El Valle sin los ingenios

.Trinidad.

~ Juan Antonio Borrego Díaz ~
Entre la ausencia de la caña y la invasión del marabú, el llamado Valle de los Ingenios, en Trinidad, pugna por recuperar producciones tradicionales y dar nuevos aires al paisaje

La realidad resulta tan paradójica como apabullante: encontrar un plantón de caña en el Valle de los Ingenios se convirtió casi en misión imposible tras el cierre, hace una década, del central FNTA —antiguo Trinidad—, último reducto de la prolífera industria azucarera en una comarca donde hacia 1827 prosperaban más de 50 fábricas de azúcar, algunas de ellas con celebridad mundial, según informes muy bien documentados.


Convertir el Valle en un espacio económicamente sostenible constituye el principal desafío que enfrentan las fuerzas involucradas en su rescate.

Fuente casi exclusiva de los dineros que aseguraron a Trinidad el estatus de tercera ciudad más importante del país al concluir el siglo XVIII, con empedrados de lujo, alumbrado de aceite y puerto de mar, el boom azucarero de la región, sin embargo, se habría resentido mucho antes del cierre del FNTA, cuando en la segunda mitad del XIX el agotamiento del valle, junto a la fuga de capitales hacia zonas más promisorias y el impacto de la guerra estrangularon la bonanza trinitaria.

Como testigos de aquellos tiempos en que las mieles se medían en barriles y el azúcar mascabado se vendía por arrobas, en el Valle perduran unos 73 sitios arqueológicos de alto valor histórico, incluidas 13 casas haciendas, y un paisaje singular, avalado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad, que en los últimos años ha logrado sobrevivir a duras penas entre la carencia de la caña y la abundancia del marabú.

Revertir tal estado de cosas pudiera parecer tarea menor, pero los buldoceros y chapeadores que han lidiado con la picapica de la zona a punto de mediodía, los cercadores que estiran y clavan el alambre de púa para crear los cuartones y los azucareros que intentan fundar colonia nueva en la premontaña piensan muy diferente.

EL TURNO DE SAN LUIS

Contrario a lo que suele creerse, el Valle de los Ingenios no es solo la postal bucólica que miles de turistas fotografían anualmente desde el mirador ubicado en las afueras de Trinidad, sino un vasto territorio formado por los valles de San Luis, Agabama-Méyer y Santa Rosa, además de la llanura costera del sur, delta del río Manatí, que en su conjunto suman una extensión de alrededor de 250 kilómetros cuadrados.

Tras el proceso de reordenamiento de la agroindustria azucarera cubana, llevado a cabo años atrás, los terrenos del Valle, feraces como pocos y salpicados por los ríos Agabama, Ay, Táyaba, Caracusey y decenas de afluentes que se precipitan desde la montaña, se convirtieron en patrimonio de la Empresa Agropecuaria FNTA, Flora y Fauna, la Unidad Silvícola de Trinidad y varias cooperativas campesinas, dedicadas sobre todo a la producción de cultivos varios.

Para desterrar la improductividad de la zona, más de 300 hectáreas
pertenecientes al Valle de San Luis han sido rescatadas con vistas a la explotación agrícola y ganadera, un empeño que según Sergio Hernández Reyes, subdelegado del Minag en Sancti Spíritus, puede transformarse en una actividad sostenible, con garantía de hombres y medios para hacerlo prosperar.

“Ya por lo menos se ve pasar el tren”, comenta Manuel Trimiño, uno de los trabajadores del Mirador, al celebrar las acciones de desbroce y limpieza desplegadas en estos predios des­de que en el segundo semestre del 2013 fuerzas del Mi­nisterio de la Agricultura iniciaran lo que algunos han dado en llamar “la toma del Valle”.

Aunque los terrenos recuperados han venido poblándose de diferentes cultivos, sin duda la nota más sobresaliente la ha puesto la caña de azúcar, un empeño común entre la Agropecuaria FNTA y la Unidad de Atención a Productores Melanio Hernández, del municipio de Taguasco.

“Ustedes están locos, esa caña se la van a comer completica los animales que andan sueltos”, fue el comentario que hicieron algunos incrédulos de la comunidad de Guarico al descubrir a los trabajadores agrícolas un sábado por la tarde sembrando los primeros surcos.

