Fidel se enamoró del Uruguay (+fotos)

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A su llegada Fidel saluda a directivos del central Uruguay.

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Cuando Placidia Gómez, la pantrista de la dirección, se acercó con una jarra de cristal repleta de guarapo frío, respondía a una velada solicitud del Comandante en Jefe: “Bueno, ¿y aquí no se toma guarapo?”. Como buen conocedor de la clase de visitante que recibía aquel día, Manuel Zerquera, el director, había previsto tal posibilidad y el Jefe de la Revolución terminó tomando tres copas del frío líquido, que disfrutó visiblemente y elogió entusiasmado.

Pasadas las 10:00 a.m. del 6 de mayo de 1989, Fidel llegó al Complejo Agroindustrial (CAI) Uruguay, tras recorrer importantes centros de interés económico y social en Sancti Spíritus, entre ellos, la presa La Felicidad, entonces en construcción y que una vez terminada permitiría el suministro de agua a varios miles de hectáreas de caña plantadas al sur del complejo azucarero, y la Papelera de Jatibonico.

Días antes el central completaba su plan (210 000 toneladas) y hasta alcanzaba un extra; ello significaba un muy buen resultado y daba continuidad al crecimiento sostenido, año por año, desde 1986, cuando se superaron las 160 000 toneladas de azúcar crudo. La visita del máximo líder cubano obedecía más bien al interés de conocer de primera mano el programa de desarrollo del Uruguay, que incluía una tercera e importante ampliación para elevar las molidas y producir 300 000 toneladas de azúcar. Dicha idea en principio había sido aprobada, pero no contaba aún con su visto bueno.

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“Fidel veía por los ojos del Uruguay”, asegura Pedro Sáez Jova, quien fuera jefe del Departamento Termoenergético del complejo azucarero y miembro del Consejo de Estado. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Así las cosas, durante su estancia en el salón pequeño del edificio administrativo del CAI con su consejo de dirección, el gigante de verde olivo una parte del tiempo anotaba, otra se quedaba solo a la escucha y en varias ocasiones formuló preguntas, vertió consideraciones. Al final, acuñaría la propuesta que Evaristo Hernández Lago, delegado del Minaz en la provincia, había defendido desde mucho antes con toda la vehemencia del mundo.

Tras una negativa rotunda del entonces ministro del ramo, Diocles Torralba, cara a cara, el boticario devenido azucarero logró quebrar a golpe de persistencia la posición del Titular. “Bueno, vas allá y presentas todos esos argumentos, que si esa idea triunfa le vas a ahorrar al país una buena cantidad de millones de pesos; entonces habrá que llevarte para el Buró Político”, le dijo a Evaristo llegando a Jatibonico, al término de una charla sobre el jeep que lo conducía a Ciego de Ávila.

“El asunto es que se había aprobado hacer un central al sur del municipio, que molería 500 000 arrobas de caña, con la idea de suministrar más bagazo a la papelera. Ya en el patio del Uruguay estaba una gran parte del equipamiento constructivo —que era cuantioso—, y él insistía en que se empezaran los trabajos, pero nuestras consideraciones eran otras”, rememora Evaristo. Las áreas cañeras que abastecerían al nuevo central eran, según cuenta el exdelegado del Minaz, unas 12 000 hectáreas —algo más de 800 caballerías— en Las Nuevas, en tierras casi de La Sierpe, pero atendidas por Jatibonico, donde nacería una comunidad con pobladores de diversos lugares de Cuba.

“Allí se construyeron numerosos edificios a propósito de aquel empeño. Primero se hicieron dos grandes distritos cañeros, que después constituyeron varias UBPC. Eso tenía riego en un 80 por ciento, por gravedad y bastante ineficiente, porque había sido concebido para regar arroz, que es a lo que las tierras estaban destinadas inicialmente, pero les faltaba calidad para ese fin”, precisa Imeldo Díaz Roig, por aquel entonces subdirector agrícola del CAI Uruguay. Tocante a los rendimientos, en la edición del periódico Granma del 16 de mayo de aquel año, que dedicó media página a reseñar los datos ofrecidos por Manuel Zerquera en aquel encuentro, se consignaba que eran entre 75 000 y 80 000 arrobas por caballería.

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La copa en que el Comandante en Jefe tomó guarapo fue conservada por Placidia Gómez, quien tuvo el honor de ofrecérselo. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

¿USTEDES PUEDEN LLEGAR A ESO?

Cuentan que durante la reunión el rostro del visitante se iba iluminando a medida que constataba que lo que le exponían se ajustaba a la realidad. Con una psicología distintiva para calar hondo en sus interlocutores, se viraba para todas las bases. “¿Y ustedes pueden llegar al millón 800 000 arrobas?”, le espetó en uno de aquellos lanzamientos a Manuel (Manolo) González Rodríguez, el subdirector industrial. Este le respondió con entera seguridad que sí, que podían, y recordó la sustitución de tándem A, que era pequeño, por otro con mayor capacidad de molida.

