Central Melanio Hernández, donde la creatividad pare soluciones (+fotos)

La creatividad, innovación y el afán de ingenieros, técnicos y obreros de buscar soluciones duraderas a problemas puntuales del andamiaje industrial del central Melanio Hernández, en Taguasco, hacen que este ingenio fabrique azúcar

Abel Rodríguez Delgado (D) y Lázaro Ortega Francisco (I), dos aniristas del colectivo del taller de maquinado del central Melanio Hernández. (Fotos: Oscar Alfonso/Escambray).

Cuando en cada jornada el central Melanio Hernández regala entre el ruido de sus máquinas, el vapor emanando de la industria y el olor dulzón de la fabricación del azúcar, muchas miradas apuntan al taller de maquinado o laminado, donde un colectivo hace de los problemas el motivo para la creatividad.

Bien lo vive en carne propia un hombre que responde al nombre de Abel Rodríguez Delgado, distinguido anirista, mecánico, y el padre de una inventiva que le devolvió la vida útil al torno 1M63, máquina herramienta que por su antigüedad, tiempo de explotación y carencia de fibras de cloche y deterioro de ese sistema dejó de funcionar.

La creatividad es permanente en el taller.

Diseñamos las fibras, usamos la vaquelita como materia prima y modificamos el sistema de cloche y pusimos de alta nuevamente al torno, imprescindible para la fabricación y recuperación de piezas de repuesto, apunta Rodríguez Delgado.

La innovación obtuvo categoría Relevante en fórum nacionales y eventos provinciales, pero el mejor premio sigue siendo sentir el latir del equipo, cada día, aportando soluciones a los problemas.

Cada problema que llega al taller encuentra su solución.

En su autoría otras innovaciones regalaron la vida útil a otros dos tornos, en un trabajo de equipo, donde hombres como Lázaro Ortega Francisco, fresador y el mismo jefe del taller, Eduardo Espinosa Betancourt, entre otros, revelan que sin los aniristas fuera muy difícil solucionar los contratiempos de la maquinaria del central y de otras dependencias.

Abel Rodríguez Delgado, distinguido anirista, mecánico, y el padre de una inventiva que le devolvió la vida útil al torno 1M63.

Una verdad que ya saborea de cerca el jovencito Brian Daniel Gómez, estudiante del segundo año de la especialidad de maquinaria azucarera del politécnico Jorge Ruiz Ramirez, quien ya saborea el incentivo de crear para solucionar, una realidad cotidiana en sus prácticas en el Taller.

El taller también funciona como escuela para las nuevas generaciones.

Frank Ortíz profesor del politécnico de dos grupos de las carreras maquinaria azucarera y fabricación de azúcar explicó que tanto el ingenio como el taller funcionan como un aula anexa, donde se consolidan y ponen en práctica los conocimientos teóricos adquiridos en el aula y la preparación de estos estudiantes responde a las necesidades del central, con lo que se garantiza la continuidad de estos innovadores, que transmiten la creatividad a las nuevas generaciones.

Innovar es la máxima del colectivo del taller.

Oscar Alfonso Sosa

Texto de Oscar Alfonso Sosa

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