El renacer de Beatriz (+fotos y video)

Luego de una cesárea de urgencia en la cual nacieron sus dos hijas, la joven espirituana Beatriz Pérez Rabelo fue intervenida en cuatro ocasiones debido a las complicaciones que aparecieron. Más de 20 días permaneció reportada de gravedad en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos de donde logró egresar gracias a su empuje y a la batalla de los médicos y enfermeros

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Beatriz requirió la atención y el seguimiento de varios especialistas. (Fotos: Yosdany Morejón/Escambray)

Fue el alumbramiento la antesala misma de la muerte. Y no lo imaginó entonces; lo supo casi 30 días después cuando las gemelas Nicole y Valeria Neira Pérez, a quienes trajo al mundo, la devolvieron a ella también a la vida.

Apenas le dio tiempo a verlas, a tenerlas en brazos menos horas que los meses que venía añorando disfrutar de ese momento, a guardar en un instante el olor del más entrañable de los afectos. Después fue la lejanía de aquella incubadora; la distancia que a veces parecía insuperable y que impuso una y otra y otra cirugía; las complicaciones; las fotos de las niñas que la traían de vuelta y la hacían no desfallecer.

Primero, la cesárea urgente a la que siguieron cuatro intervenciones y más de 20 días en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, donde se mantuvo reportada en estado de gravedad y que la ha hecho figurar como la materna más crítica de las que este año han requerido asistencia médica en la institución sanitaria. Pero a Beatriz Pérez Rabelo la salvaron los médicos y los enfermeros y, sobre todo, sus hijas.

DE MADRE A HIJA Y VICEVERSA

Lo suyo era un embarazo gemelar, por eso había ingresado meses atrás cuando sobrepasaba las 20 y tantas semanas y la tensión arterial no se había convertido aún en el problema que fue al término de su gestación.

Como si tuviera delante la historia clínica de Beatriz, el doctor Cosme Daniel Pulido Espinosa, especialista de primer grado en Ginecobstetricia y en Medicina General Integral y subdirector materno-infantil del Camilo Cienfuegos, rememora el caso síntoma a síntoma.

“A Beatriz se le fue dando seguimiento por una preeclampsia que presentó en el embarazo y que prácticamente al final de la gestación, con 36 semanas, hubo una descompensación de esta tensión arterial que ponía en riesgo la vida de la madre y también de los bebés, por lo que fue necesario llevarla a una cirugía de urgencia”.

Era el pasado 16 de agosto de este 2022, apenas 72 horas después de aquella cesárea urgente aparecerían complicaciones que le pondrían en peligro la vida. Tanto que requirió de la intervención de un equipo multidisciplinario donde se desvelaron días y días ginecobstetras, cirujanos, anestesiólogos, intensivistas, hematólogos… Los signos de gravedad que iban apareciendo tenían, acaso, la explicación en las propias complejidades que entraña un embarazo de este tipo.

De tal modo lo considera el doctor Miguel González Bellón, especialista de segundo grado en Ginecobstetricia y jefe del grupo provincial de la especialidad: “Uno de los mayores perjuicios que provoca la preeclampsia es que causa daños en todo el endotelio —que es la capa interna de cada uno de los vasos sanguíneos— y esto motivó que Beatriz presentara como complicaciones trastornos de la coagulación, los cuales trajeron consigo que fuera reintervenida en más de una ocasión”.

La joven madre fue sometida a cuatro reintervenciones.

Acostada en aquella cama Beatriz no lo advertía siquiera. Ni el abdomen que se le inflamaba ni la fiebre ni los dolores la angustiaban tanto como pensar en sus niñas y, a la vez, ellas era lo único que la hacía casi siempre sentirse a salvo.

“La mayor complicación de Beatriz fue el sangrado —asegura el doctor Miguel Alexander Concepción López, especialista de segundo grado en Cirugía General—. En el posoperatorio inmediato, a partir aproximadamente de las 72 horas, comenzó a aparecer un aumento de volumen en la herida quirúrgica motivado por la presencia de líquido y de sangre en ese espacio y hubo necesidad de una primera reintervención, donde se decidió el drenaje del absceso y la exploración de la cavidad sin ningún tipo de problema”.

Mas, se siguieron sucediendo las complejidades y una tras otra, también, las cirugías; un día sí y dos no, a riesgo de su propia existencia, pero se apostaba todo por salvarla.

Ahora que solo le quedan las marcas de aquella herida en la barriga, aunque por dentro lleve otras cicatrices que apenas se advierten, Beatriz repasa los temores todos y la fuerza que solo proporciona la maternidad: “Cuando me decían que iba de nuevo al salón susto sí tenía y miedo también, porque tú entras, pero no sabes si vas a salir. Me iba confiada y le pedía mucho a Dios que me trajera de vuelta por mis hijas, mi familia, por mi esposo; pero de verdad que me ponía tan fuerte que no pensaba en nada más que iba a salir de ahí y yo decía: es algo que me va a sanar. Pero era una y después dos días y volvía la otra y la verdad que era un sinfín de emociones, porque cuando pensaba que estaba bien tenía que volver a entrar al salón.

