La sopimpa de mi tierra

La adjudicación de falsas etimologías a las palabras, incluidos los nombres geográficos, resulta un fenómeno corriente en la práctica comunicativa. Corresponde a la investigación científica la búsqueda y el restablecimiento de la verdad objetiva

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La comunidad de Sopimpa es la cabecera de uno de los consejos populares de Fomento. (Fotos: Vicente Brito/Escambray)

Casi no caben dudas de que Sopimpa, nombre de un conocido asentamiento espirituano del municipio de Fomento, tiene su origen en sopimpa, sustantivo propio y común usado en el español de Cuba del siglo XIX, aun cuando no aparezca en ninguna de las ediciones que Esteban Pichardo realizó de su célebre diccionario de provincialismos.

La sopimpa fue el título de una pieza musical bailable creada en Santiago de Cuba por el compositor Manuel Delgado (?-1852) en los años 40 de esa centuria. Varios son los testimonios que lo confirman: desde crónicas en la prensa local de la época, suministradas por los investigadores Nancy Pérez y Ernesto Triguero en sendos estudios, hasta la partitura para piano de la obra, revisada y transcrita por la musicóloga Franchesca Perdigón.

También se encuentra sopimpa como denominación de un baile o manera de bailar sujeta a ciertas pautas. Bartolomé José Crespo, en Las habaneras pintadas por sí mismas en miniaturas, volumen costumbrista que vio la luz en 1847, da fe de ello por boca de una mulata: «Y, ʺnoramala el jaleo / el fandango y las boleras / —dice ella—, cuando yo bailo / la sopimpa de mi tierra, / el merengue y la ley brava, / danzas para mí compuestasʺ».

Con esta acepción trascendió a una zarzuela española decimonónica, El relámpago (1857), ambientada en Cuba, con libreto de Francisco Camprodón y música de Francisco Asenjo Barbieri: «Algunas parejas de negros bailan el cocuyé, mientras otros les acompañan con la sopimpa». Es el final de la obra, y un coro debe cantar: «Ay qué guto, qué plasé, / qué cosa rica, / ve bailá e cocuyé / con la sopimpa».

Empleo similar, a todas luces anacrónico, da Lezama Lima a sopimpa. En el capítulo XI de Paradiso (1966) aparece un grabado donde dice: «La sopimpa habanera de 1948». Y el narrador añade: «En el óvalo del grabado, hombre y mujer danzantes, los ojos muy irritados, es el fervor deseoso el que los hace mirarse sobresaltados. Él le aprieta la pequeña cintura. Ella con elegante langueur deja caer su mano sobre el hombro del acompañante».

Hallo otra acepción del sustantivo común sopimpa vinculada con lo danzario. En un pasaje de The Pearl of The Antilles or An Artist in Cuba (1873), Walter Goodman, pintor inglés que residió en Santiago de Cuba entre 1864 y 1868, asegura que en la danza criolla se ejecutan «ciertos movimientos graciosos de las extremidades, comúnmente llamados, en la lengua del país, ʺla sopimpaʺ». Medio siglo después, en su Glosario de afronegrismos (1924), Fernando Ortiz sitúa el movimiento de la sopimpa decimonónica, no en brazos y piernas, sino en las caderas…

Vista del asentamiento desde la escuela Juan Abrantes.

La palabra sopimpa produjo derivados en su tiempo, aunque es probable que fueran creaciones ocasionales. En la edición del 19 de agosto de 1855, el diario santiaguero El Redactor discurre, en tono humorístico, sobre la sopimpitis, «una afección de carácter esencialmente nervioso, que ataca con frecuencia los plexos de toda la columna vertebral, y los tendones de los músculos, desde la región de los lomos, hasta el mismo tendón de Aquiles».[1] Por otra parte, La sopimpera tituló el sevillano Isidoro Hernández (1847-1888) una de sus habaneras publicadas en 1871. El estribillo decía así: «Sopimpera soy tenaz, / la sopimpa es mi placer, / y aunque no quiera bailar, / tienen vértigo mis pies». Y El Sopimpero —afirma Ramón María de Araíztegui en Votos de un español— se llamó una «hoja política republicana», fechada el 16 de enero de 1869, que, como La Sopimpa y otros impresos que circularon gracias a la brevísima libertad de imprenta concedida ese mes por el capitán general Domingo Dulce, tenía un notorio carácter anticolonial.