“Cuando se cerró el central prácticamente cambiamos caña por marabú”, se lamenta Juan González Bencourt, jefe de lote en el área en desarrollo, un convencido de que para la zafra 2015-2016 se podrán entregar al central Melanio Hernández las primeras 6 000 toneladas de la gramínea.

AQUÍ EL MARABÚ METÍA MIEDO

Antes de enlazar el primer toro y traerlo hasta estos parajes, los hombres de Flora y Fauna han tenido que hilar muy fino frente a un enemigo que resulta igual de pernicioso para los involucrados en el proyecto: la manigua por todas partes.

“Aquí el marabú metía miedo”, confiesa Ramón Aladro, ahora que su gente ya conquistó las primeras áreas con vistas al desarrollo de ganado racial en la zona, empeño que ha requerido la intervención de unos 60 obreros en labores de chapea, riego de herbicidas y mantenimiento de potreros y plantaciones.

Interesada en potenciar como producto turístico el paseo en coches y la monta de caballos, Flora y Fauna también ha asumido el rescate de bosques, la siembra de frutales de bajo crecimiento para no interferir con el paisaje, así como el fomento de pastos y de una pequeña área cañera para la alimentación animal.

Para Norberto Dorta, director de la Unidad Empresarial de Base de Flora y Fauna, entidad que ha empleado unos 835 000 pesos en esta primera fase de la recuperación, “el mayor desafío radica en mantener lo realizado y, sobre todo, en buscar la sostenibilidad”.

UN TESORO A LA INTEMPERIE

“El ingenio Buena-Vista, prescindiendo de la valiosa zafra que anualmente produce a su propietario, es sin disputa el sitio más ameno del delicioso Valle de San Luis”, escribió en su libro Los Ingenios (1857) Don Justo Germán Cantero, a la sazón dueño y señor de esta y de otras fábricas en la región, gentil hombre de cámara y uno de los más encumbrados representantes de la sacarocracia trinitaria.

Siglo y medio después y presunción aparte, Buenavista figura junto a Guáimaro, recordista mundial en producción de azúcar hacia 1827; San Isidro de los Destiladeros, exponente del desarrollo industrial alcanzado para entonces en Trinidad y en Cuba, y Manaca Iznaga, símbolo arquitectónico y sociocultural de la región, entre los lugares más meritorios de todo el Valle de los Ingenios.

Ante la creciente demanda turística para redescubrir estos y otros puntos de interés en la geografía trinitaria, la Oficina del Conservador, el Ministerio del Turismo, Flora y Fauna y las autoridades locales vienen concertando proyectos que van más allá de la reanimación paisajística ahora emprendida en San Luis.

La rehabilitación hace algún tiempo del batey esclavo de Manaca Iznaga, la cruzada por devolver la teja de barro a las cubiertas dañadas por los ciclones, el rescate de algunas de las mansiones más emblemáticas y la recuperación de senderos típicos como el Camino Real, prevista para el año próximo, dan cuenta de la diversidad y la magnitud de los trabajos encauzados para salvar esta especie de tesoro a la intemperie, ahora añejado con el favor de la naturaleza y el tiempo.

De siglo en siglo
-Siglo XVII.
Se tienen noticias del cultivo de tabaco, frutales y el desarrollo incipiente de la ganadería en la región que hoy se conoce como Valle de los Ingenios.
-Siglo XVIII.
Se extiende el cultivo de la caña de azúcar en la región.
-1827.
Prosperan más de 50 fábricas de azúcar, con una producción de 640 000 arrobas del producto.
-Mediados del siglo XIX. Se constata un declive sustancial de la producción azucarera en la región y el cierre de decenas de industrias.
-1919.
Se completa por fin el ambicioso proyecto ferroviario que atraviesa el Valle y el lomerío del Escambray y comunica por tierra a Trinidad con el resto del país.
-1988.
La UNESCO inscribe al centro histórico de Trinidad y al Valle de los Ingenios como Patrimonio Cultual de la Humanidad.
-2005.
Cierra oficialmente el central FNTA, antiguo Central Trinidad, último productor de azúcar en el Valle de los Ingenios.
 

Al cabo de más de un año de trabajo, el emblemático Valle de San Luis ofrece un nuevo rostro.

La caña de azúcar no podía estar ausente en la recuperación del paisaje del Valle.

Convertir el Valle en un espacio económicamente sostenible constituye el principal desafío que enfrentan las fuerzas involucradas en su rescate.
Fotos:Elisdany López