímetros de ancho por 30 centímetros de alto pagadas con nuestro salario. A partir de esto nace toda nuestra Ópera Pánica.

Hace poco disfruté de un ensayo, digamos parcial, y lo entendí lejos de la precisión, más bien, parecía una ecuación de aire en torno a una idea de la escena que será. ¿Qué entiende Yanny González por estreno?

Cuando un corredor de maratón está a punto de la arrancada no piensa en cuántos tiene que rebasar, ni que tiene que tomar la delantera; en la cabeza del corredor solo está cumplir sus objetivos, engendrar una estrategia y, por sobre todo, competir contra sí mismo, contra sus probabilidades y sus capacidades.

Eso es para mí el estreno de una obra teatral: la arrancada de una maratón donde a medida que pase el tiempo se van ganando capacidades y experiencias que se decantan o asumen según la obra lo admita. El estreno es el detonante, las ondas expansivas en su propio replicar se van atenuando y asentando.

El oficio de dirigir teatro en provincia se hace distante de los circuitos teatrales del país, donde los especialistas y el “público entrenado” crean un ambiente entre lo festivo y lo tenso. Pero, en el caso que nos ocupa, trabaja para un público distinto.

Decir que en nuestra ciudad existe un público como el de las principales mecas del teatro en Cuba sería ser ingenuo y pecar de tonto, esos grupos no solo pueden pulsar sus propuestas con el público, sino también con la crítica especializada y con un sector de la prensa que te cuestiona, te exige y te presiona a mejorar, aunque en muchos casos también es una crítica y un público complaciente que se regodea en una determinada forma de hacer y la idealiza, lo cual es muy peligroso.

Nuestro público es, a mi manera de ver, y creo que el uso de esta palabra es conveniente, coherente, posee una mezcla de conocimientos artísticos disímiles, fieles seguidores de la compañía y reales desconocedores del teatro que disfrutan sin tabúes la propuesta si les gusta de manera real y esto es importantísimo para nosotros y para el teatro.

¿Qué proyecciones tiene Teatro La Trinidad después de estos dos lances con Jodorowsky en la mirada?

¿Proyecciones? Ninguna hasta ahora, algún que otro texto que los propios actores han traído y que estudio. Estoy muy interesado en Fernando Arrabal, otro de los fundadores del movimiento pánico.

Jerzy Grotowsky define el teatro como todo lo que sucede entre el actor y el espectador. ¿Qué es el teatro para Yanny González?

Primero, de manera materialista y como ente social que soy, es mi sustento de vida, ya con que me paguen por hacer algo que me gusta y disfruto es
suficiente. Por lo demás, es compromiso conmigo y con mucha gente que me rodea.

Sigue siendo el teatro mi asidero, el lugar al cual volver cuando las cosas van a peor, es el lugar donde mantengo los sueños que todavía me restan y con los que navego cada día, a pesar de todo, enfrentándome a la tormenta de la cotidianidad.

Laudel de Jesús

Texto de Laudel de Jesús

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