El sustantivo sopimpa sirvió, además, como denominación de otras entidades. En diciembre de 1880 se anuncia en La Gaceta de La Habana la subasta pública del potrero La Sopimpa, anexo al ingenio Soledad, en el partido judicial de Cienfuegos, perteneciente a la antigua provincia de Santa Clara. Y antes, en las décadas del sesenta y el setenta, en un texto y dos mapas firmados por Esteban Pichardo, se lee tienda La Sopimpa ~ tienda Sopimpa, aparentemente en el lugar donde se ubica el actual poblado fomentense de Sopimpa o en sus proximidades.

Según Fomento en la mano. Diccionario geográfico (2015), de Marlene García et al., este «asentamiento» se había iniciado «a principios del siglo XIX con la construcción del ingenio San José del Purial en la finca registrada en 1859 como San Marcos o Sopimpa». Lo cierto es que en 1891, en la Guía geográfica y administrativa de la isla de Cuba, obra de Pedro José Imbernó, y en 1896, en un croquis de la provincia de Santa Clara con fines militares, se señala Sopimpa a secas, como un auténtico ecónimo.

Ante el cúmulo de evidencias reunidas, parece atinado inferir que Sopimpa, el ecónimo contemporáneo, se inserta orgánicamente en el proceso semántico de ampliación referencial que experimentó la voz sopimpa desde el ámbito músico-danzario a otras esferas de la vida en las últimas décadas del siglo XIX, acaso porque se había convertido en marca de criollismo y cubanía, prueba de lo cual sería la utilización que de ella o sus derivados hicieron, tanto impresos políticos en favor de la independencia a comienzos de la Guerra de los Diez Años, como creaciones artísticas peninsulares que intentaron sugerir a través suyo una atmósfera o ambiente que imaginaban peculiar o típica de Cuba.

No se sabe la motivación original de sopimpa, invención santiaguera hasta donde los documentos apuntan. ¿Se le ocurrió al Maestro Delgado? ¿Eligió el vocablo para título solo por como sonaba —señaladamente la eufónica repetición de las pes— o buscaba que en sopimpa se escuchase, atenuado, el eco de otra palabra que juzgó preferible esconder? Quien realizó la traducción de la última edición cubana del libro de Walter Goodman parece creer que esa lexía encubierta era sopeteo… Pero en el texto del viajero inglés ni se dice ni se insinúa.

En su Glosario… Fernando Ortiz incluye sopimpa como sinónimo de bofetada y soponcio, y aun con el significado adjetivo ‘triste, apocado, tonto’. En todos los casos, supone el étimo sukpikpa, nombre de un amuleto dahomeyano que «priva bruscamente a los hombres de su libre albedrío, los hace irresponsables y los lleva, a pesar suyo, a herir o matar». Estima, asimismo, que en sopimpa ‘bofetada’ y sopimpa ‘soponcio’ debió existir una contaminación fonética entre la unidad léxica africana y, respectivamente, sopapo y soponcio. En cuanto a las acepciones ‘cierto baile afrocubano del siglo pasado’ y ‘cierto movimiento gracioso de caderas de dicho baile’, Ortiz las considera posteriores a las otras y sin nexo genealógico con ellas.

En Vocabulario espirituano (1928), Manuel Martínez-Moles recoge solo la acepción relativa al baile, sin vigencia ya, y la expresión velas de Sopimpa ‘velas de sebo, hechas en molde’, enigmática para mí… Salvo Un catauro de cubanismos (1923), del propio Ortiz, y el diccionario de José Sánchez-Boudy, de 1978 —que contemplan nada más la acepción concerniente al golpe en la cara: ‘sopapo’ (Ortiz) o ‘galletazo’ (Sánchez-Boudy)—, ningún otro repertorio de cubanismos de que tenga noticia asienta sopimpa en su nómina.

