La cal, Pedro y una historia cuasi ignota (+fotos)

Este arquitecto mexicano, especializado en bioconstrucciones, mantiene dos relaciones cercanas con Cuba: una, que reaviva cada cierto tiempo, proviene de su profesión y la otra, de una historia de familia que involucra al más universal de los cubanos

En Oaxaca, pintando al fresco. (Fotos: Cortesía del entrevistado).

Dice Pedro Pizarro Villalobos que la cal, en su forma originaria, es más anciana que la misma humanidad. Por ello, explicó en el taller de pigmentos naturales que compartió con su colega y amigo Fernando Cardoso, es lógico suponer que prácticamente todas las civilizaciones de la Tierra hayan tenido algún vínculo con ella.

“No se sabe exactamente cuándo o dónde fue la primera vez que cocinamos la piedra caliza y la maceramos para obtener el polvo. La historia pensaba que la evidencia más antigua databa del yacimiento de Çataloyük, en Anatolia, Turquía, donde restos de viviendas mostraban su empleo alrededor del año 6000 a.C”.

No obstante, la propia historia ha reescrito sus páginas para localizar el uso de morteros a base de cal por primera vez en la Máscara de Jericó, en la ciudad homónima de Palestina.

En la comunidad rural de San Pedro, pintando al temple para el evento internacional Trinidad a la cal.

A Pedro, la cal le llegó junto a la pintura, hace no tantos años, cuando era chico y trabajaba en el taller de su padre. Allí aprendió a preparar las imprimaturas de las telas, las mezclas idóneas para colores y tanto las obras del Renacimiento italiano como las del Muralismo mexicano fueron una referencia constante en su infancia.

Sin embargo, comenta, su vida dio un vuelco cuando un día cualquiera su padre colocó en sus manos un texto de un gran maestro de su país, el arquitecto y pintor Juan O’ Gorman, reconocido por diseñar el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de México y murales como Retablo de la independencia.

“En el libro, el autor relataba cómo hacía los frescos Diego Rivera y decidí seguirlo y embarcarme en una investigación práctica. Con consagración y ayuda, dominé un sistema de pintura que me sirvió de mucho cuando llegué al mundo de la tierra y me encontré nuevamente con los frescos y la cal”.

El descubrimiento temprano del oficio lo indujo a estudiar arquitectura. Una vez egresó en 2004 comenzó a trabajar en la ciudad de México hasta que un decidió desaprender para recomenzar a aprender.

“En un taller de la mano de Alejandra Caballero descubrí que la tierra, además de ser bella y tener propiedades térmicas, acústicas, contra la radiación y de nivelación de la humedad es, además, un material noble que combate la contaminación de las construcciones: una de las mayores huellas de carbono en el mundo”.

Hoy, este arquitecto de 42 años de edad, adscrito a la Red Proterra, construye fundamentalmente con materiales naturales: tierra, cal, bambú, madera y piedra. Siempre, especifica, depende de la región porque sus principios se orientan a edificar con lo que la Pachamama ofrece, fundamento que tuvo la oportunidad de enseñar a especialistas de la Escuela de Oficios de Trinidad.

“Cuando regresé de viaje, me rehíce con la inquietud permanente en la investigación. Me interesa mucho cómo la arquitectura con tierra puede generar oficios en las comunidades rurales de cualquier país sin generar desperdicios, materiales industrializados o contaminación, lo cual plasmamos en el taller que desarrollamos en San Pedro, a pocos kilómetros de la urbe trinitaria”.

“Esta es la tercera vez que visito Cuba. Vine el año pasado al Seminario Iberoamericano de Arquitectura y Construcción con Tierra, estuve en enero en el evento Trinidad a la cal y ahora regreso para impartir un taller con mi colega Fernando Cardoso sobre pinturas y revestimientos hechos con tierra y cal”.

Pedro comparte un boceto donde ilustra cómo era la vitrina de su infancia.

A pesar de la labor como capacitador en la transformación del territorio que Pedro ha realizado en varias ocasiones en Cuba, el vínculo que este joven arquitecto mantiene con la isla radica mucho más allá de una mera relación de trabajo y supone, cuanto menos, una curiosidad para quienes escuchan su historia.

Pedro, ¿cuál es la relación que guardas con José Martí y de la que muy pocos conocen?

“En efecto, mi relación con Cuba no se limita a mis viajes al país porque Manuel Mercado, el eterno amigo de Martí, fue el abuelo de mi abuelo paterno. En casa de mi abuela había una foto que el héroe cubano le envió a mi pariente.

“Mi familia también guardaba una estrecha relación con Manuel Ocaranza, quien fuera pareja de Ana, la hermana de Martí que murió a los 19 años de edad, en México, angustiada por el amor profundo que sentía hacia el pintor”.

¿Qué ocurrió con las cartas de Martí y Mercado?

“Según el registro familiar, mi abuelo y un tío las donaron al gobierno de Cuba en los años 40 y conservaron únicamente dos fotos. Crecí mirando su retrato, que estaba en una vitrina con algunas otras reliquias familiares.

“Me llamaba la atención la mirada de Martí y una sentencia al reverso: Bosque se extingue, fuego que se apaga; siempre admiré, aprendí a convivir con esa imagen luminosa que aún existe en la casa y sirvió para consolidar la bonita conexión que atesora mi familia con todo el pueblo cubano”.

José Lázaro Peña

Texto de José Lázaro Peña
Licenciado en Periodismo por la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en el 2022. Reportero de Escambray.

Comentario

  1. Guadalupe V Madero

    Excelente Gracias

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