Telenovela cubana: ¿Sábados de gloria o de infarto?

Las telenovelas, un pilar del arte popular latinoamericano, han comenzado hace tiempo a rondar estas temáticas, reflejando y moldeando percepciones sociales

La subtrama de la relación entre Paloma, Eduardo y Javier ha generado una intensa polémica en la sociedad cubana.

«De infarto esta novela», me dice una vecina horrorizada con la relación entre Paloma, Eduardo y Javier, que se ha robado el show en los últimos capítulos de la telenovela cubana Sábados de gloria programada lunes, miércoles y viernes en el horario estelar de Cubavisión.

Los grupos de Facebook explotan por estos días en comentarios, críticas, y no pocas veces llega el foro a discusiones acaloradas, pululan comparaciones con audiovisuales foráneos, como las telenovelas turcas, se cuestiona la moralidad de los personajes, si eran o no necesarias escenas «explícitas», y hasta se descalifica la telenovela completa a partir de esa trama. ¡Ah! Por supuesto, no falta el argumento de que los niños y las niñas también ven novelas.

Siempre aparece quien riposte y recuerde que entre la idiosincrasia turca y la cubana hay un gran trecho, que los niños y las niñas deberían dormir con la calabacita, que la realidad ha cambiado y con ella se ha transformado, necesariamente, el arte y sus formas de decir…

El contexto

Aquí hago una pausa, porque esa es una verdad internacional. En los últimos años, movimientos como #OscarsSoWhite y #MeToo, junto con una audiencia global cada vez más diversa, han obligado a los creadores, incluso a los más poderosos emporios del entretenimiento, a repensar cómo representan a las minorías y grupos históricamente marginados, así como a reflejar las formas de vivir las relaciones amorosas. 

Pero centrémonos en un contexto más cercano, América Latina, y en el tema específico que levanta ronchas ahora mismo. Se trata, sin dudas, de una región marcada por tradiciones culturales profundamente arraigadas y una fuerte influencia de valores religiosos, sin embargo, también aquí el poliamor y sus expresiones, como las tríadas o triejas, han comenzado a desafiar las concepciones prestablecidas del amor y las relaciones. En la misma medida, cambia la representación mediática de este tema. 

Las telenovelas, un pilar del arte popular latinoamericano, han comenzado hace tiempo a rondar estas temáticas, reflejando y moldeando percepciones sociales. Quizás la primera aproximación en el género sea Doña Flor y sus dos maridos —Brasil, 1998—, basada en la novela de Jorge Amado. Esta telenovela de Globo muestra a Flor aceptando a sus dos esposos, Vadinho y Teodoro, en una dinámica de trío simbólica. Aunque fue controversial en su momento, su tono literario y surrealista la hizo un éxito.

Y sí, es cierto que tampoco era exactamente la misma situación que estamos viendo en la actual telenovela cubana: lo de doña Flor era un triángulo amoroso, mas no una trieja, que es la relación en que existen vínculos sentimentales y sexuales entre las tres personas involucradas. Sin embargo, tampoco se ajustaba exactamente a la «moralidad» convencional, y hablamos de un producto del siglo pasado. 

Un amigo muy novelero me recuerda que en Vale todo, el folletín que nos conquistó a principios de los 90, se sugiere un trío amoroso entre la ambiciosa María de Fátima, el príncipe italiano con quien se casó y su amante César.

Pero hay otro ejemplo más reciente: Avenida Brasil, la del tiradero de Mamá Lucinda y la terrible Carmina, incluyó la subtrama de la despampanante Suelen, quien, después de muchas peripecias, termina conviviendo abiertamente con Roni y Thiago.

Y el último ejemplo, no lo he visto con mis ojos, pero una IA me cuenta que la producción de Televisa Amar a muerte (México, 2018-2019) incluye una subtrama que insinúa un trío entre Juliana, Valentina y Jacobo, aunque prioriza la relación lésbica que los fieles del culebrón llaman «Juliantina».

Estas representaciones, aunque escasas, indican un cambio hacia narrativas más inclusivas, un camino que no han iniciado las telenovelas, ni el cine, ni alguna otra manifestación artística, sino la propia vida, la realidad donde podemos cerrar los ojos si queremos, pero, al abrirlos, encontraremos todos los colores.

El debate

Aún en este contexto, cabe preguntarse: ¿Sábados de gloria ha sido osada? Sí, por supuesto, lo considero uno entre muchos méritos de la obra dirigida por una mujer talentosa, Tamara Castellanos, defendida por un elenco que ha estado a la altura.

Era de esperar el escándalo que ha provocado la trieja y quiero pensar que nos dejará un saldo positivo, porque no es real una aceptación sin cuestionamiento, sin discusión. Ya lo vivimos, por ejemplo, con el primer beso lésbico en Tan lejos y tan cerca (2022), y luego hemos visto muchos tranquilamente, varios aquí mismo, entre Isis y Melissa. 

Nos ha puesto Sábados de gloria ante otra de esas situaciones a las que preferimos cerrar los ojos. ¿A qué le tememos? ¿A la verdad? Porque si de algo se han liberado estos tres jóvenes es de la infidelidad y el engaño. Hasta hace poco, muchos de los que hoy despotrican de Eduardo y Paloma, por ejemplo, habrían elogiado sus actitudes ante la situación de Lianet o la enfermedad de Omara, la forma en que el primero se ocupa del negocio familiar, la sensibilidad de ella… ¿La manera en que eligen vivir su sexualidad los define?

¿Por qué no hablamos tanto de la violencia machista que sufren Melissa y su hijo? ¿De Manolito, el pedófilo? ¿Del feminicida que dejó huérfana a la propia hija? ¿Por qué nos parece más natural las traiciones de Arturo y Pablo? ¿Da mejor ejemplo el triángulo amoroso creado por Liliana con Víctor y Pablo, con la única motivación de lograr sus objetivos? ¿Y la droga que a todas luces trafica esta gente?

La telenovela está llena, para bien, de asuntos que merecen pensamiento y debate. Sin dejar de entretener, mueve neuronas; sin militar, pone en la mira problemáticas de la mujer, de la comunidad LGBT, preocupaciones múltiples de Cuba y el mundo actual. Eso sí: no es, no ha sido nunca interés ni deber del género educar, ofrecer lecciones moralizantes o «imponer» modelo alguno. 

El audiovisual muestra un relato de ficción en el que emergen aristas de la realidad, y lo ha hecho con arte, con respeto, incluso las escenas de marras tuvieron un cuidado milimétrico de qué mostrar y qué sugerir; seamos sinceros: lo que nos molesta no es el sexo explícito a la hora de la telenovela, de eso hemos tenido mucho y más; nos molesta que se salga de lo que consideramos normal, pero está bien, es lógico, igualmente no perdamos de vista que la normalidad es una construcción, un acuerdo.  

Sábados de gloria ha sido una obra osada, transgresora, desprejuiciada, pero ni más ni menos que otras donde uno puede reconocer aquella máxima de Mario Benedetti: «cuando parece que la vida imita al arte, es porque el arte ha logrado anunciar la vida».

Cubasí

Texto de Cubasí

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