La esquina de Escambray: ¿Cultura Vs. Economía?

La inversión en el arte y la literatura es tan necesaria como cualquier otra. Resultados existen en ese sentido, ejemplos sobran, pero es una necesidad cambiar las reglas de juego

Desde que el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez anunciara el inicio del ordenamiento monetario, no se habla de otra cosa en todas las esquinas. Las razones del lleva y trae son lógicas y humanas: Cuba es un país bajo presión económica, que ha demostrado una capacidad de resistencia y soberanía por la que todos hemos pagado un alto precio.

En estos días sobran las dudas, incertidumbres, preocupaciones individuales y colectivas, pero también la confianza, el convencimiento pleno en que si no somos capaces de producir, ahorrar, eliminar importaciones, generar un ambiente de trabajo y responsabilidad en el país no avanzamos. A diferencia de lo que sucede en otras naciones, aquí se han respetado las conquistas sociales de la Revolución y se ha dejado claro que nadie quedará desamparado.

Generar riquezas no es tarea fácil. El ordenamiento tampoco es como coser y cantar, involucra a todos. La economía, cual hilo fino y dorado, atraviesa cada espacio. Sin embargo, poco se habla del rol de la cultura, quizás porque es obvio que la mayor preocupación está centrada en la canasta básica, la alimentación, el salario, el cobro de los servicios de electricidad, agua, transporte, las pensiones, si realmente alcanzará o no el nuevo salario…

Muchos estudios y experiencias han confirmado hace mucho tiempo que invertir en la gestión cultural es esencial. Si miramos a nuestro alrededor, Cuba lleva décadas potenciando el crecimiento del sector desde la fundación y sostenibilidad de una red de instituciones en todos los rincones, ha formado miles de artistas y profesionales del arte, le confiere el privilegio de ser el escudo y espada de la nación. El acceso a la cultura es un derecho refrendado en la Constitución de la República, pero es un deber cívico responder con celeridad a ese privilegio.

Poco se habla de cuánto aporta el desarrollo cultural al Producto Interno Bruto (PIB) de la nación, que junto al deporte en algún momento superaba el 4 por ciento. La comercialización del arte, el crecimiento en los servicios culturales, el desarrollo de líneas de creación como la artesanía, las artes plásticas, la música, la danza y las artes escénicas, la conservación del patrimonio, contribuyen a ese aporte. Y si a ello sumamos la exportación de servicios académicos, la relación con el turismo, la celebración de festivales y eventos de convocatoria internacional, la promoción de la riqueza espiritual que acumulamos, el desarrollo y promoción de las tradiciones autóctonas, la creación de circuitos que encadenen ese imaginario que nos hace únicos, el resultado será a favor de aumentar las riquezas desde una perspectiva diferente, con una visión del desarrollo que no sea complemento de la economía nacional, sino parte de ella.

No se trata de abrir más bares ni discotecas, mucho menos de convertir en parques temáticos nuestras ciudades patrimoniales y celebraciones populares.

Es cuestión de abrirnos a nuevas posibilidades de aportar al presupuesto del país, de ser capaces de sustentar con el conocimiento que posee la cultura esa privilegiada red de instituciones, de aliviar la carga estatal desde la autogestión y el aporte científico, de poner la riqueza de la creación local en el centro y con estándares de calidad competitivos.

A fin de cuentas, la cultura y la economía no son entes antagónicos, todo lo contrario. La inversión en el arte y la literatura es tan necesaria como cualquier otra. Resultados existen en ese sentido, ejemplos sobran, pero es una necesidad cambiar las reglas de juego.

Carlo Figueroa

Texto de Carlo Figueroa

Comentario

  1. Corina Mestre. Un ejemplo desde hace muchos años de excelente artista, especial profesional e intelectual y ejemplo de fiel defensora de la revolución. Sigo pensando que de estas importantes raíces deben surgir nuestros ministros, altos dirigentes y profesionales, como en el caso de los buenos peloteros, los buenos músicos, los buenos trabajadores. Todos salen de buenos ejemplos. Esos que después no se ponen a hablar estupideces porque saben de dónde salen las cosas, y están enfocados en lo importante. Nuestros intelectuales, dirigentes, ministros, son los primeros que deben dar el ejemplo con su conducta y la de sus hijos, que si hay que ir al campo, al servicio militar deben hacerlo sin falta, fecundando así y defendiendo más la revolución con las acciones la palabra y la idea. Quitando así terreno a los sin pluma de escribir y si con plumas del otro tipo que atacan a Cuba, que se proclaman independientes pero que no veo que defiendan a los periodistas que denuncian la droga en México, los abusos contra la población en Honduras o defender a los que denuncian los abusos contra negros en el propio EU desde donde nos atacan. Esos que no defienden a Yulien Hasan que tantas mentiras denunció sobre la política de EU contra el mundo.

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