Crimen a la vista de todos

El mismo día en que nuestro pueblo conmemoraba el quinto aniversario del heroico asalto al Palacio Presidencial, una banda armada irrumpía en una localidad yaguajayense para perpetrar un doble asesinato. La Revolución cubana, con su incansable voluntad de hacer, había llegado con celeridad a la pequeña localidad yaguajayense de Llanadas

Manuel Solís Díaz El mismo día en que nuestro pueblo conmemoraba el quinto aniversario del heroico asalto al Palacio Presidencial, una banda armada irrumpía en una localidad yaguajayense para perpetrar un doble asesinato.

La Revolución cubana, con su incansable voluntad de hacer, había llegado con celeridad a la pequeña localidad yaguajayense de Llanadas Arriba, cerca de Mayajigua, para acabar en pocos meses con el desempleo e insuflando vida al mísero villorrio, donde, junto a las cada vez más mejoradas casas de familia, surgían obras educacionales, de la salud y comercio y servicios.

Sin embargo, a inicios de 1962 la zona no estaba tranquila, pues desde hacía algún tiempo grupos criminales formados por individuos de los alrededores y otros provenientes de puntos más lejanos de la antigua provincia de Las Villas cometían constantes tropelías y asesinatos en la amplia comarca, como parte del llamado Plan Mangosta, concebido y puesto en marcha por el Gobierno de los Estados Unidos con el fin de forzar un cambio de régimen en Cuba.

CRÓNICA DE UN CRIMEN ANUNCIADO

El 13 de marzo de aquel año, Manuel Solís Díaz, “Manolín” para sus allegados, había ocupado su tiempo en distintas labores y, sobre todo, ayudando en la tienda del lugar a José María Padrón, activista campesino como él y fundador del movimiento cooperativo allí, mientras a cada rato se escuchaban por la radio menciones y entrevistas con motivo del quinto aniversario del asalto al Palacio Presidencial, un hecho relevante en la historia reciente de Cuba.

Ya por la tarde-noche arribó Padrón a la casa de Manolín, su amigo entrañable, y no habían pasado ni 20 minutos cuando se escucharon voces que les llegaron de improviso, para dar un vuelco trágico a las vidas de los moradores del pequeño asentamiento rural.

La causa del escándalo fue la irrupción intempestiva y violenta de varios bandidos al mando de los cabecillas Arnoldo Martínez Andrade y Mario Bravo Cervantes —el Barbero—, quienes vestidos de verde olivo y bien armados asaltaron aquella comunidad llamada luego Mártires de Bella Mota, en Llanadas Arriba, Yaguajay.

Aquellos criminales expulsaron por la fuerza a los campesinos de sus casas y los pusieron en fila como si fueran a fusilarlos para, acto seguido, incendiar la tienda del pueblo, el Círculo Social, la escuelita pública y varias viviendas.

A la vista de todos, los bandidos sacaron del grupo a Manuel Solís, miembro del Partido Socialista Popular, y a José María Padrón, este último administrador de la granja local y responsable de las Organizaciones Revolucionarias Integradas, ambos milicianos, y a poco los moradores sintieron las descargas cuando a escasos cientos de metros de allí los ametrallaron.

NO HUBO IMPUNIDAD

El criminal asalto a esta comunidad y otras fechorías recientes cometidas por los bandidos en él área motivaron varias reuniones de  la dirección política y militar en la zona de operaciones, en las cuales se analizó la situación imperante y se adoptaron decisiones para intensificar la lucha contra esos grupos.

Así, el primero de octubre de 1962 en horas de la mañana, fuerzas de la IV División de Remedios lanzaron una operación contra la banda de Arnoldo Martínez Andrade en la finca La Ceniza, en los límites de Remedios con Yaguajay. Pocas horas después, el cabecilla y algunos de sus secuaces caían en el intento de romper el cerco.

Sin embargo, Mario Bravo logró continuar su carrera homicida hasta el 23 de junio de 1964, cuando su banda fue cercada en la Loma de Blanquizal, Yaguajay. Luego de varios choques entre bosques y farallones, en la noche del 24 los remanentes del grupo cayeron en una emboscada cuando trataron de acercase a un sembrado de maíz castigados por el hambre.

Como resultado del intenso fuego sucumbieron varios hombres, entre ellos su jefe, quien fue capturado herido, pero falleció durante el trayecto al hospital. Una vez más quedó demostrada la vieja máxima de que el crimen se paga.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

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