Enriquito, el maestro (+fotos)

Desde 1971 Enrique Navarro Eng ejerce con vehemencia una de las profesiones más hermosas del mundo

Por los resultados, Enrique Navarro Eng es escogido como Metodólogo de la asignatura de Matemática en la dirección de educación municipal, rol que asume con responsabilidad. (Foto: Roberto Javier Bermúdez/Escambray)

Todo parece quedarse estático a su paso por las calles del municipio espirituano de Fomento, cuando “el maestro”, como le llaman, camina y saluda con una jovialidad poco común. Y es que, hasta las piedras saben cuánto hizo durante más de 40 años por la educación del territorio, de Cuba y de México, lugar en el que cumplió misión internacionalista con un sustancial aporte en la alfabetización de personas humildes de los barrios marginados.

Cuando cursaba el décimo grado, por una necesidad del país y ante el llamado de Fidel, abandonó el lápiz y el cuaderno para prepararse como educador. “Me inicié en la escuela Juan Oscar Alvarado del pueblito de Agabama. Desde niño sentía placer por enseñar a los demás, y nunca más pude separarme de las aulas”.

¿De dónde viene ese gusto por el magisterio?

“No tengo antecedentes en la familia de maestros, pero sí tuve muy buenos referentes. Mis maestros fueron grandes profesores, de la talla de Leonor Font, y eso parece que me indujo a escoger la carrera. Entré como maestro voluntario y en dos años me gradué como maestro primario en el plan de estudios dirigidos en el municipio de Fomento.

“Después vino una larga carrera, que lo puedo decir con orgullo: fui maestro durante 25 años directamente en las aulas con la tiza y el borrador. Impartí clases a estudiantes de tercer y cuarto grado en la propia escuelita de Agabama; luego me trasladaron para la cabecera del territorio y ahí sí me especialicé en quinto y sexto grado en la parte de ciencia”.

Cursos de superación, entrenamientos y todo lo que caía a mano eran retos para Enriquito. Le quedaba claro que crecerse era prácticamente una obligación en aquellos tiempos, además de un deseo que solo podía saciarse con sacrificios y horas de estudio.

¿Cómo recuerdas esa época?

“Hablamos de los años 70 y 80. A la mente me vienen muchos recuerdos: todo lo que tuve que estudiar, porque el plan de estudio dirigido te prepara como maestro, te otorga un título, pero el dominio de los programas conlleva a un sacrificio, a la preparación constante buscando datos, escudriñando en cosas que les llamaran la atención a los muchachos. Yo apenas tenía 17 años. Era muy retador”.

Después de esos 25 años en el aula, ¿qué pasa con Enrique? “Luego de esos 25 años, de los cuales me siento orgulloso, empecé a ejercer como jefe de ciclo un año, y luego fui nueve años director de la escuela especial”.

Enriquito rememora casi una década en una enseñanza hermosa, pero compleja. La escuela José Antonio Echeverría se volvió su casa; los niños y niñas fueron sus hijos y, el claustro, la familia que necesitaba unida para sacar adelante la obra.

“Esos fueron nueve años de aprendizaje. Primero me vi obligado a aprender de las patologías que presentaban cada uno de los alumnos, tuve que entregar el corazón y parte de mi vida, porque los niños me conmovían. Tenía 172 estudiantes en esa época y 72 eran albergados de los alrededores del municipio.

“Al vivir en el mismo pueblo, cada vez que había una dificultad, a la hora que fuera, me llamaban. Yo iba corriendo para allá a atender a mis niños. La lucha con que merendaran antes de acostarse, con que tuvieran sus actividades culturales el día de la recreación. No sé cuántas cosas, pero allí dejé mi alma”.

Por los resultados, Enrique Navarro Eng es escogido como Metodólogo de la asignatura de Matemática en la dirección de educación municipal, rol que asume con responsabilidad.

Tiempo después, llega la licenciatura en Enseñanza Primaria. “Nos graduamos en 1985, en el teatro Carlos Marx. Fui de la primera graduación en el país y tuve el honor de conocer al Comandante en Jefe Fidel Castro. Ese momento lo rememoro con tremenda alegría. Fue impactante”.

