Los dos mundos de Anay (+fotos)

Para Anay Valdés Milián ha sido un reto aunar sus responsabilidades como directora de Justicia en el municipio de Sancti Spíritus y delegada del Poder Popular durante más de 12 años

Estar cerca del pueblo forma parte del día a día de Anay, la delegada de la Circunscripción No. 106 y al frente de la Dirección de Justicia en el municipio de Sancti Spíritus. (Fotos: Vicente Brito/Escambray).

Se sabe de memoria cada rincón de ese pedazo de Sancti Spíritus, cuyas calles palpa a diario con las suelas de sus zapatos, o chancletas, como más cómoda se sienta, y conoce al dedillo cada problema de su gente, de su barrio y de una buena parte del Consejo Popular de Los Olivos.

Muchos dicen que es una especie de torbellino, pero es dueña de una hiperactividad provechosa que vuelca en cada cosa que hace, a lo que también ayuda una voz fuerte y clara que dice lo que piensa y defiende las buenas razones. Por eso a Anay Valdés Milián, la abogada, no le cuesta mucho ponerse en la piel del pueblo que la eligió hace más de 12 años como su representante ante la Asamblea Municipal del Poder Popular en Sancti Spíritus.

“Empecé como delegada en el XIII Período de Mandato, desde el 2011, siempre como delegada de la Circunscripción No. 106 del Consejo Popular de Los Olivos, una de las circunscripciones más numerosas de la provincia con 18 edificios y 13 viviendas, que tiene más de 10 000 electores, además de la escuela primaria Remigio Díaz Quintanilla, la panadería-dulcería de Olivos I, el Centro Provincial de Vialidad y dos puntos de venta de la Agricultura Urbana.

“No es una circunscripción de muchos problemas, porque es de muchos profesionales, de personas que no quieren decir nada, pero complicada a la vez, porque esos son los que te invitan a participar a una reunión, a ir a algún evento, porque algunos son dirigentes o tienen ciertos cargos y médicos y profesionales de todo tipo.

El delegado tiene que darse a respetar y ventilar las dificultades como en familia.

“Por estos tiempos los problemas sobran, pero el que más nos golpea es la cubierta de los edificios, hoy no hay manta en el país y eso afecta a gran parte de la comunidad. Eso es lo fundamental. Lo demás es soluble, es una que otra tupición y otro problemita que salga, como un salidero o el arreglo de la turbina.

“Tengo unos vecinos muy buenos. Como no soy de subir y bajar escaleras, pues me paro en medio del barrio, meto cuatro gritos y ellos bajan para apoyarme en lo que haya que hacer”.

¿Quién dice que no es la turbinera? Si se rompe la turbina, llaman a Anay; a ella solo le basta extender la voz para que se repare, “sin esperar a que venga no sé quién de Vivienda o el director de Acueducto, eso nos toca a nosotros y tenemos que asumirlo. Eso es participación popular”, cuenta con orgullo.

Nadie por allá se asusta cuando la delegada se quita la toga y mete un petate porque las áreas verdes están crecidas; “enseguida empiezan a chapear y no me dicen nada, malo o bueno lo hacen.

“Ellos me conocen desde que yo era una niña, pero también lo hacen los del edificio 12 Plantas, y por eso a veces me aparecen planteamientos que son míos y otros que no, porque me han visto de toda una vida”.

Es que ella, cuentan sus vecinos, está en todas partes, porque es además la presidenta del Consejo de Defensa Olivos: en la panadería organizando la cola, en la venta de productos normados… Sin descansar permaneció en los momentos más agudos de la pandemia para llevar alimentos a las viviendas de quienes estaban en aislamiento.

En su agenda del día a día no faltan asuntos tan medulares como la higienización o la distribución atrasada de la canasta básica; aunque como delegada conoce las causas, sabe cuán difícil resulta explicar a los vecinos por qué no vino el pan o que solo llegaron 3 libras de azúcar per cápita.

“Creo que si se explica bien y se es transparente, la gente entiende; generalmente, mis electores son personas bien preparadas, y todos saben que a veces no es solo el bloqueo, que hay falta de combustible, pero también problemas subjetivos cuya solución está al alcance de la mano”.

Lo mejor de sus días, detalla con esa manera de decir que llega a todos, son las tarde-noches, cuando en su puesto de la mesa del dominó se nutre de experiencias y también de preocupaciones, en una especie de terapia de grupo.

“Yo juego dominó todos los días, ese es mi hobby y yo me planto ahí y lo tomo como escenario para aclarar dudas, por eso le digo que es difícil, pero se entiende cuando se explica con claridad. Está el caso de la leche, que a veces llega con agua. Intentamos controlar esa situación con el resto de los delegados del Consejo Popular, porque eso compete a muchos, ya que todo el mundo compra en el mismo mercado. Trabajamos en equipo.

“Los martes son de mi comunidad, es el día que dedico a ventilar todo, a recorrerla, yo me siento con ellos. Si no recorres la comunidad, no puedes conocer los problemas ni a la gente.

