Soy exigente con que las cosas salgan bien y se cumplan (+fotos)

Confiesa la doctora Yurien Negrín Calvo, reconocida epidemióloga que desde Sancti Spíritus ha librado no pocas batallas en pos de la salud de la isla y de otras naciones

Yurien califica el enfrentamiento a la covid entre las experiencias más difíciles de su carrera como epidemióloga. (Foto: Cortesía de la entrevistada).

Por el brillo de los ojos se le descubre la nobleza del alma. Basta apenas asomarse a su mirada sincera y apacible antes que la voz pausada y el tono a ratos en susurro vengan a deletrear lo que los ojos negrísimos ya han ido contando.

A la doctora Yurien Negrín Calvo la delata la sensibilidad, la modestia casi crónica que le hace callar —a no ser cuando esta reportera insistente se le planta grabadora mediante en la sala de su casa— de sus misiones en la República Bolivariana de Venezuela y en Bolivia; de los días difíciles de la pandemia de la covid cuando llevó sobre sus hombros el pesar de muchos a la par de las riendas de la vicedirección de Higiene y Epidemiología del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología (CPHEM) o de su sapiencia que la hizo llegar en un reducido equipo de expertos cubanos a Nicaragua para adiestrar al Ministerio de Salud de aquel país en el enfrentamiento al nuevo coronavirus.

Mas, de lo único que se jacta y se enorgullece sin sonrojos es de sus hijas: Dayana y Roxana —y pudiera jurar sin conocerlas que el orgullo es recíproco—. Yurien es la epidemióloga reconocida, pese a que no lo admita, y la ama de casa a la que le gusta coser; la vicedirectora y la amiga de su equipo de trabajo; la esposa de José Luis Toledo, el psiquiatra y el amor de toda una vida, y la madre a tiempo completo, aunque no siempre ha podido estar.

Junto a su esposo e hijas durante la entrega de la medalla de Hazaña Laboral.

Y mientras desgrana a cuentagotas los pasajes de su vida va sudando a mares como si en ello transpirara todo el nervosismo de ahora o, acaso, porque pocas cosas le incomodan más que develarse.

DE VILLA CLARA A LA SIERPE

Entonces se descubre en su natal Jicotea, Villa Clara, en aquel círculo de interés sobre la Cruz Roja que, junto a las enseñanzas de su maestra de quinto grado, le incitaría la vocación por sanar a los otros.

Antes su madre, alfabetizadora, le había mostrado otras lecciones en el aula improvisada de casa donde impartía clases en la Facultad Obrero Campesina: las de expresarse correctamente siempre; las de vencer la timidez incurable; las de la fortaleza que oculta y tiene.

“Yo creo que después que hice epidemiología he cambiado y, a veces, hasta peleo y me altero bastante, pero antes yo era muy calladita, mucho más, pero ello no me limitaba de participar y me gustaba declamar en los actos. Mi mamá siempre nos incentivó y nos enseñaba mucho”.

Aún así, a la Yurien de 12 años de edad y la mayor de tres hermanas le costó muchísimo dejar la casa e internarse para cursar la secundaria y el preuniversitario en la Escuela Vocacional Ernesto Che Guevara, en Santa Clara. Allí crearía otra familia con sus compañeros —“entre todos nos fuimos haciendo grandes”, asegura— y alcanzaría una de las plazas para estudiar Medicina. La razón de tal logro la apuntala solo con esfuerzo: “Era estudiosa, siempre he sido bastante disciplinada, me gusta cumplir con todo y no irme fuera de la ley”.

Tanto que cuando dijeron de hacer el servicio social en Sancti Spíritus por la necesidad de médicos que tenía la provincia no pensó en negarse. “Uno de los municipios que venía era La Sierpe y allí el CAI 7 de noviembre y yo a ciegas, prácticamente, con 24 años, recién graduada fue lo primero que pedí y eso mismo me llegó”.  

