Mi vida ha sido la pelota

El 14 de enero de 1962 cuando el béisbol cubano se quitó los grilletes del profesionalismo, Modesto Verdura Alfonso, con traje del equipo Orientales, uno de los cuatro que abrían la senda de las Series Nacionales, hacía historia. “Jugaba tercera base, un día en Ojo de Agua, el pitcher no

Mi vida ha sido la pelotaEl 14 de enero de 1962 cuando el béisbol cubano se quitó los grilletes del profesionalismo, Modesto Verdura Alfonso, con traje del equipo Orientales, uno de los cuatro que abrían la senda de las Series Nacionales, hacía historia.

“Jugaba tercera base, un día en Ojo de Agua, el pitcher no sacaba out, fui pa’l box, el segundo lanzamiento se le fue al catcher y le saqué una lasca a una ceiba que había atrás de home”.
No hizo falta más. El azar ganó el alegrón del día en aquel pueblito taguasquense donde se crió. La pelota ganó un hombre imprescindible. El 14 de enero de 1962 cuando el béisbol cubano se quitó los grilletes del profesionalismo, Modesto Verdura Alfonso, con traje del equipo Orientales, uno de los cuatro que abrían la senda de las Series Nacionales, hacía historia.
“Nací en La Angelina, una colonia de Jatibonico, con 13 años cortaba caña, jugaba pelota de manigua en un lugar llamado Santa Isabel, del antiguo territorio de Camagüey, por un juego que gané me pagaron 3 pesos, compré una factura de mandados para mi mamá y mi abuela… se pasaba una brisa…
“Un día llegó un señor llamado Luis Toledo buscándome para un equipo que se hizo en Sancti Spíritus, no quería irme, vivía de las cuatro matas de caña, pero me convencieron. Comencé con un equipo de una fábrica llamada Galleta León. Nadie me enseñó, tiraba con cuatro dedos y no con dos como se hace normalmente, hasta que caí en las manos de Natilla Jiménez, quien me decía: ¿cómo tú puedes tirar tan duro así con la mano cerrada?”.
La mente se pierde en el recuerdo. Echa hacia atrás 50 años. Trae los nombres de Jesús Oviedo, Owen Blandino, Aquino Abreu, Pedro Chávez y otros tantos. Trastoca las anécdotas: “es que son tantas”, dice el hombre y dramatiza los días en que “andaban con una bigornia para arreglar el spike donde se rompiera, dormíamos dos en una litera casi en la tabla, conocí el chícharo en Santa Clara, aburrimos la harina y casi nos comemos un brazo de mar de merluza. Sin contarte que el guajiro no sabe caminar en el pueblo.
“Fue una serie inolvidable, no sabíamos jugar en un estadio con luz, hasta fuimos en un camión a jugar en Pojabo, había que jugar y trabajar. Yo estibaba sacos en los almacenes de la 415 donde estuve 35 años, pero un camionero que se llamaba Arbelio Piña me decía: ‘Vete a practicar que yo busco quien me ayude con la mercancía…’. Hija, hoy el atleta vive en cuna de rico.
“Jugar en Azucareros fue algo grande. Ganarle a Industriales era lo máximo, lo logré siete veces. Una vez en el Latino, Ñico Jiménez regó unos granitos de maíz en el box pa’ que yo pensara que era brujería, esa noche no tiré un strike, ellos se reían muchísimo. En un juego de esos que yo no daba paso Pedro Chávez, al que dominé 27 veces, empezó a frotarse las partes y le di un pelotazo adrede que lo saqué de juego”.
De todos los contrarios, que enfrentó, Verdura conserva con celo los encuentros con el Comandante en Jefe Fidel Castro, gestor principal de nuestras Series Nacionales desde que lanzó la bola inaugural en el estadio Latinoamericano.
“En un partido amistoso él llegó preguntando que quién era el pitcher que le iba a lanzar y Oviedo le dijo: ‘Hoy le toca al caballo’. ‘¿Y quién es el caballo?’, preguntó él. ‘Verdura’, le dijeron. Él se rió y enseguida respondió: ‘El caballo soy yo’. Me bateó un relatazo y Juan Emilio Pacheco que estaba en el siol se puso a mirar para otro lado porque dice que él no cogía ese rolling, que llevaba candela”.
Sao Paulo, Brasil, 1963. Juegos Panamericanos. Mención obligada en un bregar de ocho campañas. Por primera vez un lanzador cubano le ganaba dos veces a Estados Unidos. De nuevo Fidel y aquella llamada que le puso los pelos de punta.
“Fuimos con un buen pitcheo, Aquino Abreu, Manuel Alarcón, gané el primer juego ante Estados Unidos 3-1, a los tres días el director Gilberto Torres nos dice: ‘Todos son buenos, menos Verdura, ¿quién va a pitchear?’, le digo: yo mismo, lo hice mejor que el primer día, la gente se desbordó a batear, mi alegría fue mayor cuando sin tirar la última bola ya Fidel estaba llamando para felicitarme. Recuerdo que me dijo: ‘Hasta en los campos de caña están puestos los micrófonos’.
“Un narrador de Grandes Ligas me ofreció 150 000 pesos y un cheque en blanco, le dije: los 150 000 pesos los tiene Fidel en Cuba y lo demás lo tienen los otros cubanos, no sé de donde saqué eso. Gilberto Torres no me dejaba ni pararme en el pasillo, un día le advertí: no me tienes que estar velando porque estoy loco por ir a Cuba, y cuando llegué el director de mi trabajo me dijo: ‘Cógete dos días y ven”.
Crítico furibundo de la pelota actual, Verdura fustiga a quienes no gustan de sudar la camiseta o a quienes no enrumban bien su olfato para buscar talentos. “El campesino tiene brazos fuertes, tenemos que quitar esa academia del pueblo y ponerla en el campo”, exagera.
Habla desde la autoridad que le permiten sus números: primer lanzador en obtener la triple corona en la Segunda Serie con la franela de Azucareros (también integró Las Villas), líder en PCL (1.58), ponches (55) y juegos ganados (7). Líder en ganados y perdidos de la séptima campaña: 11-0, participante en los Juegos Centroamericanos de Jamaica en 1962.
“Mientras el lanzador tire lo que le mande el mánager, que no fue pitcher, ¿qué desarrollo vamos a tener en el pitcheo? Cada serpentinero tiene que tener un lanzamiento propio, yo tiraba solo recta y curva, pero con control y mucho interés, hoy muchos ni atienden cómo va el juego. Si un bateador me daba un batazo, tenía que pensar cómo dominarlo la próxima vez.
“Entrenaba porque nos gustaba, corría mucho y hacía ejercicio, ahora solo se dedican a la pelota y algunos con cinco innings ya están cansados”.
En medio de decepciones por lo que considera rastros de desatención hacia quienes hicieron historia, Verdura rescata el orgullo de haber integrado aquel legado de soñadores. Al asomo de sus 75 años, no perdona ciertos olvidos y resquemores, como aquel  retiro forzado a la altura de la novena serie.
“Nunca me lesioné, ni me dolió el brazo, el dolor fue en el corazón cuando Servio Borges dijo que ya era viejo; tenía solo 28 años y me sentía muy fuerte.
“Después fui entrenador del Sancti Spíritus que ganó en el 79, estuve como técnico en Corea, entrené categorías escolares… Toda mi vida ha sido la pelota”
“¡Ah!, solo les recuerdo que a esta fecha no me han retirado oficialmente. Solo quiero que lo digan, sería para mí un orgullo”.

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

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