Calendario, primer paso para el cambio (+video)

La serie televisiva que atrapa a los cubanos por el ingenioso abordaje de los temas es apenas una propuesta. Modificar las influencias sobre los adolescentes va mucho más allá de la clase y la escuela

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Desde los 46 minutos inaugurales la serie atrapó a la teleaudiencia por el desenfado y acierto con que se abordan tramas y subtramas. (Foto: Juventud Rebelde)

Una payasa frente a un grupo de niños, como para adelantar la idea de que se enseñará sin imposiciones, roba nuestra atención desde la primera imagen. No por casualidad el mensaje inicial de la titiritera, que será a su vez la profesora Amalia, parte de su observación sobre lo negativo de que algunos niños no leyeran ni un solo libro en sus vacaciones. Eso, sin apenar o humillar a nadie, valiéndose de lo que “adivinó” el títere.

En un momento posterior, el retrato doméstico, donde se nos presenta a una protagonista rodeada de problemas, habituada a lidiar con obstáculos que poco a poco irá tratando de sortear, no sin equivocaciones mayores o menores. Amalia es imperfecta, como la realidad misma que trata de reflejar la propuesta audiovisual de los domingos en la noche y justamente eso la hace cercana, verosímil.

“Húyele a noveno 3, es lo peor que hay en esta escuela, míralos”, le advierte la profesora Odalis durante el matutino en su primer día en el centro. Y luego se le escucha una frase de hastío, a modo de resumen de lo que significan para ella los 10 meses del curso escolar: un permanente estrés.

Desde los 46 minutos inaugurales la serie televisiva Calendario, con guion de Amilcar Salatti y dirección de Magda González Grau, atrapó a la teleaudiencia por el desenfado y acierto con que se abordan tramas y subtramas. El poder de la literatura, mediante lecturas inteligentemente guiadas por un maestro que conoce al detalle las particularidades de las obras, emerge como mecanismo para contrarrestar la indiferencia y hasta cierta rebeldía por parte de los alumnos.

A clases monótonas, trato prejuicioso y una especie de tabú según el cual ningún discípulo de noveno 3 tiene remedio, la nueva profesora de la escuela contrapondrá fórmulas basadas en el diálogo y la confianza, que le permitirán valerse de las preferencias de los adolescentes para inocularlos de ansias de saber y sembrar en ellos la semilla del buen hacer. Alejada de los discursos aleccionadores y con la convicción de que es posible enderezar conductas, Amalia irá perfeccionado, junto a su método para con el grupo, su propio modo de enfrentar la vida, en la que ya una vez necesitó de un preceptor que fuera a su rescate.

Por el camino, la profesora de Español-Literatura —encarnada por una Clarita García auténtica y convincente— nos irá regalando fórmulas para el manejo de discípulos e hijos que ella misma va descubriendo. Aprenderemos, por ejemplo, cómo lidiar con la discriminación, ya sea por lugar de residencia, nivel social o preferencia sexual; la adicción a Internet y a los teléfonos móviles y otros lastres presentes en la sociedad cubana de hoy.

Disímiles conflictos que resultan cercanos a las audiencias se ventilan, igualmente, en la serie. Son los casos de la presunción sobre la base de la apariencia física, la holgura económica o el coeficiente intelectual; el bullying, la indiferencia familiar acerca de la formación y el futuro de los hijos, la emigración, la infidelidad, el éxodo de maestros y la tendencia a educar en valores equívocos, en ambos casos representados en la esposa del profesor de Geografía.

Lo mejor de todo, junto a la maestra y el entorno convincente que la rodea tanto en la escuela como en el hogar, son esas actuaciones, que no parecen tales, de los actores que encarnan a cada uno de los alumnos. Justo es decir que a algunos nos costó trabajo asimilar la imagen de adolescentes en cuerpos de jóvenes de mayor edad, algo que suele repetirse en la televisión cubana, pero la caracterización de los personajes termina por borrar esa impresión y el mensaje final llega sin obstáculos.

“Una serie televisiva no resuelve los problemas, pero sí hace pensar, no solo a los destinatarios de los planes sociales, sino también a quienes deciden dónde están los puntos débiles”, declaró acerca de la propuesta una de las primeras grandes producciones independientes del país grabada, por demás, durante el pico de la pandemia, la directora Magda González Grau.

Amílcar Salatti, guionista de reconocida calidad dentro del Instituto Cubano de Radio y Televisión y creador de la profesora Amalia, sentenció al respecto: “Una serie influye mucho; pero el poder de transformar un sistema educacional y que los docentes asuman esta entrega a la hora de dar clases es un trabajo más profundo y abarcador que el que pueda tener un audiovisual”.

Sentarse ante el televisor, recibir cada capítulo, reflexionar sobre los personajes, las familias, los profesores, es solo el primer paso. Actuar para modificar la realidad allí donde resulte necesario deberá ser lo que venga después. Está probado que la protagonista de la serie no es mera invención: como ella hay en Cuba muchos maestros, aunque lamentablemente no constituyan mayoría.

Pero Amalia, y eso también lo enseña Calendario, no podrá sola modificar el mundo. Se necesitan otras voluntades, en el colegio, la casa, la sociedad.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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