El Comandante de Cañada de Piña

Símbolo de la lucha clandestina contra la dictadura batistiana, integrante de la expedición del yate Granma y Comandante del Ejército Rebelde, el espirituano Faustino Pérez Hernández desapareció físicamente el 24 de diciembre de 1992

Fidel le encomendó no pocas misiones a Faustino. (Foto: Granma).

Aquella madrugada de mediados de febrero de 1957, los perros ladraron como pocas veces para anunciar la cercanía de intrusos a la finca Cañada de Piña, en las inmediaciones de Cabaiguán. “¿Quién será a esta hora?”, se preguntaron casi a coro todos los que dormían en la casa. Mientras se aproximaba el Dodge, los ladridos aumentaban; no más que la ansiedad de Faustino Pérez Hernández de, por fin, ver a los suyos.

Procedente de La Habana, iba rumbo a Oriente y, luego de tanto tiempo sin abrazar a sus padres y a gran parte del resto de la familia, no se hubiera perdonado pasar a unos metros —como quien dice— del hogar de sus viejos, por la Carretera Central, y no ir a saludarlos; aunque hacerlo implicaba riesgos, dada su condición de luchador clandestino del Movimiento 26 de Julio y la misión que cumplía en ese minuto.

Había estado en México, desembarcó en el yate Granma en la punta de mangle conocida como Los Cayuelos, a poca distancia de playa Las Coloradas, el 2 de diciembre de 1956, y sobrevivió al combate de Alegría de Pío, acaecido tres jornadas después.

Quien ahora descendía de la máquina en la finca cabaiguanense había salvado su vida por obra y gracia de un milagro; durante cinco días estuvo sepultado e inmóvil debajo de la paja y las hojas de caña, junto a Fidel y Universo Sánchez, para no ser detectados por las fuerzas de la tiranía batistiana, cuya aviación enemiga llegó al punto de dejar desnudos o prácticamente en polvo los matorrales cercanos, donde supuestamente se habían guarecido los sobrevivientes del desembarco.

Cuando José (Pepe) y Amada conocieron que entre los recién llegados estaba su hijo Faustino, el alma les vino al cuerpo. “Te trajimos con el pensamiento”, quizás le comentaron sus padres: el día anterior, o sea, 15 de febrero, el primogénito de la familia había cumplido 37 años de edad.

Ni la prisa ni la brevedad del reencuentro —no más de media hora— privaron de emotividad a aquellos abrazos, testimonia hoy Reinaldo Pérez, hermano de Faustino, quien ese día sí se apresuró en prepararle un buche de café a la visita. “Esa noche ni se sentó y nos dijo que llevaba a un periodista americano para la Sierra Maestra, donde entrevistaría a Fidel”, evoca Reinaldo.

Se trataba de Herbert Matthews, un reportero casi sesentón y medio enjuto, al frente por esa fecha de la página editorial del The New York Times, que impresionaba también por sus más de 6 pies de estatura.

A este reconocido periodista, el dictador Fulgencio Batista quiso ver mil metros bajo tierra, al saber de la publicación de “Visita al rebelde cubano en su refugio”, primera parte del reportaje insertado en el influyente diario estadounidense con la que dio cuenta al mundo de que Fidel y su guerrilla no habían sido aniquilados y que estaban dando pelea.

“El periodista tomó café bajo ese tamarindo que ustedes ven ahí”, sostiene Reinaldo, quien, luego del arribo del Granma, sufrió los rigores de la prisión en Santa Clara, unido a Elcire Pérez González, líder del MR-26-7 en Guayos y que siempre encontró cobija en la casa de Pepe y Amada, ante el acecho persistente de las huestes de la tiranía.

DE ESTIRPE GUAJIRA Y CANARIA

Aunque lo intentaba, Amada no pudo pegar más un ojo en el resto de la madrugada del 16 de febrero de 1957. Como nadie sufrió la supuesta pérdida física de Faustino, cuyo nombre apareció en la relación de muertos, difundida por la prensa de la época, asociada a los expedicionarios del yate Granma y a la persecución contra ellos sobrevenida a seguidas.

“Aquí se lloró la ‘muerte’ de Faustino”, asegura Anesio, el menor de los 11 hermanos (uno de ellos falleció cuando apenas era un bebé) y participante en el desfile estudiantil por calles espirituanas —reprimido por la tiranía— en conmemoración del centenario del natalicio de José Martí en 1953. 

Anesio pondera los valores inculcados por los padres en la familia Pérez Hernández. (Foto: Arelys García Acosta).

No obstante, una postal navideña disipó todo el dolor y el luto padecidos por la familia aquel diciembre de 1956: “Estoy bien y Alejandro también; comuníquenselo a los demás compañeros”. La nota la firmaba Ariel, nombre de guerra de Faustino, quien la remitió a la casa de su hermano Carlos en Cabaiguán, máximo jefe del “26” en esa localidad, cuya primera célula allí ambos la fundaron el 15 de julio de 1955, junto a otros jóvenes.

Las claves y la proyección del movimiento revolucionario las conoció Faustino de primera mano, al asistir un mes antes —con precisión el 12 de junio— al nacimiento de este, por iniciativa de Fidel, en la calle Factoría No. 62, bajos, en La Habana, adonde arribó el cabaiguanense en 1942 a estudiar la carrera de Medicina.

La determinación de irse a la capital impactó a su padre, quien había cifrado todas sus esperanzas en que Faustino, como el mayor de los hijos, devendría su mano derecha en los manejos de la finca, la cual, a golpe de soles y lunas de trabajo, venía de menos a más en el orden económico.