Cuentan, además, que al tomar la palabra, ya al final, elogió el incremento en pocos años de la producción de caña y de azúcar, apuntó la necesidad de continuar implementando en las nuevas áreas el riego y el drenaje parcelario, técnica clave a la que llegaría a destinar 13 módulos para igual número de brigadas; procuró detalles acerca del corte mecanizado y mencionó las orientaciones de adelantar la ejecución de algunas presas, canales y obras hidráulicas.

“Hubo un momento en que preguntó qué podríamos necesitar y Zerquera le comentó únicamente la falta de un transporte para los obreros de la parte técnica y administrativa que trabajaban en aquellas nuevas áreas del sur del Uruguay”, evoca Imeldo, quien recuerda esa visita “como si estuviera viendo todo ahora mismo: su físico, sus gestos de emoción; lo veía feliz, muy feliz”. Y, en efecto, poco después se recibieron dos camiones Zil para ser adaptados a medios de transportación colectiva.

La satisfacción del Comandante en Jefe al salir de aquella reunión lo llevó a mencionar el propósito del colectivo del Uruguay, y su fe en la concreción de tal empeño, en el multitudinario acto que se efectuaría en horas de la tarde en la Plaza Mayor General Serafín Sánchez Valdivia. En su discurso, los pondría de ejemplo para el resto de los azucareros cubanos y afirmaría que hombres así son capaces de trabajar con gran productividad y con una eficiencia superior a la que existía en el capitalismo.

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Fidel se enamoró del Uruguay cuando comenzó la racha de más de 200 000 toneladas de azúcar, asevera Evaristo. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Pero antes de marcharse tuvo un gesto de retribución para con ellos: autorizó la entrega de un estímulo, que se tradujo en 50 carros Moskvich marca Aleko. “Estos no son de los que ustedes ven por ahí, porque no han rodado en Cuba. Van a ser los primeros en usarlos”, significaría. En el propio papel apuntó y leyó: 300 motociclos Berjovina y otros 50 motores de 250 centímetros para personal vinculado con la zafra. Después, ya en la parte trasera del jeep, preguntó si Zerquera, el director, tenía carro, y al conocer que se desplazaba en un viejo Lada indicó la entrega de otro automóvil más. “Al año siguiente, cuando sobrecumplen su compromiso con él y llegan a 231 000 toneladas de azúcar, Fidel manda a entregar similares cantidades de esos mismos estímulos, así que en dos años entregó al Uruguay 101 carros ligeros”, pormenoriza Evaristo.

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Tras la reunión del 6 de mayo de 1989, Fidel departió con trabajadores y vecinos del central.

PORFÍA ENTRE CENTRALES

En realidad, las deferencias del máximo líder de la Revolución cubana para con el coloso espirituano ni eran gratis ni habían surgido de manera repentina. Los más cercanos a sus vínculos con los azucareros de Jatibonico ubican el origen de la admiración en la década del 70, cuando tras el descalabro de aquella zafra se adoptó la estrategia de armar el central con un equipo confiable, con Evaristo a la cabeza como administrador, que logró enrumbar hacia contiendas eficientes.

“En aquella época se había iniciado un ‘pleito’ entre el central Guiteras, de Las Tunas, que era un gran productor de azúcar, y el Uruguay. Cada vez que empezaba una zafra revisábamos cuánto iba a hacer este o el otro, y se formó una especie de porfía que duró muchos años. Una vez ellos hacían más, otra menos que nosotros y así estuvimos hasta los 80 y pico, que logramos despegar un poco más. Yo pienso que la lucha esa entre los dos ingenios, que tenían ambos muy buen personal y muy buena dirección, esa controversia fue una de las cosas que hicieron que Fidel se fijara en este ingenio”, reflexiona Manolo, el antiguo subdirector industrial.

 “Él se enamoró del Uruguay en la década del 80, cuando comenzó con la racha de producciones de más de 200 000 toneladas de azúcar (1988), que mantuvo por cinco años consecutivos, y alcanzó más de un millón de toneladas en un quinquenio. Además de eso, llegó a vencer el reto de las 235 000 toneladas en la zafra 1990-1991. Cuba vivía del azúcar y el Uruguay se convirtió en el mayor productor, hasta aquel año, porque en 1993 bajó casi el 50 por ciento debido a los efectos del período especial”, apunta el entonces Delegado del Minaz, quien se desempeñó en dicho cargo entre 1976 y 1998.

Evaristo obvia su propio papel en esta historia, en la que varios de los protagonistas lo ubican como pieza clave. De acuerdo con las aseveraciones de Manolo, a partir de 1973 se consolidó en el Uruguay una integración bastante buena, en la que influyó la amplia visión de Hernández Lago acerca de dónde había que trabajar. “Él es una gente muy dada a analizar los problemas, tenía una visión clara acerca de ellos y supo conducir muy bien todo ese proceso. Fue uno de los que decidieron mucho en que este ingenio cambiara su imagen, que luego de ser el más malo del país llegara a ser el mejor”.

