Por la resiliencia del Valle de los Ingenios (+fotos)

Una decena de proyectos que involucran a las universidades de Sancti Spíritus y de Huelva, en España, se implementan en este sitio de valor patrimonial. Recuperar áreas agrícolas y desarrollar la modalidad del turismo rural resultan las premisas de una iniciativa perdurable gracias a la colaboración internacional

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El proyecto Ecovalle aspira a transformar la vida de los residentes del Vallecito, una de las comunidades asentadas en esta llanura. (Fotos: Ana Martha Panadés/Escambray).

Bendecido por fértiles tierras, el Valle de los Ingenios vivió el reinado de grandes plantaciones azucareras, que entre los siglos XVII y XIX saciaron el apetito de más de un centenar de fábricas desperdigadas por toda la comarca. Desde cualquier punto de la extensa planicie no es difícil imaginar a los negros esclavos trabajando en los cortes de caña, sacando el jugo de los trapiches o escuchando sus lamentos entre los toques de tambores.

Y esta prosperidad alcanzó a la ciudad de Trinidad, que creció a la sombra del verdor de los campos cañeros, los pequeños bosques y la opulencia de casas haciendas; un paisaje perfecto, donde la historia y la naturaleza se abrazan en plenitud.

El Valle de los Ingenios en Trinidad, Patrimonio de la Humanidad, es escenario de proyectos de colaboración internacional de impacto social y económico.

La preservación de los valores de este sitio declarado por la Unesco en 1988 Patrimonio Cultural de la Humanidad demanda una visión integradora y la suma de expertos y de buenas prácticas en el manejo de un valle que también fue sostén de la ganadería y del cultivo de frutos menores.

Desde la ciencia y la colaboración internacional, la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez (UNISS) impulsa numerosos proyectos con el propósito de recuperar áreas agrícolas y eliminar el marabú y otras especies invasoras que amenazaron con deslucir las impresionantes vistas de esta llanura.

CIENCIA Y COLABORACIÓN CRECEN EN EL VALLE

Menos de un año tenía la hija de Jorge Luis Oliu Oliva cuando el profesor Reinaldo Álvarez Fuente, doctor en Ciencias Agropecuarias, se presentó en su finca Manaquita para hablarle de un proyecto contra el marabú. La jovencita quinceañera es hoy un símbolo de la perdurabilidad de una idea que estableció vínculos de trabajo entre la UNISS y la Universidad de Huelva, en España, vigentes hasta hoy.

“El marabú estaba poniendo en riego los valores del Valle de los Ingenios —expone Reinaldo, profesor titular de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la casa de altos estudios espirituana y coordinador por la parte cubana de las acciones de colaboración internacional, las cuales se iniciaron hace 14 años—. Este es el décimo proyecto. Desde el primero, la idea ha sido sumar a los productores de toda la zona en diversas labores, desde la limpieza de las áreas hasta la siembra de cultivos varios y frutales, el fomento de la ganadería y la obtención de carbón. Apostamos por una agricultura familiar y ecológica”.

Como un modelo experimental y viable en otros territorios de la isla se engendró esta iniciativa que, más de una década después, se sostiene gracias a la valiosa contribución de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la conducción de los expertos cubanos y la constancia de los productores.

Jorge Luis Oliú es uno de los productores iniciadores de estos proyectos de cooperación internacional.

Julio Menéndez Calle, profesor titular de la Universidad de Huelva, ha recorrido el valle muchas veces y siempre le seducen sus encantos. “La condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad del sitio fue uno de los criterios de elección, pero no el único. La Facultad de Ciencias Agropecuarias de la universidad espirituana posee los avales suficientes para conducir las acciones, que ya muestran resultados”.

En coherencia con la realidad nacional, se desarrollan herramientas que han logrado eliminar el marabú de este paisaje campestre, casi místico, como el uso del ganado caprino, el control químico y otros métodos más modernos mediante tecnologías vía satélite, las cuales permiten monitorear el estado de la plaga y el avance de las labores en tiempo real.

BENEFICIOS COMPARTIDOS

Además de las visuales que vuelve a lucir la idílica llanura admirada por visitantes nacionales y de medio mundo, el alcance de la experiencia es significativo tanto en el orden social como económico y hasta cultural.

Frente a las limitaciones que vive el país en cuanto a la importación de recursos, a través de estos proyectos se reciben los recursos con los que se mantiene a raya al marabú. “En el último corte hay alrededor de 140 hectáreas limpias; no es una superficie compacta, sino que se han logrado recuperar varias áreas y ya son más de 90 productores incorporados”, ilustra Reinaldo.

Los profesores Julio Menéndez y Reinaldo Álvarez reconocen el alcance de estos proyectos que se iniciaron hace 14 años.

Cada proyecto —refiere— ha contado con un financiamiento entre los 50 000 y 80 000 euros que se ha destinado fundamentalmente a la compra e importación de implementos de trabajo, medios de protección y otros insumos, además de material docente y reactivos químicos para potenciar la actividad de investigación en la universidad, a la cual se vinculan los estudiantes durante las prácticas y la realización de sus trabajos de diploma.

En cuanto a la actividad docente, durante estos años se han materializado cursos, postgrados y otras acciones de superación en torno a la permacultura, producción de abonos orgánicos y la agroecología. 

De una caballería aproximadamente, la finca de Jorge Luis es otra. Cuando la recibió en usufructo la maleza se lo había tragado casi todo, pero hoy siembra maíz, yuca y otros cultivos que vende a los vecinos de Magua, uno de los asentamientos localizados en el valle. Con el marabú produce carbón, otra fuente de ingreso. “He recibido machetes, limas, guantes, botas y hasta una motosierra. Estamos motivados a pesar de que el trabajo es fuerte”.

