El desempeño de los dos espirituanos en el Mundial de Atletismo de Tokio resultó discreto en extremo. No solo por quedar fuera de las finales de sus eventos, Ronald Mencía, en el martillo, y Jorge Odelín, en el salto largo, sino porque no pudieron ni rozar sus marcas personales.
Ninguno de ellos estaba en los pronósticos de la mayoría para hacerlo, tanto por el poco historial competitivo, como por los registros que los llevaron a la urbe nipona. Pero la realidad del evento mostró escenarios que mueven a otras lecturas.
Aquejados de enfermedades que les impidieron a ambos completar su preparación premundialista y con nula experiencia internacional, sus saldos parecieron justificados.
En el caso de Mencía, en su segundo evento mundialista, con sus 74.14 metros en la fase clasificatoria, quedó en un noveno puesto en su grupo y en el 19 del ordenamiento general, más de tres metros por detrás de lo mejor que ha hecho en su vida y que coincidió con lo más sobresaliente del actual año: el disparo de 76.71 que logró hace unos meses durante una confrontación en el Estadio Panamericano y le dio el derecho, por ranking, a asistir a la cita japonesa.
De haberse acercado a esa marca, al menos hubiera podido acceder a su primera final mundialista entre los 12 competidores que sí lo alcanzaron, el último de los cuales llegó hasta 75.91 metros.
Ya lo de aspirar al podio era pura ilusión. Por el nivel logrado en el martillo a nivel internacional, para colgarse una medalla en eventos de envergadura como este hay que superar, y por mucho, la barrera de los 80 metros.
Lo dice el resultado de los ganadores: El canadiense Ethan Katzberg, también campeón olímpico de París hace un año, llevó el martillo hasta los 84.70 para ganar su segundo título mundial, imponer récord para los campeonatos mundiales y ascender al quinto puesto en la historia de la modalidad. Quienes lo escoltaron en el podio, el alemán Merlin Hummel y el húngaro Bence Halasz, enviaron el implemento hasta los 82.77 y 82.69 metros, respectivamente. Incuso el ucraniano Mykhaylo Kokhan, con 82.02 metros, no pudo lograr medallas.
Pero con 23 años, la misma edad del canadiense Katzberg, a Mencía le queda carretera, y en lo personal, según sus propias declaraciones, se mostró satisfecho: “Me quedo con buenas sensaciones porque hice una buena marca, luego de pasar por una enfermedad hace poco, pero vine a dar todo mi esfuerzo y estoy contento”.
La historia de Odelín fue otra. Su evento, el salto de longitud, no tuvo grandes resultados, ni en la clasificatoria, ni en la final. En ambos casos, los registros de sus rivales parecían alcanzables a la marca personal que le abrió las puertas de Japón al jovencito cabaiguanense.
A Tokio llegó con los 8.34 metros saltados en junio pasado durante el Campeonato Nacional Juvenil, en Camagüey, convertidos en récord nacional de la categoría Sub-20.
Pero allí lo que más pudo hacer fue 7.50 metros, registro que lo ubicó en el número 15 del grupo clasificatorio B y el 34 de manera general, entre 36 competidores.
De los que accedieron a la discusión de medallas en el Mundial de Japón, que exigía cota de 8.15 metros, solo cuatro lograron ese tope: Tajay Gayle, Jamaica (8.28), Lester Lescay, España (8. 21), Miltiadis Tentoglou, Grecia (8.17) y Nikaoli Williams, Jamaica (8.15), en tanto, del resto que completó la docena de finalistas, seis alcanzaron los 8 metros o más.
Los saldos de la final lo trastocaron todo. El italiano Mattia Furlani solo necesitó 8.39 metros para llevarse el título, mientras al jamaicano Gayle le bastaron sus 8.34 para llevarse la plata, y al chino Yuao Shi, 8.33 para colgarse el bronce.
De todas maneras, para el espirituano de 18 años el hecho de incursionar por primera vez en una competición internacional, de mayores por demás, es el principal logro. Él mismo la consideró como una buena experiencia. “Hay que controlar muchas cosas, me sentí bien, aunque un poco desconcentrado, me sorprendieron un poco todas las cosas que vi por primera vez”, apuntó.
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