Un Partido original y sin copias

En su artículo 5, el proyecto de la Carta Magna no deja el menor resquicio a la pluralidad de partidos en Cuba, que sabe al dedillo las secuelas de ese sistema político

cuba, reforma constitucional, partido comunista de cuba, pcc
Los congresos del Partido han constituido expresión del sentido unitario de la nación cubana.

Podía ser el periodista y presentador de la CNN, Bernard Shaw, el clásico perro sabueso en las lides informativas; podía ser el académico y político español Federico Mayor Zaragoza, por más de una década director general de la Unesco; podía ser el empresario y dirigente panamericano y olímpico mexicano Mario Vázquez Raña. No importan sus filiaciones ideológicas —si más a la derecha, si más a la izquierda—, todos ellos y otros colegas extranjeros solían derivar sus entrevistas con el líder histórico de la Revolución Fidel Castro hacia un punto: la no existencia de pluripartidismo político en Cuba.

Si alguien soñó o simplemente especuló acerca de una posible apertura en tal sentido en el país en cierto momento —esperanza quizás alimentada por la desaparición física de Fidel—, ahora se daría de bruces contra el artículo 5 del proyecto de Constitución, el cual sostiene que el Partido Comunista de Cuba (PCC), fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado, es único, calificativo añadido al texto de la Carta Magna vigente.

“(…) no es el multipartidismo lo que a nuestro país conviene, porque nosotros no podemos fragmentar a nuestro pueblo, tenemos que mantenerlo unido, y no podemos dividirlo en mil pedazos. (…) Si nosotros nos hubiésemos fragmentado, si nuestro pueblo se hubiese fragmentado, no habría podido resistir el golpe terrible que significó el bloqueo de Estados Unidos durante 35 años, ni habría podido soportar la desaparición del campo socialista y de la URSS. (…) Y ha estado de acuerdo con nuestra tradición, porque cuando se organizó la lucha por la independencia, José Martí organizó un partido”, le argumentó Fidel a Bernard Shaw, en una entrevista en 1995 en Nueva York, Estados Unidos.

Hacía 107 años que en esa misma ciudad, específicamente en Masonic Temple, el Maestro había reflexionado: “Nosotros unimos lo que otros dividen”. “Siente fuerzas de Júpiter el puño al recordar tantas hazañas”, también razonó el propio día cuando blandía su palabra al conmemorarse dos décadas del arrebato independentista del 10 de Octubre de 1868.

En esa época newyorkina del organizador de la Guerra Necesaria, “los factores disgregadores eran más poderosos que los aglutinadores. De una forma u otra, hacían su labor corrosiva el enfrentamiento entre veteranos de la guerra y de la emigración, el racismo, el autoritarismo, la pasividad de los derrotistas y la labor desmovilizadora de anexionistas y autonomistas”, describió Ibrahim Hidalgo Paz, conocedor a fondo del ideario martiano, incluido el proceso fundacional del Partido Revolucionario Cubano (PRC), la “creación ejemplar” del Maestro, en palabras de Juan Marinello.

“Nació uno, de todas partes a la vez. (…) Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura, lo que un pueblo quiere. El Partido Revolucionario Cubano, es el pueblo cubano”, acentuaría su fundador en el periódico Patria.

El partido de Martí —el primero creado en el mundo para dirigir una revolución— brotó de la unidad de espíritu; que rebasa la idea preconizada por El Libertador Simón Bolívar, quien aspiraba a formar la mayor nación del mundo en América, indica Eduardo González Rodríguez, profesor de la Escuela Provincial del Partido Felipe Torres Trujillo, de Sancti Spíritus. “La unidad se construye, y para nosotros, el PCC es el encargado de hacerlo”, añade.

Como el PRC, nuestro Partido se vertebra a partir de la “unidad de pensamiento”, en línea con la concepción del Apóstol. Unidad de pensamiento no traducida en “servidumbre de la opinión”. Unidad, no simulada unanimidad. “Lo que se ha de preguntar no es si piensan como nosotros (…) sino si sirven a la patria”, aclararía Martí.

Precisamente, el General de Ejército Raúl Castro, en su condición de primer secretario del Comité Central del PCC, leal al ideario de Fidel, siempre ha defendido el criterio de no ver la discrepancia como un problema; sino como “fuente de las mejores soluciones”. “La unanimidad absoluta generalmente es ficticia y por tanto dañina”, subrayó en el 2010.

Casi dos años más tarde, en la Primera Conferencia Nacional del PCC, el dirigente político enfatizó: “Sin el menor menosprecio a ningún otro país por tener sistemas pluripartidistas, y en estricto apego al principio del respeto a la libre determinación y la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados, (…) defendemos el sistema del partido único frente al juego de la demagogia y la mercantilización de la política”.

¿Por qué la disolución del PRC constituyó una de las primeras medidas en vigor durante la intervención militar de Estados Unidos en 1898; intromisión que secuestró la victoria del Ejército Libertador ante la metrópoli española? ¿Qué sucedió desde que Cuba se abrió de par en par al pluripartidismo, inicialmente en la ocupación militar norteamericana y, luego, durante la pseudorrepública?

