Un guajiro con historia (+fotos)

Por más de ocho décadas Ricardo Alberto Salabarría Etinea ha vivido en las lomas del Escambray espirituano. De las anécdotas que atesora como testigo del tiempo y de las luchas guerrilleras habla en esta entrevista

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Ricardo muestra orgulloso su más preciado tesoro: la tacita donde el Che tomó café. (Fotos: Xiomara Alsina y Chagdrian Martínez/Escambray).

Su casa parece detenida en el tiempo, nada allí es nuevo, a no ser parte del techo del bohío que dejó a un lado las pencas de guano, para cobijarse con planchas de fibrocemento. Desde el comedor se puede escuchar el susurro del agua del río que bordea el patio y corre cuesta abajo entre piedras y árboles frondosos. Una vegetación exuberante, típica de la zona montañosa de Planta Cantú que ha sido la aliada, por más de ocho décadas, de Ricardo Alberto Salabarría Etinea, el guajiro que recuerda con claridad y orgullo el día en que conoció al Che.

Con una sonrisa discreta en sus labios y la bondad estampada en el rostro nos recibe, luego se quita el sombrero mientras se inclina sobre el espaldar del taburete. A su lado, un cachorro de pequinés que no lo deja solo ni por un instante.

Ricardo guarda interesantes historias relacionadas con las luchas revolucionarias.

“¿Qué les trae por acá?”, pregunta cómo si fuera el reportero. Entonces comienza el relato sobre su niñez, esa que transcurrió junto a sus padres Ricardo y Genara o, mejor dicho, Pomposa, porque así se conocía a la madre campesina; igual habla de sus dos hermanos.

 “Aquí nacimos y nos criamos, y durante muchos años vivimos de la leche y el café que se acopiaba para venderlos al Estado, también cebábamos puercos en todas estas lomas, que eran muy tranquilas”.

Para Ricardo la vida se detuvo en el tiempo, en su casa todo sigue siendo como en la década de los 60, las mismas paredes de madera, el techo de guano cana, los muebles gastados por los años, el fogón de leña situado en el centro de la cocina y los retratos del Che como tapiz de fondo.

 ¿Cómo fue que conoció al Che?

En los meses finales de 1958, una mañana, temprano, como a las siete, vimos aparecer a los hombres por ese camino. Él venía a caballo, otros en unas camionetas y también a pie. Él estuvo sentado en esa mesa, pero cuando entró por la puerta, mi mamá dijo: “Bueno, ya estamos preparados para que nos bombardeen los aviones, porque detrás de ustedes es mucho lo que viene”. Entonces el Che sonríe y le responde: “No se preocupe, señora, ellos no me han podido agarrar todavía”. En ese momento ya mi padre estaba enfermo del corazón, y se quedó sentado ahí, en el tablado, el Che lo miró y le dijo: “Nosotros ya estamos al triunfar y según triunfemos lo voy a llevar para un hospital”.

 Recuerdo que la planta que transmitió desde Caballete de Casas estaba guardada aquí, en una casita de palma y guano, muy bien escondida, la habían traído de Sancti Spíritus junto con unas 300 mudas de ropa. Él Che acampó ahí arriba, cerca del río y lo acompañaban otros médicos, que vieron a ver a mi padre. Luego, por el mediodía, volvieron de nuevo a la casa y se les dio carbón y yuca para cocinar.

 La tropa era de ciento veinte hombres, lo recuerdo bien, porque le ofrecimos naranjas y el Che, con mucha firmeza, nos pidió que fueran una por cada uno, no más.

En este bohío campesino descansó el Che durante su paso hacia la zona de Gavilanes.

¿Cómo lo describiría?

Era un hombre más bien bajito y de poco hablar, se le sentía cansado como con falta de aire. Pero probablemente por todos estos contornos, yo haya sido quien más lo vio, porque una noche, luego de su visita a mi casa, dio una reunión en un sitio conocido como El Cafetal, allá por Gavilanes y allí también estuve, después lo volví a ver otras dos veces.

