Restauran valioso grabado del siglo XIX en Trinidad (+fotos)

Una de las obras con valor excepcional que atesora el Museo de Arquitectura Colonial de Trinidad recupera su integridad estética e histórica gracias al talento de dos jóvenes restauradores

A partir de la ficha técnica, los restauradores realizan cada paso del proceso de intervención de la obra de arte. (Fotos: Ana Martha Panadés).

En una de las salas del Museo de Arquitectura Colonial de la ciudad de Trinidad una obra de arte se encuentra a salvo. Tras su restauración, el cuadro —una litografía iluminada— invita a contemplar en sus detalles a la ciudad de la segunda mitad del siglo XIX gracias al pincel del dibujante y grabador español Leonardo Barañano, particularmente notable por su criollismo e interpretación fiel del paisaje insular, muy a tono con el espíritu de esos años.

El dibujo de Barañano está inspirado en un cuadro original del francés Eduardo Laplante Borcou, litografiado por él. Ambos grabadores coincidieron en Cuba entre 1848 y 1863; a ellos se debe en gran medida el testimonio gráfico de esa época con paisajes de gran profundidad y colores sienas y azules que le infunden un sello muy cubano.

Trinidad, vista general tomada desde la Loma de la Vigía —ahora restaurada— se sacude más de un enigma que Escambray contribuyó también a dilucidar. Frente a ella, Luis Villa, conservador de la institución, la contempla sin ninguna aprensión.

 “Por mucho tiempo este cuadro —propiedad de la familia Sánchez Iznaga— se consideró un grabado de Laplante; pero resuelta la confusión, sigue siendo una de las piezas de valor excepcional que atesora el inmueble. Además de su valor artístico, aporta mucha información visual sobre los rasgos arquitectónicos y las costumbres de los habitantes de la villa en esa época”, comenta con la pasión de quien se sabe rodeado de tesoros.

La litografía presenta un deterioro sinificativo y el ataque de un insecto llamado pecesillo de plata.

RESTAURADORES EN ACCIÓN

Hasta el Centro de Documentación Casa Malibrán fue trasladada la pieza con el propósito de evaluar la magnitud de los daños, trazar un plan de intervención y restituirle sus valores. El futuro de esta obra de arte se encuentra en manos de los conocimientos y destrezas de dos jóvenes restauradores, Majela Muñoz García y Ernesto Alejandro Villafaña Durán.

A ella, con más experiencia en la conservación del patrimonio documental de la ciudad, le basta una simple ojeada para diagnosticar el deterioro del dibujo. “El papel se nota rígido y poroso, no tiene flexibilidad y corre el riesgo de partirse solo de moverlo. Presenta síntomas de humedad y el ataque de un pececillo de plata, una especie cosmopolita de insecto”, dice mientras señala el rastro de orificios irregulares sobre el impreso.  

Ernesto Alejandro escucha atento. Frente al grabado, el joven intuye la oportunidad de incursionar en un área fascinante de la restauración en soporte de papel. “Tiene un laminado posterior que indica una primera intervención y al parecer tiene un alto nivel de acidez”, agrega como quien no quiere lucir menos.

Ambos se emocionan. “Tenemos ante nuestras manos un gran reto; nos corresponde traer esta pieza de nuevo a la vida y hacerla agradable visualmente”, comenta ella. “Vamos a rescatar una obra de gran valor histórico y que es patrimonio de la ciudad”, coincide él.

Después de la limpieza mecánica con el uso de distintos tipos de goma a fin de eliminar el polvo y la suciedad sobre el papel, los restauradores están listos para realizar la prueba de solubilidad de cada una de las tintas —el momento de mayor tensión—, pues definirá la estrategia más viable que permitirá recuperar la integridad física y funcional del documento, así como frenar su desgaste. Para ello se deben subsanar los daños utilizando materiales estables, inocuos y compatibles con la obra.

“Si las tintas no son sensibles al agua se puede aplicar un tratamiento acuoso con una solución de hidróxido cálcico para reducir el nivel de acidez y otorgarle más flexibilidad al dibujo. Tras despegar el laminado posterior trabajaremos en la consolidación de todas las fisuras y grietas que muestra el grabado”, refiere Majela.

Y con extremo cuidado aplica el agua en una pequeña porción del dibujo e inmediatamente después superpone un trozo de papel absorbente. Tras unos segundos comprueba el tenue rastro de colores sobre este. La tinta empleada en esta reproducción es sensible al agua y el hallazgo impone a los restauradores un nuevo plan de intervención.

Majela y Ernesto Alejandro diagnostican los daños que muestra la pieza y trazan un plan de intervención.

OTRA ESTRATEGIA

“Nos habíamos trazado una propuesta de trabajo con la esperanza de poder ponerla en práctica; pero ahora tenemos que pensar otra alternativa de intervención y conservación de la pieza”, confiesa Ernesto Alejandro, integrante del equipo de Restauración de Monumentos en Trinidad, especializado en artes decorativas.

“Decidimos entonces —cuenta Majela— aplicar una solución en spray con un tratamiento de desacidificación, pero solo a los bordes del dibujo, hasta que logramos estabilizar la estructura interna del grabado. Procedimos luego a la restauración de todas las partes dañadas”.

“El paso siguiente fue colocar una nueva laminación por la parte posterior. Utilizamos metilcelulosa y papel japonés, de una tonalidad clara para darle luz al documento”, abunda su compañero.

El encapsulado de la pieza con una lámina fuerte, transparente y muy duradera, que se comercializa con el nombre de Mylar, puso punto final a la intervención de la litografía. Esta especie de urna la preserva de la humedad y de otros agentes internos y externos alargando su vida útil.

El hermoso paisaje urbano de la ciudad ya se expone nuevamente. Dibujado por Leonardo Barañano y litografiado por Eduardo Laplante, es uno de los grabados que aparecen en Isla de Cuba Pintoresca, álbum publicado por ambos artistas en 1856 y que incluía vistas panorámicas de las principales ciudades del país. Según los investigadores, un hermoso libro de gran formato que gozó de justificada fama.

Y mientras Luis custodia su regreso a una de las salas del museo, Majela y Ernesto Alejandro insisten en la importancia de la conservación preventiva y celebran la restauración satisfactoria de esta obra de arte que desde la Loma de la Vigía revela la temprana fotogenia de Trinidad.

La litografía Trinidad, se exhibe nuevamente en una de las salas del museo de Arquitectura Colonial de la urbe.

Ana Martha Panadés

Texto de Ana Martha Panadés
Reportera de Escambray. Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

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