Se arrepintió solo, tal vez, cuando el yipe que la trasladaba aquella noche empezó a reptar por el camino polvoriento e interminable, cuando tuvo que estrenarse como médico del complejo agroindustrial y vivir sola en una de las casas del batey. Lloró sin consuelo, confiesa.

Pero la Medicina le propagaría unas cuantas alegrías y no pocos sustos también. “Fue difícil, porque hubo muchísimos accidentes de trabajo y otras cosas a las que tuve que enfrentarme. Recuerdo una sutura que tuve que hacer sobre un párpado de un hombre que se emborrachó. No tenía la aguja que llevaba y no podía remitirlo tampoco, tenía que asumir, pero le quedó súper bien.

“Pasé muchos sustos con crisis de asma. Teníamos que ir a la vacunación masiva de la leptospirosis en lo que te tuvieras que montar, la suerte era Alina, mi enfermera, que me ayudó mucho. Pero todo lo recuerdo con gratitud, porque fue una etapa donde aprendí mucho y sentí el apoyo de la comunidad”.

De aquel batey dulzón, no solo por el olor a melaza del central, saldría años después, casada con el doctor Jorge Luis Toledo y la bendición de sus dos hijas: Dayana y Roxana.

A Sancti Spíritus llegaba a vivir en un alquiler, primero, a trabajar en el consultorio médico No.10, del área Sur, y después en el 9, de la Pesca, y a graduarse de Medicina General Integral. En el 2003, con el título de aquella primera especialidad en las manos, partiría entonces a la República Bolivariana de Venezuela.

“Esos primeros tres meses míos allá fueron muy difíciles. Rosy tenía cuatro años y Dayana, seis; en mi vida me había separado de ellas. Recuerdo que fui a una tienda de unos chinos y compré dos muñecas grandes —que ellas acabaron y todavía las tienen por ahí despeluzadas— las abrazaba y decía: una rubia y una trigueñita, esta es Dayana y esta es Roxana, porque era muy difícil”.

La nostalgia que le aguaba hasta el alma lo mismo cuando las cartas de las valijas traían noticias meses después o cuando consultaba a algún niño, la sobrellevaba en aquel pueblecito llamado Barinita, en el estado Barinas, a golpe de ir devolviéndole la salud a muchos.

“Allí vi mi primer caso de lepra. Había un paciente que tenía ese diagnóstico y hubo que hacerle su seguimiento, su control de foco, la atención a los familiares.

“Llegamos una vez a la casa de una señora que tenía como cuatro niños y nunca los había visto un médico. Hizo que almorzáramos y que me tomara un plato de leche hervida con cilantro y otras cosas que casi no me las podía comer, pero ella lo daba con todo el amor del mundo y uno tenía que recibirlo de esa forma también”.

Durante cinco años auscultó aquellos parajes venezolanos. Allí fue médico, se encargó de la formación de pregrado y posgrado, participó en el sexto foro social mundial —donde vio a Hugo Chávez y, después, en La Habana compartiría con Fidel— y vino, luego, a Cienfuegos a preparar a los estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina.

Al regreso a Cuba se decidiría por la especialidad de Higiene y Epidemiología y al terminarla en el 2010 Bolivia sería otro de los destinos de su colaboración médica.

Yurien tien una rica experiencia en misiones de colaboración internacionalista.

“Estuve en Oruro, un lugar muy frío, de población indígena y muy difícil porque, por su idiosincrasia, a veces había que verlos en el portal. El último año lo hice como epidemióloga del departamento”.

Desde el 2012, cuando volvía a “aterrizar” en el CPHEM, iría construyendo allí ese hogar donde también se refugia hasta los días de hoy. “En el Centro de Higiene yo siento que las personas me quieren y que el equipo me responde. Difícil que me acerque a algún especialista y pida de conjunto una evaluación, un informe, una visita a un municipio, un control de foco o que necesite que alguien esté por mí y que me nieguen su participación, estén en mi vicedirección o no”.

