Una mujer con tres amores

Sin tiempo que perder, Dianelys Hernández Oliva dedica sus horas a la constante superación, empeño que resultó reconocido al recibir recientemente la Beca de Creación El Reino de este Mundo, de la Asociación Hermanos Saíz, para impulsar su proyecto doctoral

Música, Enseñanza artística
Dianelys Hernández Oliva estudia todos los días el contrabajo. (Foto: Tomada de Centrovisión)
Dianelys Hernández Oliva estudia todos los días el contrabajo. (Foto: Tomada de Centrovisión)
Dianelys Hernández Oliva estudia todos los días el contrabajo. (Foto: Tomada de Centrovisión)

—Con ese tamaño, ¿contrabajo?

Las palabras y miradas del tribunal para el pase al nivel superior de la Enseñanza Artística desentonaron a Dianelys Hernández Oliva. Desde hacía años dialogaba con total intimidad con el instrumento. A esa hora, no importaba su estatura media y delgadez, ¡Ya tocaba! ¡Y bien!

“Desarrollé a muy temprana edad, por lo que al llegar a la entonces Escuela Elemental de Música Ernesto Lecuona tenía las condiciones físicas para iniciar sin problemas en la enseñanza del contrabajo. Ya en la secundaria todo el mundo me pasó por el lado y yo me quedé con mi tamaño y el instrumento. Por suerte tuve profesores que me estimularon mucho. Pero sí me he tenido que esforzar muchísimo porque, aunque hay habilidades que se desarrollan en las manos, el movimiento de los brazos, extensiones entre los dedos, quienes tienen otras condiciones físicas pueden desempeñarse con mayor soltura”.

Fue su mamá quien tuvo el olfato preciso al reconocer los dotes musicales de su hija.

“Por mi lado paterno hay una herencia musical, pero el empujón lo dio mami. Tras hacer las pruebas de aptitud, cursé canto coral y contrabajo, tanto en la enseñanza elemental como en la Escuela Nacional de Arte (ENA). Luego, en el Instituto Superior de Arte (ISA), solo me centré en el instrumento. Aunque te confieso que me arrepentí de no hacer las pruebas de ingreso en dirección coral una semana antes. En uno de esos días de tantos estudios comprendí que mi vocación era la música”.

Esa preferencia la sostiene junto a otro amor encontrado en el mismo camino: el magisterio. Justo en su pequeña aula, en el estrecho laberinto de la Lecuona, donde arpegios y acordes se entrecruzan, Dianelys Hernández Oliva encuentra siempre luz.

“Al egresar de la ENA regresé a esta escuela donde di mis primeros pasos y el ISA lo hice por curso para trabajadores, ya que en ese momento hubo necesidad a nivel de país de que los de mi graduación nos insertáramos a dar clases. Desde el primer día comprendí que se pasa mucho trabajo, se sufre cuando no aprovechan el tiempo, por lo que hay que motivarlos constantemente, así como dialogar insistentemente con sus familias. Cada clase es un reto, una enseñanza, porque los aprendizajes son mutuos. Pero es muy reconfortante cuando los escuchas tocar o aprueban el pase de nivel”.

Bajo ese goce se ve a esta joven de 35 años exigiendo la postura idónea para dominar los 190 centímetros de altura y 65 centímetros de ancho del contrabajo o dirigiendo la práctica de la Camerata Lecuona.

“En eso último aplico mis saberes de dirección coral y el instrumento. Desde hace un tiempo hemos saltado las barreras de la asignatura para formar parte de las propuestas musicales que nuestra escuela le regala a la comunidad”.

Esa vorágine educativa no ha opacado otra de las pasiones de Dianelys: la investigación.

“Es una sed que no encuentra satisfacción. Comenzó al graduarme del ISA, cuando matriculé aquí el Diplomado de Cultura Cubana, en el cual hice mi primer estudio sobre las academias musicales en Sancti Spíritus en el siglo XIX. Luego, matriculé la Maestría en Música, Educación y Sociedad, de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, de La Habana. Para graduarme trabajé en la significación histórica de todas las academias de música de este territorio entre 1806-1968”.

No satisfecha y tomado un merecido descanso, actualmente transita por otro camino de la superación, un tanto angosto.

“El doctorado era una idea fija, por lo que un día contacté a mis profesores en el Varona e inicié, sobre todo, gracias a mi tutora por todo el tiempo que me dedica. Mi tema tiene alcance para todo el sistema de la enseñanza ya que está dirigido a proponer un diseño curricular para la formación musical en el nivel elemental de la Enseñanza Artística, específicamente en el contrabajo”.

Esta mirada necesaria contará con una arista renovadora desde la ciencia que gracias a la Beca de Creación El Reino de este Mundo, otorgada por la Asociación Hermanos Saíz (AHS), podrá materializarse.

“Al recibir esa ayuda presentaré, junto a la propuesta teórica, resultado de un trabajo de campo en 10 centros de la
Enseñanza Artística del país, medios de enseñanzas tecnológicos que contribuyan a perfeccionar ese proceso educativo. Ya laboramos en el software, la multimedia, los juegos, las aplicaciones y láminas de contenido que facilitarán el trabajo del maestro y el aprendizaje del estudiante. Al igual, me encuentro escribiendo toda la estructura de la tesis”.

Este es uno de los proyectos más ambiciosos para quien es puntal en los debates de la Sección de Crítica e Investigación de la filial espirituana de la AHS, tanto en sus reuniones ordinarias como en los eventos donde representa a la provincia.

“Ha sido una gran bendición ser miembro de esa organización, ya que entre todos hemos hecho muchos sueños realidad”.

¿Consideras que has podido lograr un equilibrio entre música, docencia e investigación?

“Realmente he estado inactiva en estos últimos años en cuanto al mundo musical. Por muchas razones he preferido la investigación y docencia. Es una tarea volver más al mundo artístico. Aunque la práctica que hacemos con la camerata de la escuela me hace sentir como músico”.

¿Esa distancia tiene relación con la no aprobación de la camerata profesional que tuvo pocas horas de vida en Sancti Spíritus?

“Sí, realmente ahí era donde pensaba que iba a poder desarrollarme profesionalmente y, lamentablemente, laceró el poco apoyo y ayuda encontrados aquí. Toda la justificación recayó en que a la agrupación le faltaba un chelo, instrumento ausente en Sancti Spíritus. Creo que quienes no aprobaron la idea son responsables de que no exista un chelista en esta ciudad. En papeles las cosas son frías, pero duelen mucho en la práctica”.

A dicha respuesta le resulta inevitable disimular el tono grave. Deja escapar la aflicción por el sueño trunco. Por ello, insiste que prefiere sumergirse en las cuerdas del contrabajo, planes de clases y referentes teóricos-metodológicos; un ritmo arrollador de sonoridad profunda que marca por por ahora la vida de Dianelys Hernández Oliva.

“Cuando llevo mucho tiempo en lo mismo necesito hacer algo diferente. Ya vendrán nuevos proyectos”.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

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