La pérdida de vitalidad del vocablo en el siglo XX, sin embargo, no impidió, como vimos en Paradiso, que el discurso literario de ficción se apropiase de ella. Mucho antes que Lezama Lima, dos de los escritores del Grupo Minorista que participaron en la escritura de la novela colectiva Fantoches 1926, Alberto Lamar Schweyer y Jorge Mañach, lo habían hecho, en los capítulos III y IV, para denominar un personaje referido: el mulato Peñalver, alias Sopimpa, oriundo de la provincia Santa Clara, acorde con la división político-administrativa de la época.

Al margen de estos empleos puntuales, circunscritos a la literatura, la realidad es que sopimpa cayó en desuso. Sumado a este hecho, el desconocimiento sobre la historia de la voz propició su reanálisis como una lexía compuesta por la interjección so y el nombre de animal Pimpa: «Según la tradición popular, un campesino tenía una yegua nombrada Pimpa en la hacienda San Marcos; un día se le espantó y se desbocó, y el campesino, para detenerla, gritaba: «¡So, Pimpa!», y el lugar quedó bautizado de esa manera» (Fomento en la mano…).

La adjudicación de falsas etimologías a las palabras, incluidos los nombres geográficos, resulta un fenómeno corriente en la práctica comunicativa. Mediante él, los hablantes ejercitan su intuición lingüística y, a veces, su natural gracejo. Corresponde a la investigación científica la búsqueda y el restablecimiento de la verdad objetiva.


[1] Citado por Ernesto Triguero, ob. cit., p. 99.

Pedro de Jesús

Texto de Pedro de Jesús
Miembro Correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua. Narrador y ensayista. Premio Alejo Carpentier.

8 comentarios

  1. Marlene E. García Pérez

    Hola, Pedro y a los lectores, soy Marlene E. García Pérez (así es mi nombre literario), coautora del libro Fomento en la mano. Diccionario geográfico, como bien citas «según la tradición popular» se conoce el surgimiento del nombre con este cuento que ha pasado de generación en generación y lo repiten los habitantes de Sopimpa. Lo que yo no entiendo y no explicas en la motivación que tuvo ese sitio para nombrarlo y cito el inicio del artículo: «Casi no caben dudas de que Sopimpa, nombre de un conocido asentamiento espirituano del municipio de Fomento, tiene su origen en sopimpa, sustantivo propio y común usado en el español de Cuba del siglo XIX, aun cuando no aparezca en ninguna de las ediciones que Esteban Pichardo realizó de su célebre diccionario de provincialismos»; es decir, no das un motivo para que lo habitantes lo escogieran: ¿se bailaba la sopimpa en Sopimpa? Es importante saber que: «Los nombres de lugar o topónimos constituyen una fuente de invaluable importancia para el acervo científico y el patrimonio de cualquier país; son elementos identificadores en la trayectoria del acontecer humano a través del tiempo. Nos permiten «conocer quiénes fueron sus creadores, en qué sistema se expresaban y también proporcionan pistas sociolingüísticas por medio de las cuales se puede reconstruir las diferentes actitudes de los pueblos y las culturas» (Díaz­ Alayón, 1987: 65). Los topónimos fijan referencias sobre las cuales descansan las distintas divisiones político-administrativas; sitúan las propiedades, las diferencian, las demarcan; son testigos de los hechos históricos y se encuentran ligados con la cultura y la idiosincrasia de los pueblos». Y no creo, hasta ahora, que se haya demostrado la motivación de usar el nombre de un género musical para retopinimizar la finca San Marcos. Me gustaría saber, algún día, si en Sopimpa se bailaba o no.

