Amor por la instrucción

Yaima Escobar y Oscar Lázaro Hernández, además de compartir el amor de pareja, impulsan un proyecto artístico que intenta devolverle los colores a Mayajigua

Yaima Escobar y Oscar Lázaro Hernández impulsan el proyecto en Mayajigua. (Foto: Lisandra Gómez/Escambray).

Cuentan que los nervios de adolescentes y adultos intentaban disimularse entre la algarabía propia que habita en una Casa de Cultura. Fuera de la institución una sola pregunta rompía la espera: ¿Simul Teatro? A Mayajigua le habían nacido unos “nuevos artistas” y era el momento para conocerlos. Segundos después del contacto directo con quienes aguardaban, los aplausos revelaron la euforia colectiva.

“Es lo más grande que tenemos hoy”, califica Yaima Escobar, instructora de arte de la Casa de Cultura Deysa Pérez, de esa comunidad yaguajayense, y una de las responsables de aunar a esos amantes de las artes.

Junto a Oscar Lázaro Hernández, también instructor y quien le acompaña en los complejos senderos de la vida, soñó revertir la ausencia de público en las actividades teatrales y hacer crecer a un grupo de estudiantes de la Secundaria Básica del poblado entre proyecciones escénicas y textos sobre temas de interés para ese grupo etario.

“A las propuestas de nuestra manifestación asistían muy pocas personas, no tanto así a las de música campesina —rememora Oscarito, como lo conocen en toda esa región norteña de Sancti Spíritus—. Decidimos transformar esa realidad. Lo primero fue entrevistar a personas de diferentes edades. Algunos sí iban a alguna u otra actividad cultural relacionada con las tradiciones campesinas, y otros preferían pasar el tiempo en el Círculo Social o en cantinas.

“Con la información recopilada, dimos el segundo paso: crear un pequeño grupo con adolescentes, a fin de crecer como propuesta cultural junto a ellos, respetando las particularidades de ese segmento de nuestra sociedad”.

La idea inicial aumentó a la misma velocidad de las ganas, empeño y respaldo de quienes fueron descubriendo el trabajo de Simul Teatro, que ya hoy es un proyecto con muchos seguidores y ovaciones.

“Apostamos por los adolescentes para acompañarlos en esa etapa tan compleja de la vida. Ya cuando lleguen a la adultez han adquirido saberes para apreciar las artes. Por sus características nos exige ser muy comprensivos, por tanto, las obras que montamos tienen que ser de su agrado, se tienen que sentir cómodos para que realmente tenga un impacto en ellos y la población”, acota Yaima con 18 años de experiencia como instructora.

Con los resultados del diagnóstico en la mano —recuerda Oscar, egresado de la sexta hornada de instructores de arte—, escogieron como escenario ideal la calle.

“Llevamos las presentaciones a espacios donde usualmente hay mayor concentración de personas. Montamos obras de teatro de calle con temáticas de interés social para que se sientan parte de la creación. Sin imposiciones, hemos logrado transformar un poco el gusto estético y el modo de asumir hábitos de vida, porque creemos con total seguridad que el arte siempre salva”.

Son muchos los anhelos de esta pareja de instructores que además de Simul Teatro protagoniza otras varias acciones relacionadas con la formación artística.

Oscar, por ejemplo, despierta cada día a las cuatro de la mañana. Labora en la escuela rural Boris Luis Santa Coloma, de la comunidad de El Río, donde ya resulta recurrente hablar bastante sobre teatro.

“Ese centro llevaba algún tiempo sin instructor de arte, pues mi Servicio Social en el 2010 lo hice ahí, pero estuve algunos años fuera del sector y el más cercano a esa zona soy yo, que vivía entonces a 9 kilómetros. Luego me mudé a Mayajigua y ahora son 18”, cuenta con la misma agilidad con que atraviesa en bicicleta los trillos que lo conducen al plantel de poca matrícula.

“Llego a casa cada día sobre las ocho o nueve de la noche. Junto con los talleres, cumplo mis responsabilidades como estudiante de la Licenciatura en Gestión Sociocultural para el desarrollo comunitario, y Simul…”.

Mientras Yaima, instructora desde hace dos años en la Casa de Cultura Deysa Pérez, de Mayajigua, pone en práctica sus experiencias en los centros educativos para que el proyecto artístico sea un refugio para sus integrantes.

“Soy una persona en situación de discapacidad, por tanto, ha sido muy importante el apoyo de mi familia y compañeros de trabajo para lograr mis resultados. Recuerdo que cuando cursaba la secundaria básica en la Wilson Rojas, en la ciudad del Yayabo, conocí que se abriría la escuela de instructores de arte y no dudé en hacer las pruebas. Aspiraba a ingresar en danza, pero por cuestiones de la vida fue en teatro. Hoy lo agradezco infinitamente porque es una manifestación inclusiva.

“Al egresar de la especialidad laboré en una escuela rural en la comunidad de Centeno y luego pasé a la principal de Mayajigua. Fui la única instructora en un plantel con una matrícula de más de 460 estudiantes. Hoy todas esas experiencias las pongo en práctica en mi trabajo en la Casa de Cultura, donde se tienen muchas más oportunidades para crecer con el movimiento de artistas aficionados”.

Así también lo experimenta Oscar desde el día que cruzó el umbral de la especialidad de teatro en la escuela para instructores de arte: “Confieso que matriculé porque lo veía como una vía de diversión y entretenimiento. Pero, poco a poco, mientras lo descubría mejor, me fue atrapando. Tanto es así que si me quitan el teatro no podría hacer otra cosa”.

Es por eso que en el tiempo que trabajó en el sector del turismo volvía una y otra vez a la Casa de Cultura de Mayajigua. “Solo se precisa trabajar para disfrutar el alcance del arte. Por ejemplo, con Simul Teatro pensamos que solo sería útil para nuestra comunidad, y ya hemos logrado hacer extensiva esa creación hacia otras localidades y hemos visitado poblados de difícil acceso.

“Para ello ha sido vital el apoyo externo, pues no es secreto la situación que tenemos con el transporte y el combustible en todo el país; además de la alta responsabilidad de movernos con menores de edad. Pero vale la pena cuando luego se sienten los aplausos, se cambian los rostros y la gente se acerca para agradecer”.

¿Estarán entonces Oscar y Yaima por mucho más tiempo con el teatro sobre sus hombros?

“Quiero seguir como instructor porque Simul… me abrió una puerta increíble, un mundo que desconocía, un mundo muy difícil —explica Oscarito—. Sobre todo, deseo continuar trabajando y transformando mi comunidad mediante el teatro y el arte, en sentido general.

“Soñé con instruir y aquí estoy —expresa Yaima—. Fue el pedido del Comandante en Jefe Fidel Castro al crear las escuelas de instructores para masificar la cultura. Y esa fue la razón por la que al graduarme juré laborar en esto para toda la vida”.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

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