“Estuve consciente todas las reintervenciones menos la penúltima que fue la que yo no recuerdo casi nada, porque fue la más crítica que yo estaba —ahora me doy cuenta—, pero yo no sabía que estaba tan mal porque me alentaban muchísimo los médicos todos los días, me apoyaban y me decían: vamos a seguir para adelante”.

Se puso todo a prueba: el ingenio del colectivo de médicos y enfermeros, la asesoría de especialistas de Matanzas y Cienfuegos, las terapias con medicamentos de última generación, los estudios más exigentes… Y acaso para quienes la asistían se tensaron los nervios todos en la tercera y penúltima intervención quirúrgica.

Lo confiesa ahora Concepción López, uno de los cirujanos que participaron en el proceso: “En esa tercera intervención se decidió hacer la histerectomía obstétrica y fue una situación bastante estresante; se hizo un empaquetamiento; es decir, dejarle unas compresas dentro de la cavidad como una medida más heroica, pudiéramos decir, para tratar de controlar el sangrado. Por suerte, nos resultó y ya la última cirugía fue retirar las compresas. Después sucedieron una serie de eventos: infección de la herida quirúrgica, bronconeumonía intrahospitalaria relacionada con el proceder y de conjunto se fueron tomando paulatinamente las decisiones y todo fue fluyendo y la paciente evolucionó favorablemente”.

Beatriz ha sido la materna más crítica de las que han requerido ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos en lo que va de año.

RENACER

Era también el verde por todas partes el presagio de la más férrea de las esperanzas. En aquella habitación llena solamente de monitores, de sueros, de equipos, de médicos y enfermeros cerrados de verde de pies a cabeza, lo otro que sanaba a Beatriz eran las fotos de las niñas que le enseñaban por medio de aquel celular. Era ese el modo de asirse a la vida.

Lo sabe bien la doctora Mayelín Durán Romero, especialista de primer grado en Medicina Interna y de segundo grado en Medicina Intensiva y Emergencias, quien ha luchado a brazo partido por no pocos pacientes: en aquella sala de cuidados intensivos quienes asisten a los enfermos vienen a ser en ese momento su familia. “Hacíamos guardia dos especialistas para priorizar la atención. Se usaron los antibióticos específicos para los gérmenes que ella tenía y se hicieron todos los estudios pertinentes; además, aun estando en la casa pensábamos qué más se podía hacer. 

“Aquí no tienen acompañantes y nosotros, por supuesto, nos solidarizamos con esa situación, tanto con el familiar como con el paciente, porque es como si fueran nuestra familia y siempre les tratamos de dar el mayor apoyo para que se sientan protegidos, queridos, por todo el personal”.

Y fue esa otra de las cobijas de Beatriz: el cuento de la enfermera cuando entraba a pasarle los medicamentos, las gemelas en la pantalla del celular, el chiste que le sacaba la sonrisa en medio del dolor, la certeza de que no había malestar más fuerte que el estar separada de sus hijas.   

Después de tantos días debatiéndose entre la vida y la muerte, ahora que puede repasar cinematográficamente cada episodio, Beatriz reconoce que tuvo varios asideros: “No tengo quejas, el servicio en Intensiva fue único, especial, porque los médicos conmigo se portaron súper bien; no dormían, eran noches en vela junto conmigo y las enfermeras igual, no descansaron ni un minuto hasta que yo salí de ahí y las amistades y la familia fueron otro motor. La verdad tuve mucho, mucho apoyo”.

Todos temieron por ella: la familia, los amigos, los médicos, las enfermeras… y todos apostaron por ella. Al pie de aquella cama en la sala de perinatología donde estuvo ingresada adonde la trasladaron luego de pasar más de 20 días en Terapia lo reconoce el doctor Cosme Daniel: “Realmente Beatriz fue una paciente muy difícil que nos desveló por muchos días y que en sus cinco intervenciones fuimos tratando de ponerle todo lo que nosotros teníamos, porque sí temíamos por su vida. Beatriz ha salido y va a seguir saliendo adelante para ella, la familia y sus bebés”.

Sus hijas fueron el motor que la impulsó a salir adelante.

Aun cuando días atrás la encontrábamos en aquella cama de la sala del hospital con una lividez que no debía corresponder con la blancura de su tez, Nicole y Valeria eran el empuje, y lo seguirán siendo, para levantarse. 

“Las niñas fueron el motor principal para que yo saliera de ahí. Mis hijas fueron las que me llevaron todos los días para que yo tuviera fuerzas para seguir luchando”.

Y de los días aciagos ahora solo quedan las marcas de aquellos puntos negruzcos en el abdomen y los recuerdos que se han ido borrando con el llanto de una que rompe en medio de la madrugada, con el biberón que se sostiene para saciar a la otra. Y las imágenes son más que flashazos de felicidad: Beatriz y su esposo, y Nicole y Valeria en el arrullo de aquel regazo materno de donde no se fueron nunca y donde habitarán por siempre.

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

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