VI bienal de Trinidad: Arte, identidad y espacios citadinos

El evento sobresalió por la amplia participación de jóvenes creadores y la polisemia de las piezas. (Por: Maikel José Rodríguez Calviño) Terminó la VI Bienal de Trinidad, dejándonos el dulce sabor de los buenos abrazos. Quedan atrás cuatro jornadas de intenso trabajo, en las que especialistas del Consejo Provincial de

La galería Benito Ortiz, de Trinidad, exhibe por estos días las obras del salón.El evento sobresalió por la amplia participación de jóvenes creadores y la polisemia de las piezas.

(Por: Maikel José Rodríguez Calviño)

Terminó la VI Bienal de Trinidad, dejándonos el dulce sabor de los buenos abrazos. Quedan atrás cuatro jornadas de intenso trabajo, en las que especialistas del Consejo Provincial de Artes Plásticas y de la galería municipal Benito Ortiz, artistas, críticos, investigadores y representantes de diversas instituciones culturales fraguaron un salón que nos acercó al arte contemporáneo espirituano y, al mismo tiempo, rindió homenaje a las villas trinitaria y espirituana en los 500 años que se alistan a cumplir.

Son varios los elementos a destacar en esta nueva edición del evento. En primer lugar, la vasta participación de creadores jóvenes, tanto en concurso como en exposiciones colaterales; en segundo, la evidente polisemia en gran parte de las piezas convocadas. Por último, el extenso diapasón de técnicas y procedimientos empleados; así, la fotografía, el performance, el video instalación y la pintura devienen caminos expresivos que cada artista supedita al concepto, devolviendo obras sintéticas y contundentes que buscan interactuar con el público y provocan reacciones diversas en el espectador.

El primer premio del jurado oficial recayó en Cenefa, de Yorlin Pimienta Pulido, pieza que se camufla coherentemente con el entorno donde ha sido emplazada, hasta el punto de pasar casi inadvertida, y reflexiona en torno a la excesiva comercialización de los valores patrimoniales, muchas veces transformados en simples productos de mercado, o llama la atención sobre la necesidad de invertir capital monetario e intelectual en el rescate de inmuebles, artefactos y murales que constituyen verdaderas joyas de nuestra arquitectura colonial.

Se otorgó segundo premio a las instantáneas La Venus del espejo y Complementary III, del espirituano Álvaro Brunet, mientras que el tercer lauro recaló en manos de Osley Ponce Iznaga por Como el Caribe, un molino de viento ensamblado con chancletas en franca sintonía con piezas escultóricas del artista dominicano Toni Capellán.

Entre los premios colaterales vale mencionar el otorgado por el Consejo Provincial de las Artes Plásticas a Ciudad protegida, de Alexander Hernández Chang, video instalación resuelta con un mínimo de recursos, que puede decodificarse desde la perspectiva religiosa, pues se inspira en uno de los programas iconográficos más conocidos a nivel popular: el ojo que todo lo ve u ojo de la Providencia, figura omnipresente en muchas viviendas cubanas. La obra reflexiona en torno a las estrategias policiales y coercitivas de cualquier sistema social que, en teoría, preservan el orden público y garantizan la seguridad de los ciudadanos, y de paso indaga en la excesiva mediatización de los espacios citadinos, pues la velocidad informativa que ofrece la fibra óptica, junto a la creciente democratización de la tecnología, contribuyen a desdibujar las fronteras entre lo público y lo íntimo, práctica que nos ha conducido a una gradual pérdida de la privacidad.

Por su parte, el Museo Arqueológico de Trinidad reconoció a Iván Basso Bécquer y Jorge César Sáenz por la escultura Legado: exhumación in situ de un cadáver compuesto por balas, engranajes y trozos de metal; suerte de Homo belicus cuyos despojos condensan la herencia histórica y cultural que la actual carrera armamentista dejará a las futuras generaciones.

Tras un breve análisis de los principales objetivos que persigue la Bienal trinitaria, pido atención sobre la necesidad de otorgar premios en metálico en futuras ediciones, pues con ello garantizamos una mayor participación de obras y artistas, y contribuimos al financiamiento de los proyectos. También abogo por garantizar una mayor cohesión entre los organizadores e instituciones convocadas al efecto, y así evitar desajustes o retrasos en el programa de actividades.

Si bien queda mucho por hacer, el salón de la VI Bienal de Trinidad, que por estos días acoge la galería municipal Benito Ortiz, es una oportunidad idónea para reflexionar de dónde venimos y hacia dónde vamos, y cuáles son las posturas sociales, culturales e ideológicas que definen nuestras estrategias de resistencia. Es, en última instancia, un válido intento por promocionar el trabajo de los jóvenes creadores que han venido transformando el rostro de las artes plásticas en el centro de la isla.

Redacción Escambray

Texto de Redacción Escambray

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