“Ese impacto fue duro, pero Carlos le dijo al viejo que no se preocupara, que él le cubriría a Faustino”, recuerda Anesio, quien, como el resto de los hermanos varones (seis en total), dormía en una casa de guano, cercana a la vivienda principal, mientras las cuatro hermanas lo hacían en esta última.

Tanto Reinaldo como Anesio manifiestan que, a la luz de una chismosa, Faustino les enseñó las primeras letras a varios campesinos de la zona en aquel bohío, donde dispuso un “closecito” para guardar sus libros, entre estos, los de Martí. Desde muchacho, sintió pasión por el Maestro, al punto de retomar y escribir frases de este, que más tarde se las dejaba a la madre en el fogón de leña.

“Mamá tenía solo cuarto grado, pero para mí era una intelectual por el modo de enfrentar la vida; no se quejaba. Un día, estando en casa de mi hermana Adelina en La Habana, se cayó de la escalera. ‘No te asustes, que no me pasó nada’, le dijo, y tenía la pierna partida en una mano”, ejemplifica Anesio.

Amada, natural de Pinar del Río, descendía de canarios, nacidos en La Palma, la misma isla de donde partió José Pérez en 1911, rumbo a Cuba. Se conocieron allá por La Larga, Taguasco, y allí vino al mundo Faustino el 15 de febrero de 1920.

“Papá era recto y muy trabajador”; así lo retrata con palabras Reinaldo, y en la evocación lo ve salir de casa, antes de clarear el día, a ordeñar las vacas y luego coger camino a la vega de tabaco en compañía de sus hijos mayores.

“Es verdad, a la hora de comer, nadie podía sentarse con sombrero o gorra, ni estarse riendo en la mesa —apunta Anesio—; eso sí, disfrutaba, como la vieja, ver la familia unida. Cuando ella cumplió los 100 años, aquí nos reunimos ciento y pico de familiares”.

Cuentan que ese día no faltaron los tirados a la sombra del tamarindo, en cuyo tronco, de corteza medio rajada y madera dura, seguía colgada la tarja, que señala el paso por el sitio no solo del periodista Herbert Matthews; sino, además, el entonces Presidente de la República Osvaldo Dorticós, Comandante Ramiro Valdés, Haydée Santamaría y Armando Hart, entre otras relevantes figuras.

Reinaldo recuerda con detalles la visita de Faustino, con Herbert  Matthews, a Cañada de Piña en febrero de 1957. (Foto: Arelys García Acosta).

Debajo de sus ramajes descansaba, luego de la brega del día en la escogida de tabaco de la finca, quien sería el líder de los azucareros cubanos, Jesús Menéndez. A él y a sus hermanos Carlos y Alfonso, Pepe Pérez los tuvo como trabajadores asalariados durante el llamado tiempo muerto de la zafra. En aquellas jornadas, Faustino les sirvió de matulero a los Menéndez, también recuerdan Anesio y Reinaldo.

A PRUEBA DE BALA

Hombre que sabía escuchar y de hablar pausado, Faustino, afiliado a la Ortodoxia, no presentó su tesis de grado de Medicina hasta después del triunfo de la Revolución, pues se negó a que su título estuviera firmado por un ministro corrupto, han suscrito estudiosos de su vida.

Antibatistiano hasta la médula, intervino en cuanta manifestación convocaron e integró el Movimiento Nacional Revolucionario, en el cual militaban, además, Armando y Enrique Hart. Condenado a prisión, sale en libertad gracias a la amnistía a favor de los presos políticos de mayo de 1955.

Semanas después, asiste al acto fundacional del MR-26-7, y como parte de su Dirección Nacional, emprende su organización en varias provincias y recauda fondos para la expedición del Granma; en México, por indicaciones de Fidel, dirige el campamento de entrenamiento de Abasolo e integra el Estado Mayor de la expedición.

Posterior al desembarco, asume, junto a Frank País, la reestructuración del “26” en el país, y se llega a convertir en la figura clave de este en La Habana, básicamente a partir del segundo semestre de 1957. Sufre prisión desde el 19 de marzo hasta el 26 de julio de ese mismo año, cuanto resultó excarcelado debido una huelga de hambre por él y otros presos políticos.

Luego del fracaso de la huelga del 9 de abril de 1958, sube a la Sierra Maestra y como miembro de la fuerza guerrillera participó en diversos combates, incluida la liberación de Palma Soriano.

Mientras sucedían estos acontecimientos, el Che decide que sus tropas avancen hacia Santa Clara para la toma de la ciudad; desde Cabaiguán parten ocho camiones atestados de rebeldes; uno de los cuales pertenece al padre de Faustino y en el timón va su hermano Reinaldo. Se lo dice a este reportero un familiar cercano, quien sabe, además, que cuando el corazón traicionó al Comandante de Cañada de Piña el 24 de diciembre de 1992, sobre su pecho se encontró descansando un libro de Martí.

Nota: Agradecemos la colaboración de Rafael Rangel, presidente de la Cátedra Faustino Pérez Hernández, para la elaboración de este reportaje.

Enrique Ojito

Texto de Enrique Ojito
Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida (2020). Máster en Ciencias de la Comunicación. Ganador de los más importantes concursos periodísticos del país.

Comentario

  1. Impresionante el reportaje, eso educa a las nuevas generaciones. Me pregunto: se enseña la historia de Faustino Pérez en Cabaiguan, o mejor dicho, conoce la juventud de Cabaiguan esa historia?. Lo digo porque nací en Cabaiguan y me dolía ver la casa o museo a Faustino al lado de la terminal para la Habana cerrada y en un estado deplorable. Ojalá la última parte de mi observación ya sea cuestión del pasado porque hace tiempo que no voy a mí tierra natal.

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