Guáimaro: un viaje al pasado como propuesta de verano en Trinidad

Luego de convertirse en Museo del Azúcar, la casa hacienda Guaímaro, restaurada por el medio milenio de la tercera villa cubana, muestra al turista valores patrimoniales, históricos y tradicionales.   Desde una pequeña colina, la casa hacienda Guaímaro aguarda con cierta complicidad mientras los visitantes intentan revivir el espíritu de

La casa hacienda Guaímaro ahora convertida en Museo del Azúcar y con valores patrimoniales, históricos y tradicionales.Luego de convertirse en Museo del Azúcar, la casa hacienda Guaímaro, restaurada por el medio milenio de la tercera villa cubana, muestra al turista valores patrimoniales, históricos y tradicionales.

 

Desde una pequeña colina, la casa hacienda Guaímaro aguarda con cierta complicidad mientras los visitantes intentan revivir el espíritu de una época de esplendor y el abolengo de una familia, la de los Borrell. Algo alejada de Trinidad, y de sus vías principales de acceso, clasifica no obstante entre las atracciones de la temporada estival.

Hasta el Valle de los Ingenios llegan los recorridos que la Oficina del Conservador de la Ciudad ha organizado para los meses de julio y agosto. Uno de los destinos precisamente es esta casona, restaurada por el medio milenio de la tercera villa cubana, ahora convertida en Museo del Azúcar y con valores patrimoniales, históricos y tradicionales.

Dayanis Brunet, museóloga del sitio, invita: “La casa muestra una sala principal, dos aposentos interiores, otras dos habitaciones que sirvieron como despacho a sus antiguos propietarios, un comedor y un espacio dedicado a los actos litúrgicos, por lo que es la única vivienda en todo el valle que poseía una capilla”.

Visitantes extranjeros y de toda Cuba pueden admirar los rasgos arquitectónicos de la mansión, de la cual se tienen noticias desde 1788, aunque fue la tercera generación de la familia, José Mariano Borrell y Lemus, quien da la forma definitiva a esta hermosa vivienda que ha llegado a nuestros días para contarnos el modo de vida de los ricos hacendados que forjaron su fortuna sobre lágrimas y sudor esclavos.

A un costado de la espaciosa estancia, bendecida por el fresco del monte, en la antigua cochera y nave almacén, obreros y técnicos de la Oficina del Conservador de Trinidad borran las huellas del tiempo y la desidia para dar vida a un espacio cultural donde confluyen en total armonía el pasado y lo contemporáneo. Hoy se ha restituido totalmente la cubierta de madera preciosa y comienzan a rescatarse los muros y el piso a partir de los diseños originales.

“Cuando comenzamos aquí, rememora el técnico de la obra, José Toledo Barrizonte, el grado de deterioro era impactante, pero ahora la imagen es otra; concluimos la primera crujía y estamos a punto de terminar el portal trasero, donde estarán los baños y un área de cafetería; después trabajaremos en el resane y restauración de las paredes”.
Con nueve hombres bajo su mando, José Toledo ha sido testigo del renacer de esta casona con cierto halo mítico, no solo por la famosa leyenda del diablo que una y otra vez asomaba en una de sus paredes, sino por la belleza de sus pinturas murales, creadas por el célebre arquitecto, decorador y pintor italiano radicado en Cuba, Daniel Dall Aglio, a partir de pigmentos que aún resultan un misterio para los restauradores.

“Son, revela Dayanis Brunet, grandes cuadros, enmarcados con ovas y recuadrados con grecas, como si fueran lienzos colocados sobre las mismas; representan escenas bucólicas, pastoriles, de ruinosos castillos, o reproducciones de conjuntos arquitectónicos neoclásicos, que resaltan bajo los efectos de la luz, en especial, la del atardecer.”

A unos 500 metros de la mansión trinitaria puede visitarse el área donde se localizaron los barracones y el cementerio de los esclavos, que en condiciones infrahumanas lograron la mayor producción de azúcar en Cuba en el año 1827, unas 82 000 arrobas… de aquellos años aún quedan las huellas del sufrimiento en grilletes y otros instrumentos de tortura, ahora celosamente custodiados por campesinos de la zona, que muestran en los portales de sus viviendas estos trofeos de dolor y muerte, junto a antiguos utensilios de trabajo.

Radio Trinidad

Texto de Radio Trinidad

4 comentarios

  1. Esta casa fue restaurada por su ultimo propietario el senor Cristobal Fernandez Quevedo el cual trajo unos especialistas en restauracion de Italia. Esa casa ,la cual yo visitaba,frecuentemente quedo bellisima.
    Pasado el tiempo fue destruida .recuerdo que fue hasta almacen de abonos quimicos.
    Es una gran noticia que la hayan podido restaurar nuevamente pues recuerdo que hace algunos anos que la visite estaba en muy mal estado.Felicidades.

    • Esta historia me fascina…escuchada de la voz de mi abuelo a la luz de la chismosa ..Naci cerca de Guaimaro …muy limdo la restauración

    • Manuel B. Roduiguez

      Cristobal Fernández Quevedo era mi cuñado casado con Maria Esther Rodriguez y Mainegra hija de Manuel Rodriguez Ramos quien poseía una farmacia en la Calle Santo Domingo. Tengo una copia del testamento de Don Mariano. Pasé a los 8 años unos momentos inolvidable en esa casa.

    • Manuel B. Rodriguez

      Gracias por sus comentarios. Cristobal Fernández Quevedo fue mi cuñado casado con Maria Esther Rodriguez y Mainegra.

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