Sin quererlo tomó las riendas de la vicedirección de Higiene en el 2014 y, tras un impasse, hace tres años volvió a llevarlas.

¿Le gusta ser jefa?, la inquiero y con la sinceridad más límpida responde.

“Realmente, no. Me gusta compartir un espacio, un equipo e intercambiar con mis compañeros, no que ellos me vean como vicedirectora ni yo verlos como subordinados. Sí hay momentos en los que con mano más dura se deben hacer las cosas, porque esta especialidad es difícil y hace que se incumplan protocolos que son de estricto cumplimento y por ello pierdes, a veces, hasta una vida”.

Y yo que la tengo sentada delante con aquel vestido estampado y con una impavidez que linda con la dulzura todo el tiempo descreo cuando me desarma de forma tan categórica.

“Sí peleo, pero trato de no agredir y de no ser injusta ni extremista, sino de lograr un equilibrio entre las cosas de manera que se entienda y se cumplan como están establecidas. Soy exigente con que las cosas salgan bien y se cumplan”.

Una foto para la historia.

LA COVID: MÉDICO Y PACIENTE

Miércoles, 11 de marzo de 2020. A las ocho de la noche en el Noticiero Nacional de Televisión se confirmaban los primeros casos de covid, detectados en Trinidad. Y comenzaría entonces la más tensa de las batallas epidemiológicas a librar.

“Ya esa noche los pacientes estaban ingresados en el IPK, pero acá nos quedaba el resto de los contactos. A las ocho y media de la noche nos fuimos un equipo de trabajo para Trinidad y debimos haber regresado sobre las cinco de la mañana; se estuvo trabajando toda la noche y la madrugada en el terreno, en el control de foco, en identificar todos los contactos para que no se quedara nadie fuera”.

Y tan solo una semana después estaría llegando, junto a otros cuatro expertos cubanos, a Nicaragua para capacitar al Ministerio de Salud de ese país.

“Yo estaba en el Centro de Higiene y el director provincial me llama, que fuera para una reunión y cuando llego me dice: ‘El doctor Durán me acaba de llamar. Se necesita que vayas como epidemióloga a Nicaragua en función de asesoría técnica’. Eran palabras mayores para mí, porque yo dije: ¿Podré hacer eso?, ¿será que estoy preparada?, ¿podré decir que no? Pero me dije: si han depositado esa confianza, yo voy a asumir con la responsabilidad que lleva”.

En apenas tres meses en tierras sandinistas visitaron todos los departamentos y hospitales y adiestraron a las autoridades sanitarias en la implementación del plan de acción para enfrentar la covid que ya Cuba tenía diseñado.

“Llegué el 30 de junio en un momento de calma y en septiembre, el rebrote. Un momento muy difícil, pero había que echar pie en tierra”. Y ahora que lo mira en retrospectiva confiesa que el enfrentamiento del nuevo coronavirus ha sido lo más complejo de toda su carrera.

“Como este momento, ninguno, porque las enfermedades de transmisión respiratoria son de muy difícil control y no había vacuna ni tratamiento efectivo, la cantidad de personas enfermas, la respuesta del sistema de salud que nadie está preparado para una pandemia de este tipo y durante tanto tiempo.

“Esos meses de agosto, septiembre y octubre de 2021 no tienen comparación. De no poder dormir y el ratico que te acostabas no podías dormir tampoco porque la preocupación era tan grande y el mañana era tan inesperado lo que ibas a vivir… Esos días de más de 1 000 casos, llegar a los hospitales y ver el colapso, la cantidad de enfermos, los médicos enfermándose junto con los pacientes, el recurso humano agotado… fueron muchas cosas que yo creo que el pueblo es héroe en lograr sobrepasar esos momentos”.

Y el tener que tomar decisiones —colegiadas siempre— de establecer cuarentena en tal lugar; de cerrar centros claves como el Central Uruguay o la Refinería de Cabaiguán; el visitar desde los centros de aislamiento hasta los municipios… y contagiarse.

