Básquet con nombre de mujer

Yamara Amargo y Marlene Cepeda han sido protagonistas de la histórica actuación del equipo espirituano en la Liga Superior

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Marlene y Yamara durante una sesión de entrenamiento. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Como deporte colectivo que es, cualquier saldo en el baloncesto tiene varios nombres. Mas, en el caso del equipo espirituano de mujeres que ya escribió su mejor resultado histórico, se me antoja que posee dos.

Para nada desdeño la actuación del grupo de muchachas que, ya con la plata en el bolsillo en la Liga Superior, buscan desde ayer viernes concretar la máxima gloria: ganar el oro frente a Capitalinas. Pero muchos coinciden en que nadie como Yamara Amargo y Marlene Cepeda le han puesto sello propio a lo que ya es uno de los mejores dividendos conseguidos por las disciplinas colectivas en la provincia.

 Es verdad que hubo que esperar años, varios campeonatos y ocho Ligas Superiores. En todo este tiempo han estado ellas, que iniciaron juntas su fragor bajo el aro cuando eran niñas y hoy driblean aún el mismo balón.

Año tras año Sancti Spíritus colgó en sus hombros las principales esperanzas de un disfrute similar, pero siempre quedaban truncas. La temporada 2017-2018 se presentó con más complejidades que de costumbre. Yamara regresó después de casi un año fuera de las tablas por el nacimiento de su pequeño. Para Marlene, otra vez esa persecución permanente de las lesiones.

Tampoco fueron ideales las condiciones del entrenamiento con una “Yayabo” inhabilitada desde el ciclón Irma. Pero el equipo superó obstáculos y de la mano de ellas, logró clasificar a semifi nales, superar al actual campeón Guantánamo y estar a las puertas de un título.

Tenerlas en juego es una garantía, como dice Gabriel Alexander Álvarez, quien las ha llevado de la mano desde que expusieron su talento en las tablas de la EIDE Lino Salabarría: “Cuando ellas dos están en el terreno la confianza de las demás jugadoras es grande, nunca nos vemos perdidos. En el segundo de los dos partidos de la semifinal ante Guantánamo, faltando 12 segundos perdíamos por un punto, pedimos tiempo y cuando quedaban tres, Marlene cogió la pelota y anotó la canasta del triunfo, sin contar lo que aporta debajo de las tablas como reboteadora que es, a pesar de que en esta propia competencia sufrió una lesión en el hombro”.

¿Cómo logra sobreponerse? Lo responde ella misma: “Es la gente la que me da la fuerza, mi madre, mis amistades y también la crítica. Es un lema ya que se diga: ‘A Marlene siempre le pasa lo mismo en los momentos finales’. No es porque yo quiera, sino porque las lesiones me machucan mucho, pero me he sobrepuesto”.

Nunca como hasta ahora había tenido Sancti Spíritus la posibilidad de tenerlas juntas y a plenitud. Y las niñas, como les dice Alexander a pesar de los 32 años de ambas, respondieron, anotando tantas canastas como necesita el conjunto.

“ No me gusta estar en el banco, me siento intranquila, ya cuando pasan uno o dos segundos quiero entrar otra vez, así es como yo veo el espíritu de lucha”, apunta Yamara.

Es este el premio a la consagración y la entrega, más allá de lo trillado de las palabras cada vez que se usan en contextos como este. De ello existen evidencias, como las escritas en esta propia Liga.

“Jugando en Guantánamo, Marlene se cae —cuenta Carlos Plascencia, comisionado provincial— y se le hace una contracción en la rodilla, se le aplica tratamiento fi sioterapéutico, y ella aún adolorida, pues no habían pasado ni dos minutos, le dijo al director: ‘Ale, voy para adentro’”.

No quieren este halago mediático individualizado. “Esta victoria no lleva solo los nombres de nosotras, es una victoria del colectivo, incluso hasta de la prensa y de la gente que nos grita desde afuera”, rebota Marlene y añade: “Todo el mundo ha puesto su granito de arena y las más jóvenes han jugado muy bien”.

 “Ambas merecen todos los elogios, el respeto de todo el mundo”, pide Alexander. Esta reportera también. De las muchachas que comparten ahora el equipo, varias han probado el néctar del oro en las categorías escolares y juveniles. Ellas no. Como miembros de la selección nacional por casi dos décadas, se han cansado de ganar medallas en Juegos Panamericanos, Centroamericanos, torneos FIVA América; han llegado a Mundiales.

Sin embargo, nada saborean mejor que esta medalla que ya cuelgan simbólica en sus pechos.

Tenían, eso sí, una deuda. Saldada en parte con la plata; ahora buscan teñir la medalla con mejor color. Para ello deben vencer a Capitalinas en tres de los cinco juegos pactados, dos de ellos en la sala Yara (ya ganaron el primero), y otros tres, en la Ramón Fonst de la capital cubana.

Por eso, después de saltar mil veces sobre el tabloncillo de la Yara, abrazadas al equipo y a la familia del deporte en la provincia, vuelven los rostros de inconformidad.

“Tengo logros internacionales —apunta Marlene—, pero nunca he sido campeona nacional y espero ganármelo este año”. En tanto Yamara, mientras se dispone a tirar una canasta de tres, una de sus especialidades, ni enseña la sonrisa de siempre y expresa: “No seré completamente feliz hasta que no me vea con el oro en el pecho”.

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

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