Uno de los principales protagonistas de aquellas transformaciones, Pedro Sáez Jova, quien entró a finales de 1971 como jefe de planta eléctrica y luego pasó a ser jefe del Departamento Termoenergético, evoca: “Había un tabú de que los centrales grandes no eran eficientes y Uruguay rompió con eso, demostró que sí era posible. El secreto fue el equipo de trabajo que se logró estructurar allí, totalmente acoplado, con decisiones colectivas y antes muy bien discutidas. Cuando aquello ya Evaristo había sentado pautas aquí, él es una pieza muy importante en este engranaje”.

Sin pensarlo dos veces, Sáez Jova, quien fue miembro del Consejo de Estado y de la Comisión Agroindustrial Azucarera de la Asamblea Nacional entre 1986 y 1992, declara: “Yo lo que te puedo decir es que Uruguay se convirtió en la niña bonita de Fidel. Fidel lo que tenía, a mi entender, ya era obsesión con el Uruguay, veía por sus ojos, porque había atravesado situaciones críticas y logró llegar a la cima. Siempre que se hablaba de zafra, él mencionaba al Uruguay”.

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La prensa de la época recogía cada vez los detalles del lazo afectivo entre Fidel y los trabajadores del Uruguay.

CARTAS DE CARIÑO

El manuscrito del Comandante en Jefe fechado el 11 de abril de 1975 cayó como agua fresca en el espíritu de los trabajadores. Días antes le habían enviado un obsequio. “Con gran emoción recibí el pequeño saquito de azúcar que simboliza el millón alcanzado por primera vez en esa industria. Agradezco infinitamente tal honor y los felicito calurosamente por su histórica victoria (…). No hay satisfacción más grande que cumplir el deber ni victorias más hermosas que las que alcanzan con su trabajo los obreros abnegados y heroicos que construyen el socialismo”, escribía Fidel. A partir de entonces con cierta regularidad cartas de compromiso y respuestas de elogio y exhortación viajaban de una dirección a otra. La última de allá para acá fue escrita el 22 de junio de 1993.

El sitial de honor de la Empresa Azucarera Uruguay recoge al detalle cada suceso que los ata al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz: documentos, fotografías, recortes de periódicos, objetos. La prensa provincial y nacional de la época publicó cada hecho importante, como aquella reunión de la Asamblea Nacional del 4 de julio de 1991, cuando la delegación del Minaz en Sancti Spíritus rendía cuenta ante ella y Manuel Zerquera, presente allí por invitación expresa de Fidel, “se convirtió en el centro de atención durante la primera sesión y en los recesos fue la persona más solicitada por la prensa”, según reseñó Escambray.

Aquella era, apenas, una muestra del cariño y el orgullo del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros hacia un complejo agroindustrial cañero que visitó solo una vez, pero amó abierta y fervientemente. Las 300 000 toneladas de azúcar nunca llegaron a producirse, pero en la memoria de todos los que le acompañaban aquel 6 de mayo de 1989 quedaron sus gestos y palabras.

Evaristo recuerda a Fidel de pie, degustando el guarapo e indicando la entrega de otros 50 vehículos ligeros para personal de los restantes centrales espirituanos, también destacados. Imeldo fijó para siempre sus preguntas: “¿De qué variedad de caña es este guarapo?”, “¿Qué cualidades tiene la Cuba-120?”. Placidia ya no está para contar la historia, pero se encargó de conservar la copa de cristal azul de la que Fidel se empinó cuando ella, solícita, puso en sus manos el guarapo más dulce que hubiese tomado jamás.

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Manuel González Rodríguez (Manolo) sostiene que Fidel comenzó a fijarse en el ingenio espirituano a partir de su controversia con el Guiteras, de Las Tunas. (Foto: Delia Proenza/ Escambray)

Una historia de coloso

1904.- Apertura oficial del ingenio.

1918.- Primera inversión para ampliar su capacidad de molida.

1969.- Interrumpe por única vez la molienda a propósito de una intervención con vistas a la llamada Zafra de los Diez Millones.

1988.- A partir de este año logra producciones de más de 200 000 toneladas en cinco zafras consecutivas.

1991.- Impone récord nacional para una contienda en Cuba con 235 079 toneladas de azúcar crudo.

2005.- Impactado por el período especial, apenas produce 29 100 toneladas de crudo.

2016.- Supera nuevamente las 100 000 toneladas de azúcar.

2017.- Alcanza una producción de 92 914 toneladas del crudo.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

2 comentarios

  1. Memorable encuentro el del Comandante con los trabajadores del central. Siempre vinculado al sector, mostrando un respeto y admiración por la labor.

  2. Compañeros de Escambray, gracias por este recuento de un día inolvidable para todos los que vivíamos en Sancti Spíritus en aquella fecha.
    Estuve en aquella plaza cuando el masivo acto donde habló el Comandante en Jefe y tuvo, sí, palabras de elogio no solo para los azucareros. Recuerdo que dijo que esta provincia se iba a convertir, en el terreno industrial y agrícola, en una especie de joya para el país.
    Él era el Caballo, por eso se le quería y se le quiere tanto. Cuánta humildad y grandeza se esconden detrás de cada palabra y gesto suyos en ese central, y en toda la visita, a este y cualquier otro lugar de Cuba.

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