El momento cumbre de una cumbre

Justamente en el momento exacto en que la América nuestra más necesita la unión y concertación de los pueblos del continente frente a la ofensiva restauradora neoliberal, impulsada por el imperialismo y las oligarquías de la región, se celebró la VII Cumbre de Estados del Caribe, que reunió en La

cumbre AEC
La Cumbre estuvo signada por la amistad, la confraternidad y el espíritu de colaboración. (Foto: Ismael Francisco)

Justamente en el momento exacto en que la América nuestra más necesita la unión y concertación de los pueblos del continente frente a la ofensiva restauradora neoliberal, impulsada por el imperialismo y las oligarquías de la región, se celebró la VII Cumbre de Estados del Caribe, que reunió en La Habana a los representantes de las 25 naciones miembros de la entidad y sus siete asociados, así como a un grupo de observadores permanentes.

La cita habanera sucedió inmediatamente en el tiempo a las sesiones de la OEA en Washington, en las cuales el uruguayo Luis Almagro, actual secretario general de la desprestigiada organización, intentó infructuosamente por todos los medios aplicar a Venezuela la llamada Carta Democrática, como vía para arreciar la campaña internacional contra la República Bolivariana y, llegado el caso, facilitar incluso la agresión militar al hermano país.

Pero el horno caribeño no está para las galleticas del imperialismo, pues si en aquel ministerio de colonias —como la llamara el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García— la servil iniciativa fracasó debido al rechazo de la mayoría de los gobiernos allí representados, en la VII Cumbre en La Habana el apoyo a la patria de Bolívar se concretó en un Comunicado Especial que rebate implícitamente la violencia y reconoce los esfuerzos de las autoridades venezolanas por resolver el actual diferendo con la oposición por medio de negociaciones.

Para muchos observadores resultó cuando menos aleccionador ver sentados a una misma mesa a dignatarios de regímenes de derecha, como Juan Orlando Hernández, de Honduras, y David Arthur Granger, de Guyana, con los representantes de las naciones integrantes del ALBA y Caricom en un espíritu de amistad y colaboración, poco usual en citas colectivas de otros bloques de estados en distintas partes del planeta.

Y no podía ser de otra manera, por cuanto las numerosas islas-estados de la cuenca caribeña no pueden darse el lujo de marchar desunidas, debido a los grandes retos que enfrentan por su pequeña extensión y población, los peligros del cambio climático y sus economías dependientes en gran parte de un solo sector: el turismo, vulnerable a su vez en la difícil coyuntura económica internacional.

De otro lado, existen en el área naciones con relativo desarrollo industrial, gran población y un masivo mercado interno, como México, Colombia y Venezuela; los tres gigantes caribeños; Cuba, con sus 11,2 millones de habitantes y su potencial de recursos humanos, considerable en las áreas de la salud, la educación, la cultura, las ciencias y el turismo, con una economía en ascenso, y los casos de Panamá y Nicaragua, uno con un canal interoceánico ampliado y la otra con otro mayor aún en plena construcción.

Todo esto fue tenido en cuenta; de ahí que entre los aspectos más debatidos del encuentro figurase, junto a la Declaración de la Cumbre, el Plan de Acción de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) para el período 2016-2018.

El primero de estos temas, aprobado como Declaración de La Habana, recoge en sus 44 puntos, entre otros aspectos, la fidelidad a los principios y objetivos recogidos en el Convenio Constitutivo, y compromete en su punto 4 a los estados miembros “en la construcción de sociedades justas, equitativas, centradas en el ser humano e inclusivas”, a la vez que defiende los derechos humanos, la erradicación del hambre y la pobreza, así como la educación y la seguridad alimentaria; es decir, una proyección anti-neoliberal.

Puntos importantes son también la condena al terrorismo en todas sus manifestaciones, el apoyo a Cuba en su lucha contra el bloqueo y por la devolución de la base naval yanqui en Guantánamo, la censura a las prácticas discriminatorias contra naciones, “las listas y certificaciones unilaterales que afectan a países miembros de la AEC”, así como el tránsito por el Mar Caribe de naves con material nuclear y desechos radioactivos.

El documento, que desde ya se considera histórico, expresa “su profunda gratitud al Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, su excelencia Raúl Castro Ruz, al Gobierno y pueblo cubanos por su hospitalidad y por la excelente organización de la VII Cumbre de la AEC en La Habana”.

Por su parte, el Plan de Acción de la AEC hasta el 2018, especifica las tareas a desarrollar en los próximos tres años en Turismo Sostenible, Desarrollo del Comercio y las Relaciones Económicas Externas, Transporte, Reducción de Riesgos y Desastres, Comisión del Mar Caribe, Cultura y Educación, y Fondo Especial, cuya ejecución tocará impulsar a la señora June Soomer, quien recibirá las riendas de la AEC el primero de agosto de manos del actual secretario general, Alfonso Múnera Cavadía, a quien se le reconoce y agradece su exitoso desempeño.

Fue, en resumen, una Cumbre signada por la amistad, la confraternidad y el espíritu de colaboración, como corresponde entre países con historia e intereses afines, devenido oasis en medio de un mundo preñado de conflictos, diferendos y guerras, en gran parte provocados por la avaricia de factores externos que aspiran a dividir para después devorar a quienes consideran sus legítimas presas.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

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