Leer, sostén de la sociedad informatizada

En Sancti Spíritus se reflexiona sobre el Programa Nacional por la Lectura

Las personas adultas mayores son las que más leen en formato físico.

Ángel López López, espirituano con solo quinto grado como aval de presentación cuando de escolaridad se le preguntaba, no necesitó de muchos galanteos para avivar la pasión que lo acompañó hasta el último segundo de su vida: la lectura.

Nació, confesó en cierta ocasión, con ese extra, que lo ayudó a mantener “respirando” su mente, cuando los años pesaron demasiado. Su casa, ubicada en calle Máximo Gómez, esquina a Silvestre Alonso, en la ciudad del Yayabo, dejaba poco espacio para caminar. Grandes torres de libros y revistas s por doquier y libreros repletos de títulos sin sincronía simulaban una escena cinematográfica. Un halo de pasado y presente envolvía el espacio. Detrás de aquellas acumulaciones, Angelito —como se le conoció por su delgadez extrema— dejaba correr las horas cada día.

“Lo mío es leer sobre política, economía e historia, sobre todo la de Sancti Spíritus. Ahí están muchos de los libros, periódicos, documentos y fotos que he revisado. Nadie me enseñó. Gracias a ella soy un hombre más completo”, lanzó como carta de triunfo durante nuestro único encuentro. Precisamente, esa fascinación por la lectura fue el pretexto para conocernos.

En ese hábito se sostuvo su memoria envidiable. Bastaba con mirar los ojos humedecidos detrás de los gruesos cristales pendidos de su nariz para encontrar la exactitud de cada frase. No olvidó ni un instante de su vida y de la historia espirituana.

Con nitidez y exactitud sorprendentes, rememoraba cuando llegó a esa misma casa, el tiempo en que aprendió mecanografía y las anécdotas contadas por sus padres venidos desde España, así como la de los amigos de siempre, encabezados por Segundo Marín, connotado historiador yayabero.

Recordaba con nostalgia cómo vio al mayor embalse de Cuba “tragarse” la antigua edificación de la fábrica Río Zaza y cómo se “aplatanaron” los trabajadores en una construcción con tecnología más moderna a las afueras de la ciudad. Hablaba de autores de aquí y del otro lado del orbe como personas cercanas y de hechos insólitos registrados en una esquina de cualquier publicación.

“Lo que soy se lo debo a leer como un verdadero ratón de laboratorio. No dejo pasar una semana sin ir a la librería u otro sitio para encontrar un nuevo título. También, releo cosas de las que tengo aquí, sobre todo, cuando quiero comprobar determinada información”.

De esa forma, transcurrió la vida de Ángel López López, un verdadero patriarca de los libros que tuvo Sancti Spíritus; un ser humano que, sin salir mucho de añeja villa, vivió con intensidad el mundo, gracias a cada encuentro en silencio con las letras impresas.

Historias como la de este yayabero confirman que vale la pena, incluso, en tiempos tan convulsos como los actuales, defender, estimular y aunar esfuerzos para cumplir con los 10 objetivos del Programa Nacional por la Lectura (PNPL). Resulta uno de los grandes proyectos de este país con muchísimos retos, en constante construcción, flexible y participativo.

Sus raíces se afincan con la llegada de la Revolución. Después de librar una de las batallas más humanistas de Cuba: la declaración de Territorio Libre de Anal­fabetismo, se apostó por la impulsar la revolución cultural. Su máximo líder el Comandante en Jefe la definió magistralmente: “(…) nosotros no le decimos al pueblo: … ¡cree! Le decimos: … ¡lee! (…)”. Comenzó entonces a gestarse, poco a poco, el proyecto, según las particularidades del contexto. Incluso, en tiempos de redes sociales continúa en lo más urgente de muchas de las agendas del sector de la Cultura.

“No busca que la lectura sea solo esparcimiento —explicó la doctora en Ciencias de la Información Felicia Pérez Moya—. Apuesta por contribuir en el verdadero valor de ese contacto entre el ser humano y el texto: incidir en el crecimiento de una mejor persona, en todos los sentidos”.

Tal aspiración exige del cumplimiento al pie de la letra de una de las máximas establecidas desde la propia presentación de dicho programa: la coordinación de los esfuerzos de todos los organismos, instituciones, grupos y personas del país interesados en promover el libro y la lectura.

