Decir que no hay manifestaciones y expresiones de racismo entre nosotros es querer tapar el Sol con un dedo. A pesar de las políticas sociales y gubernamentales, la educación, formación de capacidades y explícitos capítulos constitucionales, todavía la eliminación de la discriminación racial es una asignatura pendiente, muy a pesar de los pesares.
En el día a día de los cubanos expresiones como “el negro ese” o “el blanquito ese” permanecen, más allá de cualquier aspiración contraria. Aún quedan modos y comportamientos sociales que limitan el rumbo de algunas personas por el simple hecho de tener determinado color de piel o sencillamente ser descendientes de pueblos y naciones que, por más de cinco siglos, han ido conformando el arcoíris o ajiaco nacional.
Lo que aparentemente está superado por ley, tiene formas y maneras muy sutiles de expresión colectiva e individual. No solo se trata de lenguaje, el asunto llega más allá, se enmascara con facilidad con decir “yo no soy racista, pero…”. Resulta curioso —para no decir detestable— cómo un sector de la sociedad cubana todavía sigue transmitiendo a su descendencia esos comportamientos, que tras una aparente ingenuidad convierten en rutina, creando una especie de vicio subjetivo pero lacerante para la cultura, en tanto arraiga en las esencias identitarias uno de los comportamientos humanos de pésima reputación y que, sin darnos cuenta, se transmite de generación en generación.
El periodista, investigador y realizador audiovisual Tato Quiñones refiere en su libro Afrodescendencias (Aurelia Ediciones, 2019) que fueron los norteamericanos, durante la intervención a finales del siglo XIX, quienes pusieron en el credo nacional que los verdaderos cubanos eran los descendientes de los colonizadores y esclavistas españoles, mientras los negros y mulatos eran considerados bastardos.
Fue ese pensamiento reduccionista y racista el que trajo, entre otras razones históricas, la sublevación en 1912 del Partido de los Independientes de Color, reprimida con un saldo de cientos de hombres negros masacrados en el Oriente del país y quedando para la historia como uno de los hechos más horribles de la República.
Sin embargo, más acá en el tiempo, en 2024 la periodista Lisandra Gómez publica en la sección Es mi barrio de Escambray el artículo Los colores de San Pedro, donde indaga con certeza sobre la sobrevivencia racial en esa comunidad de Trinidad. “Consciente o no, el imaginario colectivo aún segrega, según el color de la piel. Similar sucede con las expresiones que develan la naturaleza estructural del racismo. Reconocer sus expresiones permite comprender otras realidades que transversaliza como el desempleo, la marginalidad…”. Finalmente, la colega pregunta a su entrevistada: ¿Podremos un día decir Cuba está libre de racismo?, y ella le responde con seguridad: “Puede ser, porque existen la voluntad política y la capacidad del ser humano de mejorar. Y, en el plano subjetivo, se trabaja y hay que continuar”.
Es justo reconocer que, desde hace tiempo, a nivel gubernamental existe una voluntad férrea y de la que participan organizaciones, instituciones, personalidades, asociaciones y otros actores sociales para de conjunto revertir/cambiar la percepción y las acciones racistas en comunidades, instituciones educativas y de trabajo, en los barrios, medios de comunicación y hasta en las nuevas formas de gestión no estatal. Y si aún hay necesidad de reunirse bajo el acertado título de Color cubano, ello significa que las manifestaciones y expresiones racistas aún están, conviven con nosotros.
Somos parte de una identidad cuya formación está en esos colonizadores, esclavizados, emigrantes, descendientes y más, que por tanto tiempo se han integrado o mezclado para exhibir con éxito desde sabores y ritmos musicales, hasta expresiones religiosas, comportamientos, gestualidades, giros lingüísticos y muchísimo más de origen europeo, africano, asiático, eslavo, anglosajón…
Es un caldo milagroso donde la palabra raza ya no está entre sus especias y queda el incalculable valor de lo fundado que nos hace únicos: cubanos.
Escambray Periódico de Sancti Spíritus










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