“Viví la pandemia desde el espacio de cómo sentirme siendo paciente y, también, llorar; uno se deprimía y pensaba que por qué si nos cuidamos tanto… Para un epidemiólogo enfermarse en una transmisión es una derrota, pero estábamos en lugares bien complicados”.

Todos anduvieron sobre el filo del peligro: el esposo al frente del policlínico de Los Olivos y las hijas, una graduada de Medicina y residente de Endocrinología y, la otra, estudiante de Medicina, en los centros de aislamiento. Y la preocupación materna y el empuje de que podían enfrentar cualquier desafío. Acaso, porque ella que es horcón sabe que en la familia ha tenido siempre la mejor de las retaguardias.

Y aunque su imagen a ratos lo pueda poner en duda, sus palabras lo afirman: “Sí, soy una persona decidida y valiente. Puedo equivocarme y, de hecho, me equivoco; imagínate cuántas veces podré haberme equivocado, pero sí cuando decido hacer una cosa lo hago y lo llevo hasta el final. Me gusta terminar las cosas y llevarlas hasta donde las fuerzas me alcancen y el conocimiento me dé para hacerlo”.

Aun sentada en la sala de su casa cuesta imaginarla de otro modo que no sea con la bata blanquísima sobre el vestido, con la sonrisa a medias mientras le entregan uno de los tantos reconocimientos recibidos, con los ojos iluminándosele cuando posa en las fotos con sus hijas y el esposo, con la voz tenue, pero imponente.

El eco de sus palabras la va calcando: Yurien es la serenidad —que puede perturbarse si se incumplen los protocolos—; la reconocida epidemióloga, aunque le apene, y la doctora-madre que jamás deja de ser.

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

6 comentarios

  1. Yehannys Negrin Calvo

    Yurien Negrin, el sacrificio en persona. Sí, como a cualquiera y en cualquier instancia hay muchas cosas que se nos pueden ir de las manos. No somos Dios, señores, para que sólo una persona pueda con todo. Se necesita más que un equipo de buenos directivos con espíritu de sacrificio y las mejores intenciones. Es un esfuerzo aunado de población, organismos, y guía sanitaria. Se sería muy injusto si se quisiera lanzar culpas y resposabilizar a quienes dirigen. Estos elogios para Yurien son pocos…

  2. Con respecto a Cabaiguan hay microvertederos y Salideros de agua de acueducto donde quiera. La recogida de basura no estable y en cuanto al combate al mosquito ineficiente, pues no se fumiga como es debido y esporádicamente. Hay muchas casas cerradas, antes el consultorio se involucraba en tema fumigación, se hacía pesquisa de personas con fiebre, ya no se hace nada de eso. En realidad se ha bajado la Guardia y aquí en Cabaiguan hay tremenda epidemia de Dengue, aunque no se declare como tal.

  3. con todo respeto sera muy exigente con sus subordinados por que las normas de higiene
    se incumplke en todas las panaderias de sancti spiritus y en toda la gastronomia, ver un compañero en la panaderia del 12 plantas
    despachando pan,cobrando,jugando con el celular sin nasobuco, todo sudado da pena,
    las bodegas todas violan las minimas normas de higiene,,, hay muchos ejemplos mas

  4. Yurien gran profesional y amiga, excelente persona….mi respeto y admiración por ella…

  5. Gracias Dayamis Sotolongo por la exactitud y delicadeza con la que hiciste esa entrevista.

  6. Doctora, en el municipio de Cabaiguan, en sus zonas periféricas, existen muchos microvertederos con envases (botellas, pomos, etc) con acumulación de agua clara, que constituyen focos de criaderos del mosquito Aedes Aegipty, por ejemplo para la zona de la filial al lado de la bloquera y a la salida para la base de guagua escolares. Es de conocimiento de muchas autoridades pero no se eliminan y existe un brote de dengue muy complejo. Muchas gracias

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