La pequeña comunidad rural Algarrobo, escondida en el macizo montañoso de Guamuhaya, en pleno Escambray espirituano, vive su cotidianidad lejos del ruido de la ciudad, fiel a su esencia y a las mejores tradiciones campesinas de Cuba.
Algarrobo es un Consejo Popular perteneciente al Plan Turquino Trinitario, que se compone de cinco circunscripciones y seis comunidades: Monumento Manuel Ascunce, Polo Viejo, Limones Cantero, Algarrobo, CPA Victoria de Girón y Río Seibabo, para un total de poco más de 1 000 habitantes.
Pero, a pesar de ser una comunidad pequeña y, totalmente, enclavada en la montaña tienen allí sus habitantes la infraestructura necesaria para llevar a delante sus vidas, la misma que es muy sacrificada y entregada a las labores del campo y la tierra.
En Algarrobo hay un total de seis escuelas primarias con 94 niños, el politécnico Enrique Villegas, cuatro consultorios médicos, una farmacia, una sala para servicios estomatológicos, un círculo social y una bodega por cada circunscripción, además de dos panaderías, una de ellas en Polo Viejo, pues es una de las zonas más distantes del Consejo Popular.
“Lo más complejo, ahora mismo para nuestra comunidad y, en lo que estamos trabajando actualmente es en lograr la cobertura médica total para los centros de salud, pues nos apoyan doctores de comunidades cercanas, pero aún la plantilla tiene bajas. Además, de que sigue siendo un reto adquirir los insumos que no se producen aquí mismo, como es el caso del aseo, por ello dependemos de ir hasta Trinidad”, puntualizó Iliety Medina Rodríguez, presidenta del Consejo Popular.

ALGARROBO: UNA ZONA DE SUELOS FÉRTILES Y FUERTES BASES PRODUCTIVAS
En esta comunidad montañosa el café está por doquier; de hecho, es su rubro más importante y el encargado de aportar las mayores cifras a la economía de la zona. Pero, no se quedan detrás las frutas, los cultivos varios, la ganadería y el quehacer forestal.
Para ello, el Consejo Popular cuenta con cuatro bases productivas: con dos Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), una Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) y una Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) para agrupar a los cientos de productores y campesinos de la zona.
Algarrobo es también una localidad líder en la agroecología en Cuba, con productores reconocidos en esa área, como Leovanys Hernández, quienes aportan soluciones que preservan los recursos naturales de la zona en pro de producir alimentos sanos, nutritivos y de alta calidad, que sus campesinos de forma constante donan a escuelas y otros centros primordiales de la comunidad con el objetivo de apoyar y compartir lo que tienen.
LA CRÍA MULAR: UNA DE LAS TRADICIONES MÁS ARRAIGADAS DE ALGARROBO
“Sin mulos no hay montaña, esos animales llegan a todas partes en Algarrobo”, asegura el arriero Ismael Aragón López, quien, junto a su nieto César, de 11 años, representan la continuidad de la cría mular en la comunidad.
Ismael precisa que los mulos son su vida, una tradición que llegó a él gracias a su papá y que ahora inculca a su nieto, quien quiere convertirse en veterinario para cuidar de esos animales, que son parte de su entorno y en los que no duda en montarse, sin temor alguno a caer.
Entre risas, Ismael confiesa que ha tenido muchos sustos con los mulos, desde patadas hasta caídas, pero que se mantendrá fiel a esos animales por su fortaleza y utilidad; por ello los cría y cuida con esmero, siempre dispuesto a ponerlos al servicio de la comunidad.
Obel Ruiz Urquiza, presidente de la UBPC Enrique Villegas, acota: “La cría mular en el país está muy debilitada y, como en la montaña es el transporte fundamental, queremos comenzar en Algarrobo la cría, pues actualmente tenemos seis mulos de carga y dos de monta, además de los que tienen nuestros campesinos”.
Para ello, esta UBPC trabaja con la Empresa Agroforestal de la zona para preparar un área con el objetivo de poner 10 yeguas para la cría, proyecto en el que ya se trabaja.

CAMPESINOS QUE NO CONCIBEN SUS VIDAS FUERA DE LAS MONTAÑAS
“Lo que más amo del campo es estar rodeada de naturaleza y tranquilidad”, asegura Anelis Ramos, quien precisa también que nació para estar en el campo y que no concibe su vida en la ciudad. Anelis junto a su esposo e hijos trabaja en la finca El Puente, vinculada a la UBPC Enrique Villegas, con una repartición de las ganancias de las cosechas al 70 por ciento para ella y su familia.
Par de hectáreas de El Puente están dedicadas a la siembre de café arábigo y robusta; dentro de un espeso bosque, muy cerca de la vivienda en donde convive la familia. Allí también tienen cultivos varios, entre los que destacan el plátano en diferentes variedades, aguacate, caña, mango, naranja y alimento para los animales, pues, además, tienen crías de cerdo, gallinas y ganado ovino. Desde hace algún tiempo fomentan, igualmente, especies de árboles maderables como el cedro.
“Mi día comienza a las cinco de la madrugada, cuando me levanto para echar comida a los animales y preparar todo para salir al campo, y ayudar al menor de mis hijos que se va la escuela”, señaló Anelis, quien aprovecha los conocimientos que tiene como técnica en Agronomía y profesora de esa especialidad por varios años para hacer producir la finca.
Pero está convencida de que la voluntad y el trabajo diario suyo y de su familia, sumado al amor que tienen por esas tierras, abonan la fertilidad de estos suelos.
Algo similar le sucede a Leovanys Hernández, quien llegó a Algarrobo hace casi tres décadas proveniente del oriente del país, cuando apenas tenía 17 años y se enamoró de la zona. “Cuando llegué aquí me impresionaron los suelos tan fértiles y el clima más suave que en Oriente, pero en la zona donde hoy está mi finca solo había maleza, así que tuve que trabajar mucho”, afirma.
Pero a Leovanys el trabajo no lo asustó y puso sus manos en la tierra para construir la finca Las Minas, un lugar líder en la producción agroecológica de café y cultivos frutales.

“Comencé en la agroecología hace varios años, nunca me intimidó, a pesar de no ser profesional de la agronomía, recuerdo que comencé con los mangos que no me gustaban, los podé e hice los injertos que quería, y de allí en adelante seguí con otras producciones”, asegura Leovanys.
Él, junto a su esposa, que trabaja a su mismo ritmo, ha logrado transformar la zona, antes cubierta de maleza, en una de las fincas más conocidas de la zona. “El secreto de la producción está en el trabajo duro”, revela.
Por otra parte, tanto en El Puente como en Las Minas y otras áreas productivas de Algarrobo se preparan donaciones de alimentos para enviar a las escuelas y centros médicos del territorio. Precisamente en su gente reside el secreto de Algarrobo; personas humildes y serviciales, enamoradas de la vida en la montaña, trabajadores sin descanso que salen todos los días al campo, cuando aún el sol no asoma, para labrar la tierra, cuidar a los animales y seguir haciendo historia desde lo más profundo del Escambray espirituano.

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