No es fácil llegar a un lugar donde te maltraten

Con esa convicción labora la espirituana Celia María Puerto Rodríguez, trabajadora de Farmacias durante los últimos 15 años, quien regala su comprensión a cada paciente que acude a su unidad en busca de medicamentos

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En la Unidad No. 660, sita en la calle conocida como Sobral, y como parte de un colectivo femenino, Celia María se siente realizada. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)
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En la Unidad No. 660, sita en la calle conocida como Sobral, y como parte de un colectivo femenino, Celia María se siente realizada. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

No hay que andar con rodeos para extraerle la primera y fundamental declaración. Por más complicado que suela ser el escenario en una unidad de farmacias de Cuba, lo expone sin reparos: a ella le encanta lo que hace.

Ni sus años como profesora de Secundaria Básica en la especialidad de Educación Laboral y Dibujo Técnico, de la que es graduada, ni su vasta experiencia como dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas, labores a las que se entregó con la mayor pasión posible, superan la satisfacción que siente mientras ayuda a personas enfermas.

“Me desempeñaba como segunda secretaria de la UJC en Fomento cuando llegué a la edad límite como profesional, entonces opté por empezar un curso de Farmacias y Ópticas. Mi mamá era de allá y viví en aquel municipio varios años, ya con mi hija nacida. Al terminar, me ubicaron en la Unidad No. 670.

“Después vine para la cabecera provincial y trabajé un tiempo en la farmacia del hospital Camilo Cienfuegos, la externa. Desde hace cinco años estoy aquí, en la Unidad No. 660, que las personas conocen como de Sobral, al lado de Tienda Habana”.

Su arte para lidiar con el público, por incómodo que resulte, parte de una convicción que a diario pone en práctica: lo primero que debe caracterizar a un dependiente de farmacia es su esmero para que el paciente se sienta satisfecho.

“Por lo general, hay siempre algún medicamento en falta, a veces varios, como ha sucedido en estos meses. Eso de por sí es una contrariedad. Yo me pongo en el lugar de la persona que tengo enfrente y trato de hallarle una solución al problema, porque no es fácil tú sentirte mal y llegar a un lugar donde seas maltratado por quien allí atiende”, explica.

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“Me pongo en el lugar de la persona que tengo enfrente y trato de hallarle una solución al problema”, dice Celia María. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Se siente orgullosa de la labor que desempeña, quizás porque se sabe querida, como parte de un colectivo que suele ser distinguido por quienes lo conocen debido a la eficiencia que muestra a diario. Días atrás, cuando en el perfil de Facebook de quien escribe se publicaron fotos de la atención al público allí, con las normales restricciones que la COVID-19 impone, llovieron los elogios y entre los nombres más mencionados estaba el de Celia María.

 “Nosotros recomendamos mucho los tratamientos a base de Medicina Natural y Tradicional, porque son muy buenos y generalmente inocuos. Hay a quienes no les gustan, pero muchas personas aceptan la sugerencia. Ante la falta de Clordiazepóxido y Alprazolam, por ejemplo, sugerimos los jarabes y extractos de tilo o pasiflora, que han tenido una alta demanda. También se venden mucho el Aloe (extracto acuoso) y la Menta japonesa, que resultan efectivos para padecimientos de digestión”, detalla.

Sin embargo, el entendimiento no siempre resulta fácil. No ha faltado quien rompa las recetas en su cara, le falte al respeto y hasta la insulte. Para eso, afirma Celia María, en su colectivo tienen una fórmula infalible: serenidad, empatía y, de ser posible, también una sonrisa salvadora. No obstante, antes de una negativa rotunda siempre procuran localizar el medicamento allí donde se encuentre; es, asegura, obligación de todo el que desempeña esas funciones.

“Desde que empezó la COVID-19 no hemos dejado de trabajar. Por un tiempo —apunta— el horario se ajustó hasta las 7:00 p.m. pero ya el pasado 22 de junio comenzamos de nuevo hasta las 10:00 p.m. Mantenemos las normas de bioseguridad: el uso del nasobuco, el hipoclorito a la entrada, el distanciamiento físico. Somos 12 mujeres y nadie de nosotras ha enfermado”.

Ha sido la secretaria de la sección sindical de los centros donde ha laborado durante los últimos 15 años y en la Unidad Municipal de Farmacias y Ópticas preside el Órgano de Justicia Laboral de Base. En un colectivo que ella califica como muy unido y responsable, donde celebran los cumpleaños como en familia y se ayudan mutuamente, no ha sido difícil continuar laborando incluso cuando su hijo de 11 años permanece en casa, sin escuela, aunque con clases televisadas, tal y como presupone la estrategia del país para proteger a los más pequeños.

 Cuenta con la ayuda de los vecinos y a la hora del almuerzo o de la comida, puede, como vive cerca, darle una vuelta al niño. Por medio de una aplicación en su teléfono móvil se actualiza, si no está en casa, sobre el curso de la enfermedad que enfrenta Cuba desde hace casi cuatro meses.

“Un problema personal no lo llevo a la farmacia; puedo salir de aquí molesta, que allá llego de buen humor”, declara sentada en la sala del hogar. Por más atractivas que resulten otras opciones no está en sus planes cambiar de trabajo. Pero como no es su fuerte andar con rodeos acompaña la idea con una de sus sonrisas: “Pienso seguir dando lucha en la farmacia, mis compañeras no me quieren soltar”.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

3 comentarios

  1. En esa farmacia da gusto ir, y Celia María una persona excepcional

  2. Celita fue mi compañera de aula en la primaria, siempre fue muy simpática y bien llevada con sus compañeros. En la farmacia tiene un trato especial. Felicidades.

  3. Esa farmacia es ejemplo de buen trabajo y dedicación,felicidades…

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