    • Pedro de Jesús

      Saludos, Marlene. Es muy poco probable que dos yeguas llamadas «Pimpa» se hayan desbocado, en Cienfuegos una, y en Fomento otra (v. el nombre del potrero cienfueguero).
      Y más si Martínez-Moles recoge «sopimpa» como vocablo de uso en la jurisdicción de Sancti Spíritus en el siglo XIX en su acepción ‘baile’.
      Por otra parte, según los mapas, Sopimpa o La Sopimpa era el nombre de una tienda antes de ser propiamente un ecónimo. Por tanto, el dueño del establecimiento debió elegir ese nombre como un acto nominativo personal (según reglas distintas a las que rigen en la formación de los topónimos), motivado por el uso tan popular que en la época tenía el nombre del baile, y no exactamente porque en la tienda se bailara. Aparte de que sí, el baile de la sopimpa (que no fue más que un modo peculiar de bailar la contradanza criolla) se bailó en toda Cuba. Viajó de Santiago a La Habana y fue muy popular, según datos hallados en la prensa periódica del XIX por Zoila Lapique.

      • Marlene E. García Pérez

        Hola, Sopimpa en el siglo XIX pertenecía a la jurisdicción de Trinidad no a Sancti Spiritus (aunque esto no cambie nada). Estoy de acuerdo contigo que el surgimiento de los nombres, muchas veces, es una incógnita y para nada afirmamos los autores, categóricamente, que el origen lo tuvo en So, Pimpa; para ello se escribió con claridad «según la tradición popular». Ahora con tu investigación se podría añadir el significado del vocablo y preguntarse si se bailaba sopimpa en Sopimpa a tal punto que llamó tanto la atención como para renombrar a San Marcos. Pero sería muy bueno de tu parte no poner en duda temas que están tratados sin ninguna ligereza. En Fomento en la mano… no se afirma que ese sea el origen, solo que la tradición oral es el que le adjudica, no los investigadores que participamos. Gracias

        • Pedro de Jesús

          Yo no dije que fuera ligero el tratamiento que Uds. dieron; esa es una inferencia tuya. De hecho, cité exactamente las palabras de Uds., para que quedase claro q se trataba de una tradición popular.
          Respecto de si se bailaba o no: Sopimpa o La Sopimpa fue, según Uds., el nombre de una finca que se registró con dos nombres (algo poco habitual), uno de los cuales era Sopimpa. No he tenido acceso a ese registro (me encantaría saber dónde está, por cierto, para completar mi investigación), sino al mapa de Pichardo donde Sopimpa aparece como tienda y en el que no logro discernir si el establecimiento está en los predios de la finca San Marcos o fuera, en sus proximidades. Pero sea la finca o la tienda la que tenga prioridad en el nombre, estaríamos en presencia de una propiedad cuyo dueño la denomina como le da la gana. No es un ecónimo aún. El valor nacionalista que alcanzó el baile de la sopimpa a mediados de siglo xix podría explicar la elección del propietario. No hacía falta q en la finca o en la tienda se bailara. Es ilógico q sigas insistiendo en eso.

  2. Sandra Rossi Brito

    Te admiro, amo tu profesionalidad, tu investigación acuciosa, ese bichito que se apodera de ti y te hace buscar hasta lo imposible. Un abrazo grande y gracias por cada una de tus clases magistrales, porque lo son.

  3. Magaly Gómez Barrios

    Como siempre te digo, gracias por compartir tus conocimientos e investigaciones, en cuya exhaustividad confío plenamente. El uso correcto y enriquecedor de la lengua es otro de tus grandes aportes.

  4. Magistral… Cuando alguien con la sapiensa y e lo elegancia de Pedro Juan,se ocupe del nombre de las calles de mi querido Sancti Spiritus

  5. Delia Rosa Proenza Barzaga

    Admirada estoy de tan profunda investigación. He leído con gusto cada idea. Gracias, Pedro, por tu exhaustividad y por la pulcritud y exactitud en el uso del lenguaje.
    Me llamó la atención lo de «So, Pimpa!» Tuve una parienta a quien llamaban así. Y cuántas acepciones diferentes! Disculpa que este móvil no me pone el signo de exclamación inicial.
    Sigue compartiendo tus saberes con los lectores de Escambray.

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