El Valle sin los ingenios

En el imperio del Valle

~ Juan Antonio Borrego Díaz ~
Tras la desaparición de la economía azucarera, atributo centenario de la región, el Valle de los Ingenios, principal fuente de opulencia en la Trinidad colonial, intenta recuperar el esplendor que lo hizo célebre.

Cuando Don Alejo María del Carmen Iznaga y Borrell ordenó levantar en su hacienda una lujosa torre de ladrillo de 43,5 metros de altura que todavía hoy día seduce al visitante, seguramente estaba muy lejos de suponer que casi dos siglos después desde su cúpula no se avistaría en toda la comarca ni un solo plantón de caña de azúcar.


Casa hacienda del ingenio Guáimaro, en su tiempo el mayor productor de azúcar del mundo.

Don Alejo hizo construir su obra con una sólida estructura repartida en siete niveles con formas geométricas que transitan desde el cuadrado hasta el octógono, con arcos dilatados y una escalera interna desde la base hasta lo más alto, todo lo cual ha hecho sospechar a los entendidos que más allá del mito y los fines utilitarios que se le atribuyen como sistema de vigilancia, el verdadero origen del proyecto tuvo que ver más con el placer de la ostentación y la vocación por la estética que con lo meramente pragmático.

La torre , imperturbable y amada por medio mundo, ha cambiado poco o casi nada en sus casi 200 años de existencia; el paisaje, en cambio, desafortunadamente ya no es el mismo que Don Julio Germán Cantero describiera a mediados del siglo XIX en su Libro de los Ingenios, ilustrado con esmero y mucha paciencia por el grabador francés Eduardo Laplante.

“Los terrenos del ingenio Manaca -precisaba Cantero, a la sazón uno de los más prominentes representantes de la sacarocracia trinitaria-son reputados por los inteligentes como de los mejores de todo el valle. La mayor parte son bermejos y en algunos obtiene la caña una increíble altura”.

PATRIMONIO A CIELO ABIERTO

Ubicado al norte y al este de Trinidad y al sur del lomerío del Escambray, el llamado Valle de los Ingenios, reconocido por la UNESCO desde 1988 junto al centro histórico trinitario, como Patrimonio Cultural de la Humanidad, constituye una suerte de planicie triangular que abarca alrededor de 250 kilómetros cuadrados y comprende a su vez los valles de San Luis, Agabama-Méyer y Santa Rosa, además de la llanura costera del sur, delta del río Manatí.

Roberto López Bastida, quien fuera un profundo estudioso de la región y hasta su muerte prematura se desempeñara como jefe de la Oficina del Conservador de Trinidad y el Valle de los Ingenios, escribió que en la zona, “la naturaleza con su infinita fertilidad permitió al hombre crear toda una cultura de la plantación, un imperio del azúcar, sustentados sobre una inhumana base de esclavitud y miseria, pero capaces, en su paradójico prodigio, de sintetizar toda una historia de esplendor y decadencias, de trabajo y riqueza, de fundaciones y de relaciones con el mundo exterior”.

Basta saber, por ejemplo, que hacia 1827 durante el llamado boom económico, en dicho territorio funcionaban 56 ingenios con la sorprendente cifra de 11 700 esclavos que de conjunto aportaban una producción de alrededor de 640 000 arrobas de azúcar, sin parangón para la época con ningún otro lugar del mundo, desarrollo que se mantendría hasta mediados del siglo XIX, cuando sobrevino la crisis y por ende la decadencia de la región y el fin de la prosperidad trinitaria.

CONTRASTES EN EL PAISAJE

Manaca Iznaga, Guáimaro, Buena Vista, San Isidro de los Destiladeros… Un total de 73 sitios arqueológicos, incluidas 13 casas haciendas, algunas con sus torres, calderas, sistemas industriales de la época y remanentes propios de la producción azucarera, han sobrevivido al paso del tiempo y escapado increíblemente de rabos de nubes, tempestades, algún que otro movimiento telúrico, huracanes y por supuesto a la voracidad de la intemperie y lo peor, de los propios humanos.

Sin embargo a pesar de las buenas intenciones, no todos han corrido la suerte de Manaca Iznaga, cuyo inmueble principal, rescatado desde hace décadas y convertido en restaurante y establecimiento comercial, adscritos al Ministerio del Turismo, devienen hoy día plaza emblemática de todo el Valle de los Ingenios.

