Ir delante de la opinión

Ilustración: Osval. Destrabar problemas, no asumir compromisos que no podamos honrar, lograr más eficiencia en la administración pública son demandas inscritas entre los más recientes planteamientos emanados de nuestro Gobierno central Fue a ir delante, y no detrás de la opinión, que llamó en Sancti Spíritus y ha llamado en

atencion a la poblacion, poder popular, quejas
Ilustración: Osval.
atencion a la poblacion, poder popular, quejas
Ilustración: Osval.

Destrabar problemas, no asumir compromisos que no podamos honrar, lograr más eficiencia en la administración pública son demandas inscritas entre los más recientes planteamientos emanados de nuestro Gobierno central

Fue a ir delante, y no detrás de la opinión, que llamó en Sancti Spíritus y ha llamado en toda Cuba el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Recordé la idea al escuchar la transmisión en vivo de la sesión ordinaria de la Asamblea Provincial del Poder Popular el sábado 19 de enero, mientras una delegada hablaba de “contrarrestar las opiniones negativas”.

No creo que el sentido de algún esfuerzo deba ser contrarrestar opiniones. En todo caso, habría que trabajar para evitar que se instaure cualquier opinión desfavorable, pero no por la opinión misma, sino por lo que le antecede: la deficiencia y el consiguiente malestar de quienes la padecen.

Cuando se habla de procurar un contacto cada vez mayor con el pueblo, de eliminar trabas y suprimir burocracia en las gestiones y demandas de las personas; de más transparencia y participación en la actividad de gobierno; de atención sistemática a los reclamos de la ciudadanía y de estructuras de dirección económica más sólidas, no se habla sino de proporcionar, mediante un trabajo de calidad en todos los sentidos, el mayor bienestar posible a los cubanos que habitamos la nación.

Por más difíciles que sean los tiempos —y algunos ya no tan recientes han sido extraordinariamente duros— no podemos perder de vista esa especie de brújula planteada por José Martí, quien prefirió, por encima de todos los bienes, uno fundamental que sería, según su aspiración, base y principio de todos y ley primera de nuestra república: el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

 Dignidad es un valor que significa decoro, vergüenza; culto, en su esencia, entraña respeto. Haciendo más entendible la frase del pensador, maestro y periodista, el respeto al otro debe atravesar, cual eje transversal, cada realidad de quienes residimos en el archipiélago.

 “Gobernar no es más que prever”, escribiría también el Apóstol. Diría que para ir delante de los demás se necesita ver más que ellos. Y en verdad, para ir delante se precisa escudriñar con el afán de descubrir, palpar las realidades en el corazón del país, identificar problemas y no apartarse de la estrategia para resolverlos, volver una y otra vez sobre el asunto, como nos enseñó Fidel en un estilo que hoy retoma el actual Presidente cubano.

Pero si no se pudiera ver y detectar todo, ahí están los mecanismos de retroalimentación con las masas que dan sentido a cualquier gobernación o labor directiva. Contra las trabas que lastran esos mecanismos —no olvidar que en su mayoría se derivan del actuar del hombre— fue el llamado de Díaz-Canel en este territorio.

Otro de los obstáculos en la búsqueda de métodos y estilos de dirección sanos y eficientes, como los que se vienen pidiendo desde hace años, es la resistencia a la crítica que lleva a no admitir señalamientos o quejas provenientes de usuarios, clientes, beneficiarios, electores, de la ciudadanía, en fin. “Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente”, definiría Martí.

El perfeccionamiento de Cuba exige esfuerzos mancomunados y con una intención verdadera de desarrollo. Ello no será posible si continúan sin atenderse asuntos que lastran la calidad de vida de la gente y que aun así persisten en el tiempo. Lo sabe la recepcionista en activo que el otro día acudió a la oficina de Correos a cobrar su chequera y tropezó con la demora del servicio, por una sola ventanilla pese a que se disponía de cinco.

 Lo sabe el transeúnte que ve derrumbar la estructura de un centro gastronómico inaugurado hace apenas dos o tres años, para instaurar allí un nuevo servicio. ¿Tantos recursos invertidos para ahora demoler?, se cuestiona. Lo saben quienes asisten a oficinas donde las personas que deben atender conversan mientras ellos esperan, como si nada les urgiera.

Ir delante del problema, aun cuando se trate de uno tan viejo como el déficit de personal docente en esta provincia, sería reconocer de manera rotunda que las alternativas para paliar esa necesidad no son la solución idónea, por más tiempo que lleven en aplicación. Adelantarse a nuevas “opiniones negativas” sería encontrar fórmulas loables para incentivar el ingreso a las carreras de corte pedagógico, así como —y esto es aún más importante— para estimular la permanencia en las aulas de quienes hoy ejercen.

Destrabar problemas, no asumir compromisos que no podamos honrar, lograr más eficiencia en la administración pública. Estas tres demandas, inscritas entre los más recientes planteamientos emanados de nuestro Gobierno central, exigen mucho más que organizar reuniones, procurar cifras de cumplimientos que no se traducen en bienestar por sí solas.

Al fin y al cabo, se trata de esencias y no de apariencias. Se trata del ser humano. Quizás una de las frases que mejor refleje la idea sea aquella escrita por el Apóstol y publicada el 8 de julio de 1875 en la Revista Universal: “El gobierno es un encargo popular: dalo el pueblo; a su satisfacción debe ejercerse; debe consultarse su voluntad, según sus aspiraciones, oír su voz necesitada, no volver nunca el poder recibido contra las confiadas manos que nos lo dieron, y que son únicas dueñas suyas”.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

2 comentarios

  1. Bravo periodista, muy bueno su artículo, nuestro presidente está muy claro, tenemos que combatir el inmovilismo, la doble moral, la simulación cinica,la hipocrecia,el estar callados y quietos para no buscarme problemas eso es lo que tenemos que combatir, lo importante es que cada cual tenga la valentía de expresar su criterio, de impulsar las tareas, de emprender los retos, convenciendo con la actuación, logrando que la palabra y los hechos se estrechen las manos, con los debates de la constitución se demostró que de las diversas opiniones salen las mejores soluciones, sin la crítica no se genera desarrollo, todo está en constante cambio y la crítica nos permite reflexionar sobre lo que existe y su posibilidad de hacerlo mejor. Si la opinión negativa tiene fundamento pues entonces demos una veraz y certera respuesta, lo importante es que nadie tenga temor de expresarse por temor a tal o mas cual represalia. Ya usted lo dice cuando existe transparencia no hay porque temer.

  2. La aplaudo ,periodista, por su valentia porque para muchos de aquellos que dirigen las opiniones negativas hay que combatirla,como hay que combatir el mensajero y no el mensaje critico,a pe

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