¿Y cuál era el propósito de la reunión que dio en El Cafetal?

Había muchos hombres de estas lomas, algunos estaban vinculados al Ejército, otros eran campesinos, entones les habló sobre la lucha, la unidad y otros temas organizativos.

¿Cree usted que fue casualidad haber visto al Che varias veces?

Bueno, casualidad o no, pero fue así y te digo más, según triunfaron el comandante La O mandó a buscar a mi padre para llevarlo al hospital de Topes de Collantes, mi madre también lo acompañó y los atendieron con todo, pero la enfermedad de papá estaba muy avanzada y en esos momentos ellos no tenían manera de operarlo del corazón. El viejo regresó a casa con la encomienda de que siguiera viéndose con el médico y haciendo el tratamiento, eso fue en el 59 y duró hasta el 1 de enero del 1963, fecha en que murió.

Ricardo Alberto Salabarría residente en la finca Vegueta-Buenos Aires, sitio visitado por el Che y otros guerrilleros.

Ricardo, ¿es cierto que usted conserva la tacita en la que el Che tomó café?

Así es y te la puedo mostrar, el Che tomaba café amargo; pero ese día mi mamá lo hizo con azúcar y se lo ofreció en esta tacita de cristal. Parece que a él le gustó, porque no lo rechazó. Yo la conservo bajo llave como un preciado tesoro, soy el único de la familia que queda vivo, mis padres y mis hermanos fallecieron, pero siempre que venía alguna visita a la casa y se promovía la conversación, la vieja le mostraba la tacita con mucho orgullo.

   ¿Hay alguna historia especifica que usted recuerde?

Había un mensajero de los barbudos, Sarapio Estrada, y en El Capitolio le entregaron a Aleida March, la esposa del Che, pero ella venía vestida de hombre y él no sospechó nada. Cuando llegaron a la casa Aleida le dijo a mamá: “Señora, yo soy una mujer también, y vengo enfajada, necesito ir al baño·.

 Entonces mamá le indicó, ella se quitó el disfraz y todo eso quedó en el baño, pero cuando la mujer llega al comedor y Sarapio la vio se llevó un susto y dijo: “Si yo lo que traje fue un hombre y ahora me sale una mujer, ¡ay, mi madre!, si le dice al Che que yo oriné delante de ella por el camino, creyéndola un hombre, entonces me mata”.

 Aleida traía en la barriga, debajo de todas aquellas fajas, 50 000 pesos que debía entregar al Che para la causa.

Después que los alzados supieron que el Che estuvo por aquí por esta zona o que estaba cerca, ¿hubo asedio a la familia?

Mira, si un alzado llegaba a tu casa en busca de comida tenías que dársela, porque si no te mataban, igual era con los guardias de Batista, pero luego de eso se hizo un programa de protección para las familias más comprometidas y algunas se las llevaron para Pinar del Río, donde fundaron una comunidad.

Cada espacio de la casa, radicada en la zona de Planta Cantú, revela parte de la historia.

¿Tenían acceso a los servicios médicos desde aquí?, ¿cómo funcionaba? 

No, todo era en el hospital del pueblo. Por suerte las madres conocían qué plantas medicinales servían para un mal de barriga, para una fiebre o un constipado. Por ejemplo; la flor del saúco para el catarro, la cáscara de mango sanaba las heridas, la albahaca para si le subía la presión y la hierbabuena era para el estómago.

Cuentan que aquí se construyó la primera hidroeléctrica de Sancti Spíritus, ¿qué sabe usted de ese suceso?

Surgió en la cascada de Cantú, por eso es que esta zona adquiere el nombre de Planta Cantú. Eso fue como por el año 1932; porque yo nací en 1934 y crecí escuchando esas historias, de cuando el río estaba crecido y todo lo que sucedía. Pero ni pensar que los guajiros de esta zona se servían de ese alumbrado.