“El delegado tiene que darse a respetar y ventilar las dificultades como en familia. Hoy un problema es que no tengo alumbrado público en ningún lado y que le dije a la gente: Pongan su bombillita, que el Estado no tiene, y no dicen nada, pero lo ponen”.

En una oficina de puertas siempre abiertas Anay pasa sus días al frente de la Dirección de Justicia.

Aunque estudió Inglés, Veterinaria y fue secretaria auxiliar del Tribunal, la especialidad de Derecho se le fue metiendo por los ojos, hasta que se graduó con todas las limitaciones que puede tener una madre soltera con un niño pequeño. A la actual directora de Justicia en el municipio de Sancti Spíritus desde el 2013 no le gusta el tribunal. Baja la voz como para que muchos no oigan y confiesa: “Es que tengo miedo escénico, y no es siquiera porque me apene hablar o pararme frente a otros, es que mi voz es muy fuerte y me preocupa que moleste el eco. Y es raro, porque no me cuesta enfrentar cualquier tarea”.

Explosiva, extrovertida y entrañable para muchos, Anay es de las que no dejan de decir lo que piensan. Con esa locuacidad imparable, una aptitud envidiable para el trabajo y un comprometimiento con el pueblo a toda prueba, esta mujer sencilla e hija de obreros llegó a diputada a la Asamblea Nacional.

Con añoranza habla de su paso como diputada durante la IX Legislatura, donde compartió con valiosos compañeros durante cada una de las sesiones, y estuvo incluida la conformación del texto de la Constitución de la República de Cuba, la cual como jurista le llevó horas de estudio.

“Los electores tienen la visión de que como una está a ese nivel lo puede todo. Es difícil. A mí que nunca me ha gustado eso de tirarme fotos; salí un día por la televisión cuando la covid y al otro día me decían: ‘¿Tú no fuiste la que salió en la TV?’. Porque te ven en short y chancletas en medio del barrio y no te asocian; ahí muchos vieron que tenían cerquita a una diputada.

“Fue un mandato bellísimo en el que fui testigo del cambio generacional cuando resultó electo el Presidente Miguel Díaz Canel-Bermúdez. Conocí a personalidades que nunca imaginé tener cerca, con ellos compartía escenarios y cuando yo me veía rodeada de esa generación histórica me decía: ¿Qué hago yo aquí entre tanta gente importante? A esa hora no me lo creía hasta que entendí que eran personas sencillas igual que yo. Además, ¡yo votando por el Presidente de la República y eligiendo al Consejo de Estado! No me lo imaginé nunca”.

Aunar su trabajo con la labor de delegada del Poder Popular ha sido para esta mujer, que vive de retos, otro desafío. Con lágrimas en los ojos habla de su equipo, el mismo que demostró lo que puede hacer la unidad cuando la enfermedad de su ya fallecido papá, porque mientras estuvo ausente tres meses no hubo una queja de ninguno de los trámites que se realizan en esas oficinas, lo mismo que en momentos que asumía sus labores en la Asamblea Nacional durante casi una semana y todo el mundo respondía por lo suyo.

“Cuando he tenido que llamar a alguien a mi oficina lo hago, pero no soy de aplicar medidas disciplinarias porque siempre hay otra salida”.

En una oficina de puertas siempre abiertas, Anay pasa sus días al frente de la Dirección de Justicia, y quizás por eso de que nunca se creyó una personalidad no le gustan los protocolos.

“Es que no tengo nada que esconder. Eso para mí es inoperante porque como representante del pueblo yo atiendo a la gente donde me paren y en el momento que me necesiten, aunque sea fuera del despacho”.

Desanda estos años como representante de base de los órganos locales del Poder Popular y miembro del Consejo de la Administración Municipal para decir con claridad que faltan asuntos por perfeccionar en la labor de Gobierno, aun cuando ahora es más estrecha la interacción con las administraciones.

“Los empresarios van entendiendo que el delegado es la razón de ser del Gobierno y que representan al pueblo. Para asumir los problemas de los electores a una tiene que gustarle lo que hace y estar cerquita de la gente. A mí no me gusta mucho dirigir, pero alguien tiene que hacerlo”.

Como si no le bastara estar entre dos mundos, esta delegada de 55 años navega en otras aguas, no por gusto ha sido cuadro destacado del Estado en tres ocasiones, es secretaria de bloque de la Federación de Mujeres Cubanas y atiende un círculo de interés en temas judiciales que ya ha visto egresar a los primeros técnicos de nivel medio.

“Cuando deje de ser activa me muero. El día que me sienta inútil dejo de ser yo”.

Carmen Rodríguez

Texto de Carmen Rodríguez
Reportera de Escambray por más de 30 años. Especializada en temas económicos.

Comentario

  1. Lindo y merecido artículo para quien día a día se entrega a su pueblo. Anay es una ser humano excepcional, capaz y profesional.

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