Desde la misma torre que los custodia, a donde llegan decenas de miles de turistas al año, pueden advertirse perfectamente los principales contrastes en el paisaje del valle, entre ellos la proliferación en los últimos tiempos de viviendas con techo de zinc que, como impertinentes espejos, obviamente desentonan con el batey y con un entorno donde la teja de barro impuso su clase desde hace varios siglos.

Vale aclarar que el zinc no llegó a Manaca Iznaga y a otras zonas del Valle por capricho de nadie, sino como alternativa ante la pérdida de las cubiertas al paso de los últimos huracanes, situación que está siendo monitoreada permanentemente por las autoridades competentes, en este caso por la Oficina del Conservador, que ha encomendado a la Dirección Municipal de la Vivienda la sustitución de dicho material por tejas de barro, acción que no se ha concretado por la carencia de materiales y de financiamiento.

Tal realidad resulta incongruente si se considera la tradición de la alfarería trinitaria y en particular la proliferación de tejares en el propio Valle, la mayoría de ellos actualmente en estado de abandono, situación que no ha pasado inadvertida para la Oficina del Conservador, la cual ha previsto rescatar algunas de estas fábricas, que en un futuro pudieran abastecer de materiales a la región y al mismo tiempo sumarse al atractivo turístico del Valle.

EL RETORNO DE LA CAÑA

Como si la pregunta le ardiera, Liván Cantero, un adolescente que de aquella casta solo cargó con el apellido, se ajusta la gorra hasta las orejas y lanza su verdad:
– Es que el Valle sin caña no era el Valle, era como si lo hubieran trasplantado.

Resultado del proceso de redimensionamiento de la industria azucarera cubana, el cierre a inicios de la presente centuria del CAI FNTA, antiguo central Trinidad, no sólo significó que se apagara el último heredero de los ingenios trinitarios, sino también –y quizás lo más preocupante- la rápida desaparición de la caña de azúcar y la consecuente población de los suelos con marabú y otras plantas indeseables, lo que de hecho implicaba un peligroso desequilibrio en el paisaje del lugar.

A sabiendas de lo que significaba esta mutación forzosa para la zona, las autoridades del territorio, con la anuencia de los Ministerios del Azúcar y del Turismo, la participación de la Empresa Nacional de Flora y Fauna y la asesoría de la Oficina del Conservador, se han empeñado en rehabilitar el entorno en dos direcciones: reducir las 2 000 hectáreas de marabú que crecía en la llanura en marzo del pasado año y recuperar el cultivo de la caña, referente obligado en el Valle de los Ingenios.

De tal suerte, extensiones de caña y de king grass ya vienen reverdeciendo el Valle, fundamentalmente en aquellas áreas de mayor impacto visual, lo cual también se traduce en garantías para la alimentación animal toda vez que como alerta Víctor Echanagusía, especialista de la Oficina del Conservador, “tampoco se trata de crear una escenografía, una fachada para satisfacer los intereses del turismo, sino de que cada intento de restauración reporte beneficios sociales”.

Tal vez esta resulte la mejor fórmula para preservar el interés por una región donde a finales del XVIII y principios del XIX se generaron los caudales de la opulenta Trinidad y donde hoy crece una mística quizás mucho más cautivadora que toda la fortuna que la antecedió.

De siglo en siglo
-Siglo XVII.
Se tienen noticias del cultivo de tabaco, frutales y el desarrollo incipiente de la ganadería en la región que hoy se conoce como Valle de los Ingenios.
-Siglo XVIII.
Se extiende el cultivo de la caña de azúcar en la región.
-1827.
Prosperan más de 50 fábricas de azúcar, con una producción de 640 000 arrobas del producto.
-Mediados del siglo XIX. Se constata un declive sustancial de la producción azucarera en la región y el cierre de decenas de industrias.
-1919.
Se completa por fin el ambicioso proyecto ferroviario que atraviesa el Valle y el lomerío del Escambray y comunica por tierra a Trinidad con el resto del país.
-1988.
La UNESCO inscribe al centro histórico de Trinidad y al Valle de los Ingenios como Patrimonio Cultual de la Humanidad.
-2005.
Cierra oficialmente el central FNTA, antiguo Central Trinidad, último productor de azúcar en el Valle de los Ingenios.

La caña constituye un referente obligado en el valle de los Ingenios

Reproducción del ingenio de Manaca Iznaga por el grabador francés Eduardo Laplante

Vista del Valle tomada desde lo alto de la torre de Manaca Iznaga.