¿Cuándo tuvieron entonces fluido eléctrico en esta zona?

En 1998. Eso me costó mucho trabajo, tres veces le escribí a Fidel solicitando su ayuda.

¿Y obtuvo respuesta?

¡Oh, sí!, a los dos días ya tenía respuesta aquí en la tienda del pueblecito, que era la dirección que yo les daba, pero así y todo nos costó mucho trabajo, porque la gente de la compañía venia corriendo, diciéndonos que por qué no los vi a ellos primero en lugar de escribirle a Fidel. Hasta me hacían ir a firmar un acta. Pero seguían dando cabezazos, hasta que por fin lo logré. Así fue como los guajiros de esta zona tuvimos electricidad.

¿Cuándo se construyó este camino?

 En 1959, fue después del triunfo de la Revolución. Antes era solo un trillo para caballos y mulos, aunque los carros siempre llegaron hasta esta casa. Este camino tiene una importancia estratégica porque une a Sancti Spíritus con Fomento, por la zona de Santa Rosa, Gavilanes, El Pedrero y tiene una distancia desde aquí hasta el Hospital de Gavilanes de poco más de 10 kilómetros, todavía alguna gente lo usa a caballo.

 Recuerdo que hubo que construir algunos puentes, este de aquí tiene una historia muy graciosa —dice Ricardo mientras se ríe y ladea la cabeza—. Le acabaron de fundir la placa como a las seis de la tarde y a eso de las ocho ya estaba limpiecito por abajo, una creciente del río, de esas que llegan repentinas, se llevó todos los palos que lo sostenían.

¿Y cómo funciona el transporte ahora?

La guagua de Planta Cantú viene hasta el frente de mi casa. En este momento viene de lunes a viernes, sale de la Terminal de Sancti Spíritus a las 5:40 a.m. y a la 5:30 p.m., creo que somos afortunados en estos tiempos de crisis de combustible porque no la han quitado.

¿De qué ha vivido en todos estos años? ¿Continúa cultivando la tierra?

“Yo fui presidente de la Cooperativa de Producción Agropecuaria Faustino Echevendía durante 30 años y atendía mi finca que está loma arriba. Pero ya los años no perdonan, Ahora mis reses andan solas y ya no las puedo ni ver. Por aquí tengo algunos animalitos, árboles frutales y siembro pocas cosas, plátano y un poquito de café para entretenerme. Ahora mismo estaba reparando una cerquita en la parcela. Por suerte, cuento con la ayuda de la asistente social, que mira como tiene esos calderos impecables y voy resolviendo con la ayuda económica que recibo del Estado”.

Historias como estas no salen en los libros ni se publican todos los días, muchas veces son absorbidas por el tiempo y quedan en el olvido sin tenerse en cuenta que los beneficios que tenemos hoy y todo lo construido fue gracias a la disposición de personas como Ricardo y su familia, que brindaron su apoyo desinteresado a los combatientes que hicieron la Revolución.

A su lado, un cachorro de pequinés que no lo deja solo ni por un instante.

*Estudiante de Periodismo

Chagdrian Martínez*

Texto de Chagdrian Martínez*

Comentario

  1. Frank Soler Santander

    Conozco a muchos hombres como Ricardo , nacì en el centro del Escambray en 1961 , muy cerca de Topes de Collantes .Lo primero que siento es la necesidad de felicitarlos a ustedes por preocuparse por la vida de esos que hoy viejitos cargan en un centimetro de su piel mas historia que cicatrices tienen esas tierras heridas y luego curadas por seres humildìsimos que ni tan siquiera hoy reclaman dàdivas en pago .Son importantes estas obras dignas para que muchos de los hombres de hoy que viven sin importarles los sacrificios que otros hicieran para que vivan como lo hacen en el presente , con patria libre e independiente .Busquen , que por ahì quedan muchos Ricardos , dispuestos con sus historias en sus memorias para aldavoniar el olvido y la gratitud. Gracias y no se detengan.

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