Desde El Oro, Osmany Mendoza ha llegado hasta la comunidad del Vallecito entusiasmado con el proyecto que pretende no solo producir alimentos, sino cambiarles la vida a las personas. Solo así el trabajo agrícola recobrará su valor. “Nos estamos derritiendo al sol —bromea—, pero vamos a echar pa’lante esta idea que puede beneficiarnos a todos”.

Los trabajadores insertados a estos proyectos cuentan con los medios para realizar una faena intensa, pero a la que le ven futuro.

LA SEMILLA DE ECOVALLE

En la parcela de 2.5 hectáreas el sueño de Orelbis La Villa Rodríguez crece junto a las posturas de café y frutales que bordean la finca donde se cosecharán cultivos orgánicos, se cerrarán ciclos productivos, se aprovechará la energía renovable y se desarrollará el turismo rural.

Tal será el alcance de este Proyecto de Desarrollo Local propuesto por Orelbis, también titular de la mipyme La Villa SURL, que tiene entre sus propósitos más generosos el de mejorar las condiciones de vida de las 25 familias residentes en esta comunidad. “Yo lo veo como una gran cooperativa de la cual todos pueden recibir los beneficios. Vamos a dignificar el trabajo del campo, ayudar a las mujeres, sensibilizar a los niños. No se puede esperar más”, dice con tono casi desafiante mientras recalca una frase que lo define muy bien: “Yo soy porfiado y si me ahogo voy río arriba. Es un asunto de dignidad”.

Con el acompañamiento de la UNISS, la universidad de Huelva y la Oficina del Conservador de Trinidad, Ecovalle pretende convertirse en un modelo experimental de una iniciativa más amplia en aras de promover estudios nacionales e internacionales sobre la agricultura agroecológica.

A través de la colaboración internacional se adquirieron bombas, material de riego y parte de los recursos para construir dos casas de cultivo, un umbráculo, locales docentes y todo el sistema de electrificación e iluminación de la finca a fin de desarrollar una plantación hortícola y de frutales con un sistema de riego por goteo, de manera sustentable.

“Ecovalle es una apuesta por la resiliencia de la comunidad; para que la gente del Vallecito se quede y prospere, que los niños vean que la actividad agrícola es satisfactoria, con la que pueden ganar dinero, sin necesidad de abandonar sus raíces”, comenta Julio, el académico español. 

A Orelbis le entusiasma el trabajo con los infantes, quienes recibirán materiales didácticos en cuanto inicie el curso escolar y participarán en otras actividades como la elaboración de bolas de arcilla Nendo-Dando, con las que se podrá repoblar áreas desforestadas tanto de la zona urbana como de la rural. Para su confección se reutilizarán las semillas recuperadas en los diferentes procesos productivos.

Emprendimientos como este contribuirán a preservar los valores del Valle de los Ingenios. Para el destacado investigador trinitario, Víctor Echenagusía, el proyecto puede convertirse en referente en cuanto al manejo de este majestuoso entorno natural y patrimonial.

Para Orelbis La Villa Rodríguez, un emprendedor trinitario, Ecovalle se convertirá en un modelo viable en cuanto al manejo de este sitio.

UN PRODUCTO TURÍSTICO EN EL VALLECITO

La idea de vincular una finca agroecológica a la actividad turística anda muy a tono con las políticas nacionales de estímulo productivo; y en este caso el proyecto contribuye al desarrollo local, al tiempo que se articula al entramado económico actual con una fuerte presencia del trabajo por cuenta propia en la ciudad de Trinidad.

Para ello, Ecovalle se propone el rescate de antiguos senderos y rutas gastronómicas. “La esencia es que la agricultura se convierta en el principal recurso para el desarrollo de un turismo sostenible. El visitante tendrá acceso a productos naturales y podrá ser parte de la experiencia. Tenemos interés de aprovechar el potencial científico del territorio y estrechar vínculos con otras universidades cubanas, de España, Alemania y de Portugal”, sostiene Orelbis.

A partir de un mejor manejo de los suelos y de técnicas de cultivo, además del uso de fertilizantes naturales, Ecovalle se convertirá en el epicentro de una red de bares y restaurantes que aprovecharán todos los productos e ingredientes naturales como concepto gastronómico. El Bar Frío es muestra de ello.

“Hoy elaboramos la mayonesa, el tabasco y otras salsas, azúcar invertida, además de deshidratar hierbas y frutas. Son cerca de 20 productos que antes debíamos importar y ahora tienen un sello especial a tono con el espíritu de este café que aspira a perdurar en el tiempo”, asegura este emprendedor que habla con orgullo de sus 14 trabajadores, a quienes Escambray conoció en una donación de sangre para las víctimas del incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas. Ellos también ayudan a damnificados de eventos meteorológicos y ceden parte de su propina para sostener un hogar temporal de animales en la ciudad.

Abonado por estos valores, Ecovalle crece y se empina como una alternativa viable para el progreso de la comunidad. De sus frutos podemos beneficiarnos todos.  

Ana Martha Panadés

Texto de Ana Martha Panadés
Reportera de Escambray. Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

Comentario

  1. Idelfonso Castañeda Noa

    Excelente propuesta que se implementa con la voluntad de profesionales y emprendedores del terruño, es la forma de echar adelante valores patrimoniales que se han mantenido por su innegable exponente de belleza natural. Gobierno, ciencia y cooperación es la trilogía que marca en este empeño.
    Recobrar el paisaje del Valle de los ingenios a tono con la vida actual del país es un regalo para los trinitarios, para los cubanos y para la humanidad. Felicitaciones para todos los que aportan en este empeño.

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