La maestría, un suceso importante en la vida de Enrique…

“Sí, así es. Yo me hago máster a partir de una convocatoria que hizo la Universidad José Martí Pérez, y en la que, por la Asociación de Pedagogos, me mandaron a pesar de tener 50 años ya cumplidos. Aprobé todo el examen que hicieron al inicio y me aceptaron en la maestría. En dos años me hice máster. Digo con una tremenda satisfacción que soy el primer máster del municipio de Fomento”.

Cuenta Enriquito que viajaba a diario a recibir sus preparaciones y tuvo la oportunidad de defender su tesis en la primera convocatoria. Como buen maestro, se dedicó a formar a otros másteres, tutorar tesis de licenciaturas, incluso, en carreras diferentes a la suya.  

¿Cómo asumió la jubilación?

“Al cumplir 65 años me jubilé. Nunca me fui para la casa. Me reincorporé en el mismo departamento atendiendo Cuadros en el municipio de Fomento. No podía abandonar la educación. Seguía vinculado asesorando tesis de estudiantes”.

Enrique experimentó un episodio hace algunos años y sus colegas pensaron que lo iba a llevar a la casa.

“Sufrí un infarto cerebral. Con tratamiento y rehabilitación poco a poco fui reincorporándome a la vida cotidiana. Felizmente, no me dejó secuelas. Cuando me llevaron al somatón que oí por la radióloga que en mi cerebro no había huellas del infarto, que caminaba bien, que me movía bien, aunque con alguna dificultad al principio, dije: hay que seguir echando para adelante, hay que trabajar”.

¿Qué sucede cuando la familia de Enriquito decide que vivir en la ciudad cabecera es una necesidad?

“Cuando uno transita su existencia, más de 60 años en un lugar como Fomento, donde tienes tus mejores recuerdos, los amigos de siempre, los vecinos, familiares, y llega el día en que tienes que decidir estar más cerca de tus hijos, porque los años no pasan por gusto, fue un poco difícil —dice con una mezcla de alegría y nostalgia—. Después que me mudé, me di cuenta que no podía quedarme cruzado de brazos, entonces surgió la posibilidad de reincorporarme a la educación en Sancti Spíritus. En esa oportunidad atendí ciencias de la educación y conocí las escuelas del territorio en plena pandemia caminando a pie. Actualmente, me desempeño como asesor de estudio y trabajo”.

Grandes amores llenan la vida de Enriquito, sus hijos Gretel y Jaliesky. Sus dos pilares, como bien afirma, son su razón de ser y seguir adelante. Asimismo, advierte con una sonrisa el nombre de Felicia, o, mejor dicho, su Fela, la madre de esos hijos que ama, y quien también forma parte de la gran familia del magisterio en estas tierras.

“Fela es mi todo, mi compañera, la que me corrige, la que me ayuda, la que me impone carácter. Con ella nunca hubo conflictos dentro de casa por el trabajo, todo lo contrario, ella impartía humanidades y yo el área de las ciencias. Compaginábamos muy bien”.

A los jóvenes que quieren formarse como maestros, ¿qué les recomendaría?

Yo considero que es importante la vocación, el quererse superar, y hoy en día la carrera de magisterio tiene todas esas posibilidades. Talento y ganas, eso es fundamental. Yo sería maestro si tuviera la oportunidad de nacer nuevamente.

¿Qué siente cada vez que lo llaman por las calles y le dicen: usted fue mi maestro?

“Siento el cariño, es indescriptible. Siento también el agradecimiento, y no solo de alumnos míos en Fomento, sino en diferentes lugares de Cuba y del mundo. En cualquier lugar me llaman Enriquito, el maestro. No hay mayor orgullo para mí que me quieran y reconozcan”.

Yoanna Herrera

Texto de Yoanna Herrera
Reportera de Escambray

Comentario

  1. Bien merecido reconocimiento a Enriquito, quien fue mi tutor en la maestría de Cultura Físics, aún sin ser de la especialidad. Para él mucha salud y suerte.

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