Todavía no sale el sol y ya se siente su trajinar por toda la casa. Los pasos marcan un ritmo que bien podría ser el de alguna de las canciones de moda, pero no hace demasiado ruido porque algunos duermen aún. Otro día más, o tal vez uno menos; lo cierto es que se parece mucho al de ayer, y el de mañana no debe ser muy diferente.
Como por arte de magia logra poner el desayuno en la mesa, adelantar algo de la comida, dejar tendidas algunas piezas de ropa y salir casi al galope con un pionero colgado del brazo y una esperanza latiendo en el pecho: que no haya pasado la guagua.
La protagonista de esta historia no tiene nombre, se parece tanto a la historia de tantas que no me atrevo a adjudicársela a ninguna en particular. Son muchas las veces que escuché de estos avatares matutinos, pero de algo estoy seguro y es de que son historias comunes de madres.
No es intención de este cronista dejar a un lado el papel real que juegan otros en el hogar. De protagonismo de padres, abuelos, hermanos y tíos que aportan decisivamente en los quehaceres domésticos podríamos hablar también, por suerte. Pero lo cierto es que, por tradición, machismo, o por lo que sea, es bastante común que sean las mujeres y, en especial las madres, sobre quienes recaiga el peso fundamental de los hogares cubanos.
Escenas como estas se repiten día tras día para muchas mujeres. No pocas veces hay un niño enfermo o un anciano que cuidar. Pero, más allá de los obstáculos cotidianos, una madre es siempre un remanso de amor, un puerto seguro, una novia eterna.
Por eso deben recibir un poco, al menos un poco, de toda esa bondad que regalan. Es verdad que a veces el cariño viene con una chancleta en la mano o con un regaño subido de tono. Pero tenemos que entender que no hay escuelas para formar madres; muchas se forjaron al calor de la batalla diaria y ahí están, sin dar un paso atrás.
No es difícil, entonces, imaginar por qué reciben tantas muestras de devoción: desde tatuajes con sus nombres hasta canciones cantadas a todo pecho. No es difícil imaginar por qué cuando llega mayo nos exprimimos el bolsillo para comprarle un regalo a mamá o, por lo menos, llevarla a comer fuera.
Definitivamente, mayo es un buen pretexto para agasajarlas, pero tal vez ellas prefieran que ese amor se les reparta por todo el año. Tal vez desean que temprano en la mañana, cuando aún no sale el sol, no sean solo sus pasos los que marquen el ritmo de la casa. No dejemos de celebrar el Día de las Madres cada mayo. Es una linda tradición. Pero sería maravilloso no solo acordarnos de mamá una vez al año. A fin de cuentas, para la mayoría de las madres cubanas cada jornada que pasa es también su fecha.
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