Para las elecciones municipales, celebradas en 1900, las autoridades de ocupación dictaron las reglas de juego, incluidos los requisitos para el derecho al sufragio. El entonces gobernador militar Leonard Wood puso las cartas sobre la mesa: “Todo aquel que al llegar a los 21 años no ha tenido la laboriosidad suficiente para reunir 250 pesos (en USD), o no ha ido a defender su patria estando en guerra, es un elemento social que no se merece se cuente con él para los fines colectivos; ¡que no vote!”.

La historiografía de las elecciones señala, también, que Miguel Mariano Gómez llegó a la presidencia en 1936 solo con el 20 por ciento del voto de los electores inscriptos, muchos de los cuales se abstenían a sabiendas de los fraudes en boga. Entre los casos antológicos reseñados por el periódico El Mundo está el de aquella aspirante a la Cámara de Representantes por la zona oriental en los comicios de 1954, quien ejerció el sufragio en Niquero, junto a toda su familia. Y el colegio electoral no le reportó ni un solo voto.

“Ha sido igual que en 1954. En aquella ocasión me retiré de la lucha por estimar que no había garantías suficientes, pero ahora no lo hice porque había otros candidatos y la retirada habría sido inútil. Todo ha sido una farsa”, declararía, por su parte, al Diario de la Marina, Ramón Grau San Martín, peje de largo kilometraje en las lides electoreras y aspirante a la silla presidencial por uno de los siete partidos en pugna en los comicios de noviembre de 1958.

Con ese teatro eleccionario, Fulgencio Batista pretendía maquillar su dictadura, cuando se tornaba inminente la victoria del Ejército Rebelde, liderado por Fidel, quien dictó una orden militar desde la Sierra Maestra para boicotear la jugada electoral, fraguada “totalmente de espaldas al interés del pueblo”, denunció el líder.

Paralelo de por medio con esa realidad, Fidel significó el protagonismo del pueblo cubano hoy en el proceso electoral, en una entrevista concedida a Mario Vázquez Raña en 1995. “En nuestro país, tal es el multipartidismo, pudiéramos decir, que cualquier ciudadano puede proponer cualquier candidato en una asamblea de vecinos que es la que decide; eso no existe en ningún otro lugar. Es decir, que nuestro Partido no postula a los candidatos, vela por que el proceso electoral se cumpla”.

Esa misma organización política es la que conduce la presente consulta popular del proyecto constitucional, posibilidad de valor excepcional, a juicio de Leonel Martín Linares, profesor de la Escuela Provincial del PCC, quien niega que el artículo 5 de la futura Carta Magna refrenda la omnipotencia del Partido —criterio en boca de los detractores de la Revolución—, al considerarlo como la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado.

Al decir de Martín Linares, el PCC representa y garantiza la unidad de pueblo. “Para Fidel, el pueblo adquirió relevancia en su estrategia de lucha, y después del triunfo, en la consolidación de la Revolución. Él insistía en que la fuerza del Partido radicaba en su estrecho vínculo con las masas, con el pueblo. Porque nuestro Partido no defiende los intereses de una clase determinada, sino de la mayoría de los cubanos”, agregó.

Y con acierto, el profesor habla de mayoría. Quizás, por ello, Federico Mayor le preguntó a Fidel en el 2000: “Desde hace algunos años, estamos en presencia en la isla del nacimiento de un embrión de oposición: grupos de disidentes que empiezan a organizarse. En esas condiciones, ¿acaso no sería hora de que el régimen se abra al pluralismo político?”.

Y el sobreviviente a más de 600 planes de atentados le respondió, no sin antes acariciarse la barba de la Sierra: “La verdadera oposición surgió cuando se produjo la más profunda Revolución social de este continente en medio de la guerra fría y a 90 millas de Estados Unidos, quien la ha organizado y dirigido durante más de 40 años.

“Sufrimos guerras sucias, invasiones mercenarias (…). El jefe de esa colosal actividad contrarrevolucionaria y de lo que vino después, la guerra económica, política e ideológica, fue y sigue siendo hasta hoy el gobierno de Estados Unidos. Lo demás es pura ficción artificialmente creada y siempre bien financiada por la superpotencia, sus aliados y lacayos. No habrá apertura alguna en ese sentido. No vemos por qué cooperar con la estrategia de Estados Unidos”.

Y el líder cubano no vio el motivo, debido a la obsesión de las administraciones norteamericanas, discípulas aventajadas del Senado de la antigua Roma, en cuyas sesiones, en los tiempos de las guerras púnicas, el político y escritor Catón el Viejo solía asegurar al término de sus discursos: “Cartago será destruida”.

Enrique Ojito

Texto de Enrique Ojito
Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida (2020). Máster en Ciencias de la Comunicación. Ganador de los más importantes concursos periodísticos del país.

Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *