Calles heridas en Sancti Spíritus

La acción consciente o inconsciente del hombre, junto a la demora en los trámites para acometer trabajos y restañar luego los daños, ha conllevado al deterioro de numerosas vías de Sancti Spíritus

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Parches de diferentes dimensiones y huecos hacen casi imposible el tránsito por numerosas vías en el municipio cabecera. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)
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Parches de diferentes dimensiones y huecos hacen casi imposible el tránsito por numerosas vías en el municipio cabecera. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Heridas aquí, heridas allá. Casi siempre largas, sin cicatrizar. Ásperas huellas que hacen brincar los ciclos y vehículos automotores. A veces, oquedades que provocan accidentes; furnias inadvertidas o, en el mejor de los casos, con un palo y un trapo rojo en el extremo superior, colocado a modo de aviso.

En cuadras sin mucha longitud, cerca de una decena de “costuras” o “parches” antiestéticos. Y eso que cinco años atrás esas mismas calles quedaron relucientes, tras el bacheo y asfaltado de todas las vías y accesos principales de la ciudad del Yayabo, que celebraba su medio milenio.

 Cuando descargan la barreta sobre el pavimento, los rompedores por cuenta propia no están al tanto de lo por venir. Para el presente 2019, por ejemplo, a la provincia le fueron asignadas 8 000 toneladas de asfalto destinado al arreglo de las vías. Eso alcanza, según cálculos del Centro Provincial de Vialidad, para 8 kilómetros lineales de esas pistas por donde ruedan los medios de transporte.

“Con tal asignación nunca se va a recuperar lo que se daña. Y cuando hay un hueco el trabajo se torna más difícil”, advierte el ingeniero Arlet Castro, al frente de dicha institución, no sin mencionar las nuevas restricciones que se avecinan, porque el líquido asfáltico es un derivado del petróleo y porque los áridos, desde hace algún tiempo, escasean en la cantera Nieves Morejón y viajan desde más lejos.

Si bien los especialistas de Operaciones en el Acueducto Municipal aseveran que el 90 por ciento de las ocasiones el daño a las vías proviene de ellos, también aluden a razones objetivas. Las más recientes instalaciones que conducen el agua por los intestinos de la ciudad sobrepasan los 80 años. El acueducto se fundó en 1895 y soterrados están aún los antiquísimos tubos de aquella época.

A ellos se han ido sumando, en avalancha, redes y más redes de disímiles materiales y diámetros para conformar una especie de engendro que, pese a todo, no deja de garantizar el suministro diario de agua ni a las viviendas ni a las instituciones estatales.

Roturas ocurren a diario y los colapsos devienen igualmente inevitables. Cuentan que tras una noche tranquila pueden aparecer 10 salideros. Que suprimen un grupo y surge otro mayor. Quienes perforan la vía muchas veces desconocen lo que encontrarán abajo y, a falta de la pieza idónea, puede que vuelvan a tapar hasta que aparezca. Si el caso lo admite, echan mano a las socorridas ligas de gomas, ya declaradas en peligro de extinción por su poco uso en los vehículos, detallan fuentes de Acueducto.

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Esta cavidad en la acera de la calle Tello Sánchez, entre Federido E. Broche (Rosario) y Adolfo del Castillo, abierta hace meses con la anuencia de Acueducto, según el afectado, muestra la falta de un criterio único para proteger las vías. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

De acuerdo con los especialistas, cuando el trabajo es de envergadura se precisa observar qué pasa tras el arreglo y luego de cerrar, esperar que la tierra baje por su peso antes de resarcir el daño. Pero no siempre se resana de la forma ideal y en lugar del asfalto se coloca cemento, por lo que los materiales no compactan, entonces vienen “las heridas” o los hundimientos, visibles en tantas calles de la ciudad del Yayabo.

Harina de otro costal es la anarquía. Que las personas construyen y demandan agua, nadie puede negarlo. Lo malo es cuando se abstienen de procurar asesoría, e incluso el permiso de rigor, que debe solicitarse a Acueducto, pero lo otorga la vicepresidencia del Consejo de la Administración Municipal a cargo de la actividad, donde aclaran que antes de partir la vía debe contarse con los recursos para restañar el daño.

Aunque allí afirman que nunca dejan de valorar los casos avalados por los criterios técnicos de Acueducto, y que hay un plazo de 15 días para romper la calle cuando el permiso está —a veces toma menos tiempo—, a Escambray le consta un ejemplo del pasado año, en el que transcurrieron seis meses y el motocompresor, prometido una y otra vez cuando ya el permiso estuvo en la mano, no llegó. Entonces vinieron los trabajos por cuenta propia para acceder al agua, seguidos de un resane admisible, uno más en un tramo con varias cicatrices. Vino también el intento de multa, por presunta violación de lo establecido.

En las referencias de los más entendidos en el tema hay historias de asombro, relativas a gente que, sin consulta alguna y procurando suprimir un salidero, produce un daño mayor. Personas que conectan aguas pluviales al alcantarillado, lo cual trae consigo que este colapse una vez que cesan las lluvias. Otros que construyen encima de cursos superficiales y obstruyen así la evacuación del agua. Y como el líquido vital busca siempre por dónde salir, fluye así sea por debajo de la más confortable vivienda.

Un hecho de esa índole sucedió no hace tanto en la calle Maceo, esquina a Tello Sánchez, donde se precisó abrir el piso de una casa y hacer un registro en el patio, para desobstruir. No lejos de allí, en la propia Tello Sánchez, un vecino que asegura haber sido autorizado —de palabra, hace meses—, por la Dirección del Acueducto de Sancti Spíritus, a perforar la acera para acceder al registro de residuales de su vivienda, se enfrenta ahora al imperativo de romper la calle.

La obstrucción, que afectó el interior de la morada, está en el centro de la vía, lo cual pudo comprobarse tras intentos fallidos del personal indicado para tales labores, que acudió al lugar. Y el hueco de la acera, más grande ahora, pone en peligro a los transeúntes. Muchos parecen olvidar lo que los especialistas tienen claro: la Cañada Mataburro está allí, a pasos del sitio mencionado; sus aguas corren por la esquina de las calles Maceo y Rosario y son la causa de ciertos hundimientos que se producen en las cercanías.

Hasta que se disponga del financiamiento para el proyecto que permitirá la rehabilitación de las redes hidráulicas en la cabecera provincial será la espera. Mientras tanto, urge seguir lidiando con las viejas tuberías, reventadas por la fuerza del agua cada vez que le tapan el acceso por algún orificio.

Se impone seguir la rutina, sin descuidar el ahorro ni violar la disciplina ciudadana; con la debida prontitud en cada trámite, en cada caso; con la voluntad de que antes del arreglo de las calles se encaminen los asuntos relativos a las instalaciones soterradas. Porque las calles importan, determinan y constituyen, junto a las edificaciones, el rostro de los pueblos y las ciudades.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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