En Sancti Spíritus, durante el taller de reflexión que miró con lupa los logros y deudas en la materialización de cada acción de ese proyecto se coincidió en que, si bien hay buenos ejemplos aquí en esa integración, donde la red de bibliotecas públicas tiene la voz cantante conjuntamente con dos pilares el sector de educación y los medios públicos, las propias dinámicas ágiles del actual contexto obligan a estrechar vínculos y repensar los métodos y formas para incrementar la lectura.

“Uno de los principales problemas que tenemos es la pérdida de investigaciones que marquen, guíen y sostengan científicamente el Programa Nacional por la Lectura —insistió la propia fuente—. Todas las estrategias que surjan tienen que estar basadas en métodos científicos e instrumentos innovadores que permitan evaluar lectura.

“¿Cómo se lee? ¿Cómo se hace la lectura digital? ¿Cómo se hace la del texto impreso? ¿Cómo coexisten esos tipos de lectura? ¿Qué brechas existen? Son algunas de las preguntas que hoy urgen que se conviertan en brújula para fomentar el hábito de la lectura en su máxima dimensión. Existen organismos internacionales y, en el caso de nuestro país, el Observatorio Cubano del Libro y la Lectura que desde 2008, realiza estudios que nos develan nuevos elementos a tener en cuenta. Pero, entonces, aparece otro tropiezo: la preparación de quienes guían el Programa y quienes también trazan estrategias para ejecutarlo”.

Como fortaleza en Sancti Spíritus y gracias a las inquietudes de los jóvenes investigadores Liset López Francisco y Duniesky Contreras Madrigal se resguardan resultados que develan un diagnóstico en profundidad de las características de las personas que prefieren leer en formato físico y digital, según contextos, grupos etarios, niveles de instrucción, hábitos de vida…

Si bien auscultaron una realidad cambiante, aun hoy —pasados unos años de esa búsqueda minuciosa— se pueden tener como referentes varias de las conclusiones que resumen del contacto con 396 espirituanos de los ocho municipios.

“Se mantiene el gusto por la lectura, lo cual demuestra los resultados del trabajo que se viene realizando en el programa de conjunto con las escuelas y la familia, aunque son los adultos y adultos mayores quienes más leen —concluye la socióloga López Francisco—. Son precisamente esos grupos etarios los que prefieren el libro impreso, el más frecuente en bibliotecas estatales y privadas, mientras que los adolescentes y jóvenes manifiestan mayor interés por los digitales. Por tanto, esa tendencia nos hace reflexionar en la búsqueda de estrategias para orientar la presencia editorial de ese tipo de texto en la provincia, como mecanismo que coadyuve a satisfacer esa demanda y a complementar la ausencia del formato impreso”.

De acuerdo con lo analizado en el Taller de Reflexión, realizado en la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena, de Sancti Spíritus, urge intencionar el trabajo con los estudiantes universitarios. Ni siquiera se ha logrado la asistencia de esa comunidad en el Concurso Leer Martí —uno de los premios que promueven e incentivan la lectura entre niños, jóvenes y adultos, máxima aspiración del PNPL—, en el que históricamente esta provincia se ha ubicado entre las de mejores resultados a nivel de país.

Esa preocupación se suma al dolor de la profesora Felicia Pérez Moya, desde que vio cerrarse ante sus propias narices la Licenciatura en Ciencias de la Información en la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez.

“Entre las disciplinas de esa carrera está la Bibliotecología. Agrupa a los campos del conocimiento que están dedicados a satisfacer necesidades sociales humanas. No puede pensarse una sociedad desarrollada sin bibliotecas, sin lectores de biblioteca, sin públicos y todo eso se estudia en ella.

“Uno de los grandes problemas que tiene nuestra provincia es que dejó de preparar a los promotores de lectura y a los bibliotecarios. Solo en el nivel medio lo hace el sector de Educación. Sin embargo, hay otros organismos que siempre lo hicieron y ya lo dejaron de hacer.

“Hay además estudios hechos de necesidades de aprendizaje, no solo en el pregrado, sino de posgrado. Deberían existir diplomados, maestrías y doctorados porque hoy no se puede hablar de una sociedad que no sea de la información”.

Y por supuesto para ello se requiere leer, en cualquier formato. Lograr que ese hábito se afinque en estos tiempos precisa del empeño aglutinador de gran parte de la sociedad.

“Si no aprovechamos las experiencias que existen, antecedentes científicos que están en todas nuestras bibliotecas, hemerotecas, en la web o físico, y las aplicamos será imposible trazarnos nuevas nuevos métodos porque los lectores de hoy son diferentes; por lo tanto, el accionar tiene que ser diferente”, concluyó Felicia Pérez Moya.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

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