Vicente Antonio Suárez Pérez, era el segundo jefe de acción y sabotaje del movimiento clandestino en Fomento. Cuando el Che arribó a las montañas del Escambray espirituano, ya había sido detenido en dos oportunidades por el Servicio de Inteligencia Militar de la dictatura batistiana y torturado hasta la saciedad, sin que revelara nada que comprometiera a sus compañeros de lucha y al movimiento.
¿Cómo fue el encuentro inicial con el Che?
Llegó el mensaje del Movimiento 26 de Julio y yo había caído preso dos veces. Por entonces era el segundo jefe de Acción y Sabotaje en Fomento. Cuando llego por el Camino Viejo al que me encuentro es al Caballo de Mayaguara, en el cementerio, y me dijo: “Tú no me conoces, coño, Galleguito, yo jugaba pelota contigo”. Entonces me dice que vamos a pasar y cuando llegué al Pedrero, un hombre barbudo me reconoce y me da abrazos y era Armandito Choi, que era teniente de una escuadra. Él era de Fomento, combatiente de la lucha clandestina como yo, y estaba de combatiente del Ejército Rebelde del 26 de Julio con Víctor Bordón.

Ramiro Valdés, segundo jefe de la Columna 8 Ciro Redondo del Che estaba allí, y Armandito le dijo: “Yo pensé que lo habían matado, porque este es el segundo jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio en Fomento”.
Entonces, cuando llego a Gavilanes, había una hilera de hombres que querían incorporarse. Entonces reúnen a los bisoños, los que llegamos, había uno al lado mío al que el Che le pregunta: “¿Y usted de dónde es? De Cabaiguán. ¿Y por qué vino? Vine porque quiero acabar con Batista y lo que quiero es que me den un arma”. Y lo mandó a sacar de la fila y dijo: “Este va para el llano, el arma tiene que cogerla allá y virar para acá”. Yo que iba detrás de él, me dijo: “¿Y usted quién es?”. Uno que me conocía le dijo que era el segundo jefe de acción y sabotaje de Fomento. Y ahí se acabó.
Subí para Caballete de Casa con los muchachos y de ahí bajamos para acá, para la comandancia del Che que estaba en Manaca Ranzola, y estando yo de guardia en el boquete que iba para casa de Rufino Quincose, llega un cocinero a donde estaba el Che, sentado en un travesaño, así arriba, y le trae una latica con comida, y parece que había algún pedacito de un ave y entonces el Che le preguntó: “¿Y esto?”. El cocinero le dijo que era de una gallina jíbara que había por ahí, y el Che le preguntó: “¿Alcanza para todos?”. El cocinero le contestó: “No, Comandante, no hay para todos”. “Entonces, retírela”. Y no comió. Eso me impactó y me di cuenta que el ejemplo más grande lo tenía ante mí.
Un privilegio que no lo tienen todos, porque muchos combatientes decían que habían estado con el Che, pero pocos tuvieron la oportunidad de estar tan cerca de él.
¿Qué significó la presencia del Che aquí en ese momento?, le interroga el colega Juan Carlos Castellón, en aquella entrevista que logramos los reporteros de diferentes medios presentes en el Acto Provincial por el aniversario 65 de la fundación del Frente de Las Villas.
La presencia del Che en esta zona significó la certeza de que íbamos a triunfar, la certeza de que el enemigo, por muy poderoso que fuera, iba a ser derrotado, la certeza de que nunca antes había ocurrido en esta zona montañosa del centro del país, la seguridad de que el triunfo no era fácil, pero no estaba lejano, porque hasta ese momento ninguna guarnición había sido liberada, ningún punto había sido tomado y cuando el Che llegó aquí, nos dio la oportunidad de cambiar la táctica en Fomento, ya no era una guerra de guerrilla, ya era una guerra de posición, tomamos ese pueblo y no retrocedimos más.
Además, el Che vive, Fidel vive. En cada uno de nosotros hay un pedazo del Che. Cuando me comunicaron que el Che había sido asesinado y que Fidel iba a hablar con los oficiales del Ejército Rebelde, porque el Che cayó en Bolivia, ese día lloré, lloré, lloré.
El Che vive y se multiplica. Independientemente, nosotros tenemos que ser muy cautelosos cuando hablamos con la juventud. No es lo mismo que un viejo le hable a un niño, que un viejo le hable a un joven o que un viejo le hable a un adulto. Ustedes no son ni tan jóvenes ni tan viejos, pero más o menos somos contemporáneos (refiriéndose a los reporteros que lo entrevistamos). Tenemos que ser muy cuidadosos cuando hablamos con la juventud. El blanco del enemigo, sus cañones ideológicos, están enfocados en nuestra juventud. Porque la historia dijo que la juventud es capaz de cambiarlo todo y nuestra juventud lo cambió, la juventud del centenario, yo soy del centenario, porque voy a cumplir 87 años en enero, y la historia le ha demostrado al enemigo que penetrando a la juventud puede detener la marcha de la Revolución.
El Che vive, mientras Fidel viva aquí (se apunta al corazón). Y esa juventud hay que cuidarla, a esa juventud hay que comprenderla.
¿No se arrepiente usted de haber estado aquí en las montañas luchando junto al Che?
El avezado combatiente, ascendido a teniente por el Che en el Escambray, a primer teniente después de la toma de Fomento y a capitán cuando se desempeñó como Político de un Regimiento de Tropas Regulares de las FAR, reaccionó como un látigo a esta pregunta:
Jamás. Lo que me arrepiento es de no haber podido ir con él a Bolivia, que pude haber ido, pero eso fue una selección que se hizo, después del fracaso del Congo. Yo he tenido muy buenas relaciones con oficiales allegados al Che, y si algo me duele a mí, porque yo me voy a morir como nos vamos a morir todos, pero morirse de viejo es triste, morirse combatiendo por una causa por la que cayó el Che es tremendamente hermoso. Y vale la pena decir, como dijo el Che: ¡Tira, carajo, que aquí hay un hombre!
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