Trinidad, un museo a cielo abierto (+fotos)

Muchos han sido los trinitarios con una vocación profunda por preservar el pasado, pero en los últimos 50 años la impronta de Víctor Echenagusía Peña, Alicia García Santana y Silvia Teresita Angelbello Izquierdo es un referente en cuanto a la gestión de una urbe patrimonial; en el Día Internacional de los Museos llega este homenaje desde las páginas de Escambray

El Museo de Arquitectura fue un gran laboratorio para estudiar la arquitectura de la ciudad e iniciar el largo camino de la restauración a escala urbana. (Fotos: Ana Martha Panadés/Escambray)

La restauración de las antiguas mansiones de la Trinidad colonial para convertirlas en museos fue de las ideas más valiosas que le devolvieron el brillo a una ciudad hasta entonces dormida.

Y es que la mayor fortuna de esta villa no han sido precisamente ni el oro ni el azúcar, sino la voluntad de sus hijos por preservar los valores de un patrimonio sin igual; expresiones de este apego abundan a lo largo de su evolución histórica.

El Museo Romántico, la primera institución de su tipo en la ciudad, se destaca por las hermosas colecciones que atesora.

Entre esos hombres y mujeres con un sentido de pertenencia ancestral resulta imposible obviar a Víctor Echenagusía Peña, Alicia García Santana y Silvia Teresita Angelbello Izquierdo, tres de las figuras imprescindibles que a partir de la década del setenta del pasado siglo validaron novedosas formas de actuación y manejo del patrimonio.

“Nos conocimos muy jóvenes y un día en la calle nos encontramos. Ellos ya trabajaban en el Museo Romántico, que fue la primera de las instituciones de su tipo en la ciudad. Yo estaba recién graduada, había hecho ya mi tesis de Trinidad y nos pusimos a hablar ahí en la esquina, cosas que queríamos hacer y ahí empezamos”, evoca Alicia.

Víctor Echenagusía Peña y Alicia García Santana, junto a Silvia Teresita Angelbello fueron pioneros en un modelo de gestión del patrimonio de la ciudad como un gran espacio museístico (Foto: Luis Miguel Quevedo)

Como resultado, lograron proponer un coherente proyecto cultural sustentado en la nueva museología, donde el objeto patrimonial no puede estar desconectado de su entorno; tras la rehabilitación de los edificios y otros espacios urbanos, es la ciudad la que queda expuesta para su disfrute estético y se muestra como un museo a cielo abierto.

De esa etapa fundacional, Víctor y Alicia recuerdan la hermosa amistad que los une hasta hoy, la pasión con la que se entregaron a una labor que se inició con el estudio y recogida de datos de todos los elementos urbanísticos para continuar a pie de obra la rehabilitación de los edificios, la confianza de las autoridades del Gobierno local y el espíritu de colaboración. 

En el área de más alta significación patrimonial se fue entretejiendo una amplia red de instituciones culturales, de tradiciones, de colores y luces, de vida.

La creación del Museo de Arquitectura resultó un gran reto, sostiene Víctor Echenagusía. “Nunca nos habíamos enfrentado a un trabajo de tal dimensión sin provocar amputaciones a la ciudad, sin provocar vaciamientos de estructuras existentes; y, por otro lado, se logró restaurar un edificio aplicando las técnicas y los materiales tradicionales de construcción, procedimiento del cual no se tenían antecedentes en el país”.

Hasta ese momento, agrega Alicia, Trinidad no contaba con una institución que pudiera explicar elementos fundamentales del desarrollo de la ciudad; “el museo fue una excusa para desarrollar esa labor y, a la vez, crear un grupo de trabajo dedicado al control urbano y la rehabilitación de los edificios con la participación activa de la población”.

El verdadero museo es la ciudad, aseguran Víctor y Alicia.

Como un ícono de los procesos de restauración en Cuba lo califica el destacado museólogo. “Cambió la visión de la ciudad histórica, no solo de trataba de recuperar el edificio, sino también de mejorar la calidad de vida de las personas que viven allí. Mientras se estudiaba y preservaba la colección, también se intervenía a escala urbana”, explica. 

“Cuando se repararon los techos del museo, un pintor llamado Felicito se disfrazó casi como un cosmonauta y le fue quitando con mucho cuidado las capas de pintura de aceite. Estábamos pendientes como si cada pedacito fuera parte de nosotros”, recuerda Alicia.

Víctor la define como colaboración voluntaria: llegaron arquitectos y diseñadores de La Habana a trabajar sin remuneración y los vecinos apoyaron a pie de obra y con el café por las madrugadas, al tiempo que, desde la Dirección de Cultura, Evelio Rodríguez se mantuvo al tanto de las labores y el presidente del Gobierno en aquel momento, Dagoberto Ibarra, les dio un voto de confianza.

“Ya en pleno montaje hubo que rebajar el sobrante de unos dados de bronce de las estructuras que sostienen las piezas y todos los talleres del municipio se involucraron en esto, el resto del trabajo se paralizó”, apunta Víctor como dato un tanto jocoso, pero que revela el apoyo con el que contaron siempre.

“El Museo de Arquitectura se convirtió en un laboratorio, aprendimos las técnicas y materiales tradicionales de restauración, a preparar los morteros que quedaban perfectamente integrados a la pared, con tierra, cal bien curada y un poquito de arena; fuimos pioneros en eso”.

Trinidad fue la primera ciudad de Cuba que intervino a escala privada, casa por casa, calle por calle…

«Vamos a hacer el museo y queremos también intervenir la primera cuadra de la calle Real del Jigüe», lr propusieron a Ibarra.

«Pero si me están diciendo que es muy poco el tiempo para concluir la restauración y el montaje del museo y ahora quieren hacer una cuadra entera», respondió él.

“Comenzamos a trabajar 24 horas sin parar desde el mes de marzo y en noviembre se inauguró la institución y también terminamos la calle, porque el verdadero museo es Trinidad. Ese era el criterio y por eso nos ganamos la condición de Patrimonio de la Humanidad”, asevera la experta en temas patrimoniales.

Alicia recuerda con profundo amor esa etapa, “de muchos años, de tremendo compañerismo; se acercaron otros que trabajaban con nosotros, o sea, era un grupo flexible, aumentó, disminuyó, vinieron unos, se fueron otros y demás, pero realmente, los tres mosqueteros fuimos nosotros, Víctor, Teresita y yo.

Trinidad celebra el Día Internacional de los Museos este 18 de mayo.

“Que no lo hubiéramos podido hacer ninguno de nosotros solos; en realidad se conciliaron características muy específicas que tenemos cada uno de nosotros, y en esa unión de los tres realmente se hizo el mejor equipo con que yo he trabajado a lo largo de toda mi vida, irrepetible.

“En realidad, fue una fuerza tremenda que se unió; una de las cosas más importantes que logramos fue el prestigio necesario para que, frente a las diferencias y los conflictos, el criterio nuestro se impusiera en las decisiones para salvar a Trinidad”.

La pequeña urbe en el centro de Cuba despertó nuevamente y en toda el área de más alta significación histórico-arquitectónica se fue entretejiendo una amplia red de instituciones culturales, de tradiciones, de colores y luces, de vida… un verdadero museo a cielo abierto.

Ana Martha Panadés

Texto de Ana Martha Panadés
Reportera de Escambray. Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

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